Opinión

Sé impecable con tus palabras

Ricardo Adrianza resalta la importancia de saber comunicar las cosas y da claves para hacerlo efectivamente, conociendo cómo se comportan los tres cerebros que tiene cada persona

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Foto Miguel A. Padriñán / Pexels

¡Sé impecable con las palabras! Es el primero y poderoso acuerdo que se desprende del libro Los 4 acuerdos escrito por don Miguel Ruiz. Un enunciado que luce fácil de cumplir, pero no es así, es quizás, el más difícil.

Las palabras te definen como persona, lo revelas todo. Por ello, cuidarlas, resulta una tarea prioritaria que debemos instalar como hábito en la construcción de nuestras relaciones y en la forma de como influimos en nuestro entorno. Mediante las palabras ratificamos de forma inconsciente lo que aspiramos y sentimos. Dicho de otro modo: la manifestación del diálogo interno. Este último, el mejor nivelador de nuestras emociones y del cómo influyen en nuestras decisiones y acciones.

El uso de la palabra es también una herramienta muy potente en el proceso de acompañamiento de nuestros jóvenes líderes. Si hay una buena comunicación se crea una conexión que motiva exponencialmente la percepción o aspiración de logro de nuestros colaboradores; consecuentemente, una mala, hace exactamente lo contrario.

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Foto Cottonbro / Pexels

Investigaciones recientes coinciden en que la mejor forma de comunicarnos con la nueva generación es ejerciendo el liderazgo que se promociona como “líder coach”. Este último no es más que un moderador del talento emergente de una organización, el que acompaña, motiva, y alienta a sus colaboradores para el logro de objetivos. Y, adivinen: el conector indiscutible de ese acompañamiento es ¡la palabra!

A lo largo de mi carrera profesional he tenido hermosas experiencias por la influencia positiva de comunicarnos adecuadamente con personas y equipos. Es gratificante, después de tantos años, recibir los mensajes de tantos ex-colaboradores que aún recuerdan la influencia de los aportes que este servidor tuvo con cada uno de ellos, siendo la palabra la protagonista estelar.

Ahora bien, comunicar, aunque pueda sonar sencillo, es un arte. No es lo que se dice, sino como se dice. Aquí el quid del asunto. ¿A qué me refiero? Aquí te lo explico:

Con la llegada de la neurociencia y los avances en los descubrimientos del funcionamiento de nuestro cerebro, la neurocomunicación ha llegado para quedarse.

Al igual que las empresas recurren al neuromarketing en sus estrategias para incrementar las ventas y la fidelización de clientes, las palabras que se utilicen para influir en nuestros equipos tienen, necesariamente, que tocar emociones y evocar sentimientos.

Para lograr esa influencia, resulta imprescindible conocer cómo se comportan los 3 cerebros – basado en la teoría evolutiva de Paul Mclean del cerebro triúnico – específicamente, el cerebro reptiliano (primitivo), el cerebro emocional (límbico) y el cerebro racional (lógico).

¿Cómo hablarle a cada uno?

El cerebro primitivo solo atiende cuando se utilizan palabras de seguridad. Es un cerebro egoísta porque solo le importa la supervivencia. Toma las decisiones de una forma más rápida, lo que implica que, para convencerlo, se necesita crear un mensaje que demuestre al receptor como vas a solucionar su problema (diagnóstico), la forma de solucionarlo (diferenciarte) y, por último, la recompensa o beneficio que será recibida (demostración). En el proceso de evitar la desatención de este cerebro instintivo, es primordial prestar la máxima atención para diagnosticar la necesidad del otro; en pocas palabras, mostrarse empático y reconocer las emociones de quien recibe el mensaje.

Es un cerebro acostumbrado a la supervivencia. Si de primeras no le llegas con tú mensaje, su respuesta será huir (no prestar atención). De allí la importancia de enganchar desde el inicio con un discurso que reúna las tres claves mencionadas.

El cerebro emocional se activa con un lenguaje que despierte las emociones. Esto quiere decir que debemos ser capaces no solo de generarlas, sino de guiarlas. Hilar palabras que activen los centros de memorias y recuerdos placenteros, nos permitirá generar la conveniente conexión con la persona o el equipo que queramos influir. Para esto último, primero hay que ganarse la atención del reptiliano y generar las suficientes emociones para que la información que aterrice en el neocórtex sea óptima. Es muy recomendable que cuando comuniquemos, no dejarnos influir por nuestro estado de ánimo. Debemos estar emocionalmente estables y compenetrados con lo que estamos comunicando.

El cerebro racional se nutre de la comunicación que convenza a la razón. Aunque parezca poco creíble, el peso de cualquier decisión o la influencia de la comunicación transmitida no radica en este cerebro. Como ya dijimos, si bien para influir positivamente con la palabra debemos convencer a los 3 cerebros, primero debemos convencer al primitivo que es la central donde llegan los estímulos sensoriales que posteriormente se envían al cerebro pensante o racional.

En definitiva, la propia evolución del cerebro nos revela con precisión los pasos a considerar cuando vamos a comunicar algo. y no solo comunicar de forma verbal. La comunicación no verbal es mucho más importante y el complemento estrella de una comunicación efectiva.

Foto Meo / Pexels

Recuerda siempre que una parte importante de nuestro éxito depende del filtro y las sensaciones que inyectemos al cerebro reptiliano. Los primeros y últimos 5 minutos son las piezas valiosas de un rompecabezas complejo como es llegarle a la gente con tu idea o mensaje

No es lo que se comunica y la extensión del mensaje. Es más importante como lo comunicamos y entender como penetrar cada una de las fronteras que supone enfrentarse a esa máquina maravillosa y compleja llamada cerebro.

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