¿Es "Código: Traje Rojo" la peor película del año?
Con un presupuesto millonario, un elenco lleno de estrellas y lo que parece la fórmula del éxito, “Código: Traje Rojo” no logra superar la prueba de ser mínimamente divertida. ¿O sí lo es y andamos modo Grinch?
Mucho de lo que pasa en “Código: Traje Rojo” parece una burla al espíritu navideño. De hecho, la película de Jake Kasdan propone un punto de vista cínico sobre la fecha más inocente del año. Y esa premisa sería divertida, a no ser porque esa perspectiva burlona se pierde en una cantidad de malas decisiones que convierten a la cinta en desorden, tanto de guion como en el apartado visual.
Esta película monumental, de más de dos horas y con presupuesto que rebasa los 200 millones de dólares, no sabe, en realidad, qué es lo que quiere decir. Ni tampoco a dónde apuntar toda la energía maniaca que su argumento muestra en pantalla.
Eso, a pesar de que su historia tiene posibilidades –muchas- de ser una curiosidad ingeniosa entre las aventuras navideñas al uso. Santa Claus (J.K. Simmons) es un tipo de buen carácter pero de humor cambiante, que encabeza el sistema de producción de juguetes más grande del mundo. La trama escrita por Chris Morgan se concentra en mostrar todo lo relacionado con su figura, como un mecanismo aceitado para dar felicidad.
De modo que el Polo Norte tiene el aspecto de un superdomo futurista, mientras que los renos el de criaturas de leyendas gigantescas, más parecidas a máquinas que a mamíferos artiodáctilos, cuya misión es recorrer el mundo en una noche. Y por supuesto, la fábrica de obsequios es una maquinaria con magia y tecnología, capaz de producir los ansiados juguetes en serie.
En medio de esta línea de producción que, según el argumento, ya alcanza varios siglos, Callum (Dwayne Johnson) es el encargado de seguridad. A través del personaje, “Código: Traje Rojo” juega con la idea del habitual tipo malhumorado que necesita una pausa en la misión central de su vida y atraviesa una crisis de fe. En este caso, la de Call es servir al bien siendo el guardaespaldas de Santa Claus y, además, creer que la bondad es posible. Tópico como suena, el giro podría haber funcionado de no ser un problema central: el actor es incapaz de aportar la más mínima humanidad a su papel. Lo que es peor, parece no importarle demasiado si eso afecta o no al resultado final.
“Código: Traje Rojo” es un desorden narrativo que sigue el mismo patrón que con el personaje de Callum. El guion toma un cliché y lo retuerce, para darle una aparente perspectiva novedosa. Solo que no lo logra. Una y otra vez la película parece ir de un lado a otro, tropezándose con sus errores de lógica, de argumento y con su incapacidad para ser algo más que un mal chiste. Lo que se hace más evidente una vez que ocurre el evento principal del filme y que desencadena todo lo que vendrá a continuación: Santa Claus es secuestrado, poniendo en peligro la Navidad y la sustancia misma de la felicidad. Por lo que hay que reparar el entuerto.
Salvar la Navidad en una aventura aburrida
Y para ello, Callum buscará al que, sin duda, es el peor candidato posible: Jack (Chris Evans, sobreactuado y torpe), un hacker y cazarrecompensas que dedica su vida a descifrar entuertos electrónicos y cobrar por ello. Y justo, es su enorme capacidad lo que le hace, casi por accidente, provocar la desaparición de Santa Claus. Por lo que el hastiado Callum irá en su búsqueda para que, como dos compañeros improbables, salven el día y eviten la catástrofe.
No obstante, ni la pareja de actores tiene suficiente carisma y química para hacer funcionar algo semejante, ni la cinta la inventiva para ser entretenida en medio del recorrido trasatlántico de rescate. Los personajes, situaciones y chistes, van y vienen sin la menor chispa o alegría. “Código: Traje Rojo” intenta hacer reír, es lo que justifica su existencia, pero no lo logra. Al contrario, se hace cada vez menos interesante, más cercana a un cliché ambulante y más confusa en medio de su necesidad de sorprender.
Es evidente que la película sufrió reescrituras, retomas y problemas de edición. Todo lo cual se hace notorio. Poco ayudan los efectos digitales, borrosos y que convierten lo que podrían ser las mejores escenas -atención a la pelea entre el Krampus y Callum- en una serie de imágenes de segunda, planas y sin mayor aliciente.
Lo que se lamenta es que “Código: Traje Rojo”, pudo ser mucho más divertida e interesante de haber renunciado a la idea de apabullar con su monumental condición de superproducción costosa. Al fondo, más allá de escenarios de fantasía y ultratecnología envuelta en rojo, blanco y verde, hay una historia. Una que palpita de cuando en cuando y es, de hecho, lo que evita que sea un desastre absoluto. Sin embargo, pronto olvida esa esencia y se dedica a lo grande, y ahí es donde falla. Una especie de moraleja agria para el mundo del cine en medio del escenario que premia a la producción más grande, cara y llamativa.
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