Tecnología

La insólita aventura del primer soviético enviado al ciberespacio

A primera vista, hablar del “Internet soviético” parece paradójico y anacrónico. Sin embargo, realmente existió. Esto explica por qué hoy en día aún se encuentra disponible el dominio de nivel superior “.su” (Unión Soviética) en el mercado de dominios, más allá de que la ICANN (Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números) haya pedido que lo eliminaran.

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El riesgo en Internet conexiones

Este es el apasionante relato escrito por Kevin Limonier* @kevinlimonier y traducido del ruso por Héctor Facundo Torres*. El texto original fue publicado en la plataforma colaborativa Global Voices.

Los investigadores del Internet soviético generalmente coinciden en que su desarrollo comenzó con la aparición de la Perestroika y la Glasnost de Gorbachov. Gracias a aquellas reformas, el primer proveedor soviético de Internet se fundó en 1987-1988. Para 1991, ya existían algunos cientos de usuarios conectados a la red Unix en la URSS.

Pero la primera conexión de un ciudadano soviético a una red informática mundial ocurrió mucho antes, en 1982. Lógicamente, esto fue una sorpresa para los usuarios de la red, ya que la mayoría de ellos en aquel momento eran norteamericanos o europeos.

En 1982, la Unión Soviética aún se encontraba lejos de la libertad económica y política de la Perestroika. Leonid Brezhnev aún vivía y el ejército soviético estaba atascado en Afganistán. Además, la Unión Soviética seguía siendo un país cerrado: los viajes al exterior sufrían fuertes controles y algunas personas corrían grandes riesgos al pasar manuscritos prohibidos hacia Occidente (los famosos samizdat). Al mismo tiempo, las represiones internas estaban en marcha: el famoso disidente Andrei Sakharov tuvo que cumplir arresto domiciliario en la ciudad de Gorky.

Por otro lado, en el mundo occidental, las redes informáticas comenzaron a volverse populares, ya que servían como herramientas para la libre circulación de la información. El protocolo TCP/IP, uno de los pilares del Internet contemporáneo, se implementó en 1982 en los servidores de EEUU, mientras que gran parte de la población francesa contaba con acceso al Minitel, ancestro de la actual red informática mundial (WWW).

El pionero del Internet soviético

Una mañana de primavera del año 1982, Anatoly Klyosov se presentó en el Instituto de Investigación Científica de Sistemas Automatizados Aplicados (VNIIPAS) de la URSS, ubicado en Moscú. El bioquímico de 35 años tenía una misión muy particular: debía participar en una “conferencia”, así lo denominaban los eruditos de Occidente. En aquel momento, las “conferencias” eran una nueva forma de diálogo científico internacional basada en el intercambio de mensajes vía computadora. Aunque aquel predecesor del chat y del correo electrónico había sido utilizado durante algunos años en Occidente, era la primera vez que un ciudadano soviético tenía la oportunidad de participar de aquella experiencia. En aquel entonces, la URSS contaba con una sola computadora conectada al mundo exterior mediante un módem. El singular dispositivo se encontraba en las oficinas del VNIIPAS, justo al lado del Kremlin.

Todo había comenzado un par de semanas antes, cuando Dzheremen Gvishiani, vicepresidente del Comité de Ciencia y Tecnología del Consejo de Ministros de la URSS, convocó a Klyosov sin darle pista alguna acerca de la naturaleza de su reunión. El viejo académico, obviamente no familiarizado con el tema, había hablado de una “conferencia por computadora”, y se había referido a una orden proveniente de las altas esferas que estipulaba que la Unión Soviética debía participar en el intercambio por cuestión de prestigio.

Klyosov fue elegido para representar a su país gracias a su especialidad, que concordaba con el tema de la conferencia próxima: la biología. Desde todo punto de vista, era el candidato ideal. Pero solo en las apariencias: Klyosov era, de hecho, un “nevyezdnoy” —un ciudadano a quien por “razones de seguridad” no se le permitía dejar el territorio soviético. Klyosov había estado dos años en la Universidad de Harvard en calidad de investigador visitante, y al regresar las autoridades soviéticas lo tomaron como sospechoso de simpatizar con las políticas americanas y por consiguiente le sustrajeron el pasaporte extranjero. Aquel incidente limitó seriamente la carrera académica de Klyosov.

A primera vista, parece paradójico que la Academia de Ciencias haya elegido a aquel hombre para representar a la Unión Soviética en una conferencia internacional, aunque haya sido una en línea. En el caso de una conferencia tradicional, la KGB nunca hubiese permitido que un académico “nevyezdnoy” viajase al exterior. De hecho, aquel “error” nos muestra que en aquel tiempo nadie entendía realmente lo que era una “conferencia en línea”, ni los académicos ni los del aparato de seguridad soviético. Para ellos, lo único que importaba era que Klyosov permaneciera físicamente en territorio soviético. La KGB ignoraba que el servidor estaba ubicado en la Universidad de Estocolmo y que la intervención de la conversación era imposible debido a que era algo nuevo todavía. Después de todo, para ellos, era solo una conferencia de bioquímica y el tema no era para nada sensible.

Atrapado en el mundo físico, libre en el mundo digital

El terminal utilizado por Klyosov para unirse a la conferencia era una computadora ES-EVM soviética (diseñada en base a unos planos robados a IBM). Fue conectada al único módem que supuestamente existía en toda la URSS: un antediluviano dispositivo de 360 baud/s. En comparación, aquel dispositivo tenía una capacidad 22 veces menor a la de los viejos módems de 56k que se utilizaban a comienzos de la década del 2000: la velocidad de visualización de texto en el módem de 360 baud/s era de una letra por segundo.
Aquel preciado módem se encontraba bajo tanta seguridad que el propio Klyosov luego escribió que no había visto tanta protección desde su niñez, cuando vivía con sus padres en el Cosmódromo de Kapustin Yar durante la época de Stalin.

Rodeada de soldados, la sala de computadoras estaba vacía. Así que cuando Klyosov inició sesión por primera vez, estaba solo cuando estas palabras aparecieron en la pantalla: “Estás conectado al servidor de la Universidad de Estocolmo. Bienvenido”.

Una vez que había iniciado sesión, Klyosov era libre de hablar e intercambiar cualquier tipo de información que quisiera, sin control estatal. No existía influencia por parte de los guardias militares que rodeaban la sala ni de la prohibición de la URSS a Klyosov de viajar al exterior. Ahora podemos imaginarnos por qué parece paradójica la situación creada por aquella única computadora soviética conectada y operada por un solo usuario.

Solo hay que recordar que la Unión Soviética era un estado seriamente cerrado a comienzos de la década de 1980. Las autoridades intentaban a toda costa detener la transferencia de cualquier tipo de productos culturales “disidentes” a Occidente (como las publicaciones samizdat). En un contexto así, el caso de Klyosov era realmente excepcional.

La sensación de singularidad aumentó cuando Klyosov se dio cuenta de que el uso de la computadora no estaba limitado por cuestiones de tiempo o palabras. Muy rápidamente, mientras mantenía debates en tiempo real con sus colegas occidentales, el académico aprendió a acceder a otras “salas de chat” que no tenían nada que ver con el objetivo original de la misión. Además, el director de las instalaciones de investigación del VNIIPAS también simpatizó con la presencia de Klyosov, ya que le pareció importante para el instituto tener a alguien en línea regularmente para entablar conversaciones con la comunidad académica internacional. Al poco tiempo, Klyosov obtuvo acceso permanente a la computadora y, por varios años, fue la única persona en utilizarla. Hasta 1986, mantuvo una rutina diaria de visitas al VNIIPAS para realizar de manera legal una actividad estrictamente prohibida: debatir sobre toda clase de temas con académicos de Occidente sin censuras o controles.

Conexión a un mundo sin censura

Durante casi cuatro años, Klyosov aprendió a utilizar los diversos protocolos de Internet a medida que iban surgiendo en aquel tiempo, y así tuvo varias reuniones virtuales, que eran facilitadas por el asombro generalizado que provocaba la presencia de un ciudadano soviético en línea.

Anatoly Klysov en 2008                Computadora soviética K-304A

 Anatoly Klyosov en 2008 (Wikimedia Commons) y  restos de la vieja super computadora soviética K-340A en Chernóbil. Aliaksandr Palanetski, CC, Flickr.

Por ejemplo, conoció a un astronauta estadounidense que quería hacer negocios en la Unión Soviética y a un estudiante de doctorado de la Universidad de Estocolmo que lo invitó a ir al sauna con él. Mientras tanto, sus contactos lo mantenían al tanto de los acontecimientos mundiales del momento, especialmente de aquellos que no aparecían en los periódicos soviéticos. Así fue como sus contactos suecos le contaron del famoso incidente del U-137, alguna vez conocido como el incidente del “Whisky en las rocas”. Un submarino soviético encalló cerca de la base militar sueca de Karlskrona, desatando una de las crisis más peligrosas de la Guerra Fría. Mientras que el hecho fue noticia en Occidente, pasó desapercibido en la URSS.

Además de lo ya mencionado, Klyosov utilizó exitosamente la computadora conectada para evadir la censura por parte del estado y publicar sus artículos de investigación en el extranjero. Generalmente, los investigadores soviéticos que querían hacer tal cosa, debían pasar por el Glavlit, un organismo de censura que editaba o bloqueaba miles de artículos y libros sin piedad por razones ideológicas o de seguridad nacional. En aquel entonces, los académicos tenían que correr grandes riesgos para enviar ilegalmente sus manuscritos no autorizados hacia el extranjero. Mientras tanto, Klyosov, favorecido por su conexión a Internet, solo tenía que enviar un correo electrónico.

La aventura del hombre que cavó un túnel digital por debajo de la Cortina de Hierro finalizó en 1987. Con el ascenso de Mikhail Gorbachov al poder, a muchas personas ya no se les prohibió viajar al exterior, entre ellas, a Klyosov. Entonces, viajó a los Estados Unidos, compró una computadora IBM y regresó con ella a la URSS. La conectó a Internet con el módem que había utilizado durante varios años en el VNIIPAS. De hecho, el director del instituto le había ofrecido el dispositivo como símbolo de amistad. Así que en 1987, junto con una docena de ciudadanos soviéticos, Klyosov tenía acceso al mundo exterior desde su casa.

Más adelante, Klyosov se trasladó a los Estados Unidos, lugar donde aún reside. Recientemente, decidió relatar sus aventuras en un libro excelente que desafortunadamente solo se encuentra disponible en idioma ruso. Las memorias describen cómo era tener miedo todos los días y cómo se sentía tener acceso a una fuente única de información mediante un dispositivo de comunicación no controlado.

Klyosov realmente tuvo suerte: el pionero del Internet soviético nunca tuvo ningún problema con la KGB. En un sistema político basado en el control del individuo, la situación de Klyonov dejó al descubierto la gran falta de adaptación del régimen y sus agencias de seguridad al avance de la tecnología. Aquella rigurosidad fue lo que le permitió a Klyosov entablar conversaciones con el mundo en toda su extensión y expandir sus horizontes; solamente utilizando una computadora conectada a Internet.

* Limonier es profesor asociado en estudios eslavos de la Universidad de París (Vincennes Saint-Denis)
Investigador afiliado en el Castex Chair of Cyber Strategy, Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional (IHEDN, París)
Especialista en políticas de innovación en la era Soviética y Post Soviética y en ciberespacio.

* Torres e traductor literario y técnico-científico en Inglés. Ha en Argentina, donde reside. Ha trabajado con textos de diferentes áreas temáticas: Economía, Química, Medicina, Metereología, Metalmecánica, Agronomía, Fitopatología, entre otros. Es traductor voluntario en Global Voices y en TED.

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