Entrevista UB

Elisa Vegas y su multiverso: en un concierto el tiempo es otro

El 29 de junio en la Concha Acústica de Bello Monte, Elisa Vegas dirigirá a la Sinfónica Ayacucho y la Schola Cantorum interpretando la Novena Sinfonía de Beethoven: una buena excusa para hablar con ella sobre batutas y procesos mentales

elisa vegas
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Un leve movimiento de los dedos y hay silencio. La orquesta se detiene. Son más de setenta personas que se ponen en pausa y el tiempo queda suspendido hasta que Elisa Vegas abre la mano izquierda y se hace la música nuevamente en este escenario donde conduce por primera vez la Novena Sinfonía de Beethoven ante un público hipnotizado por esto que sucede frente a sus ojos: la belleza.

La música parece que surge de un espacio que flota sobre la Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho y Elisa que la dirige con sus brazos, con las manos, con la batuta, con la mirada, con el cuerpo que se estira y se contrae, se flexiona, se endereza. ¿Qué pasa por su cabeza mientras ocurre el prodigio de estos sonidos que la humanidad escuchó por primera vez hace 200 años?

-¿Cómo se elige una batuta? ¿Cuáles son tus preferencias y qué tomas en cuenta para elegir tu batuta?

-La batuta termina siendo una extensión de la mano, entonces, hay dos cosas importantísimas. Uno, que tenga un tamaño balanceado y parecido al del antebrazo. Y dos, que tengan un buen punto de balance entre la empuñadura y lo que sería la extensión… el palito. Yo las escojo así: que tengan la misma longitud de mi antebrazo y que tengan un buen punto de balance.

Luego, las batutas vienen de dos materiales, principalmente: fibra de vidrio y madera. En mi caso, son de fibra con empuñadura de corcho. Como verás, esto es como escoger un carro…

-Como el runner que elige zapatos para correr…

-Tal cual… Como escoger unos zapatos. A mí me ha funcionado muy bien el corcho y la fibra de vidrio. Y, por supuesto, que sea liviana, porque aunque parezca mentira, uno está moviendo tanto los brazos que si no es liviana termina pesándote.

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La batuta que se sabe toda la música que dirigió Elisa Vegas en los últimos años

-¿Por qué no las usas de madera, por el peso?

-Sí. Aunque, la marca que uso actualmente –Pickboy- antes las hacía de madera y ahora las hace en fibra. Y la verdad es que ya no notas la diferencia porque están pintadas de color blanco brillante. De hecho, me di cuenta porque una vez se desconchó una y vi que no era madera.

-¿Tienes una sola batuta o muchas?

-Tengo varias porque las batutas se pueden romper. También se pueden caer de tu mano mientras estás dirigiendo… Ya cuando la mano y el brazo de uno se amoldan a un modelo específico, a uno le gusta tener varias por eso: se rompen o se pierden… Sin embargo, tengo que decir que en los últimos años ni se me rompen ni se me han perdido.

-Estás dominando el arte…

-¡Sí vale! Entonces eso, tengo varias.

-¿Depende del repertorio utilizas una u otra batuta o siempre es el mismo tipo? ¿O depende del ánimo o de algún otro factor?

-La variación en realidad es si dirijo con o sin batuta. Si estoy dirigiendo un ensamble pequeño, diez o quince músicos, posiblemente lo haga sin batuta porque al final la batuta es una extensión del movimiento de las manos de uno y funciona para ayudar a que los músicos tengan mejor visibilidad. Entonces, por lo general uso el mismo tipo de batuta, pero sí puedes verme dirigiendo sin ella.

-¿Tienes algo así como una “batuta de la suerte” para ocasiones especiales?

-Siempre tengo dos batutas. Eso lo aprendí de mi maestro Rodolfo Saglimbeni porque él decía que en los conciertos puede pasar que se te rompe, que se te cae. En los conciertos siempre tengo una batuta en el atril y una de repuesto en el puesto del primer violín. Esa batuta que uso ahorita se sabe toda la música que he dirigido en los últimos tres años, ha sido la misma. No se ha roto, ni ha perdido su balance.

Lo que sí tengo es un estuche donde guardo mis batutas que me lo hizo la profesora Isaura Delgado hace diez años, un estuche muy especial y allí normalmente, junto con las batutas, guardo algunos santicos. Por ejemplo, yo dirigí en la beatificación de José Gregorio Hernández y desde ese momento tengo en el estuche de la batuta una estampita que me regalaron ese día. La verdad es que ese día hubo algo muy especial y guardé eso allí y ahí se quedó con mis batutas.

La profesora Isaura fue violinista de la Sinfónica Simón Bolívar y docente. Siempre hizo estuches de violín, pero para mi cumpleaños hizo ese único estuche para batutas, que es el que uso.

-¿Una batuta es un buen regalo para alguien que dirige orquestas o es algo demasiado personal, así como un desodorante?

-Solamente creo que es un buen regalo, si la persona conoce la batuta que te gusta. Y volvemos a los zapatos de correr: puede ser el mejor regalo del mundo pero la persona tiene que saber qué te puede quedar bien, de horma y de todo.

-Cuando diriges… ¿qué marcas con la batuta y qué cosas marcas moviendo los dedos?

-¿Los dedos? Más bien los brazos… La batuta va en la mano derecha y lo que más marco con ella es el tempo de la pieza, la métrica del compás y el fraseo. Luego, me queda la mano izquierda también para completar fraseo, ayudar con las dinámicas y alguna que otras entradas y características.

-¿Crees que sólo mueves los brazos? También mueves los dedos…

-Bueno, los dedos… de la mano izquierda, un poco. Para instrucciones pequeñas.

-Cada director tiene una gestualidad diferente… ¿los músicos de la orquesta deben aprender esa gestualidad personal o hay un lenguaje común?

-Es casi metafísico lo que ocurre. Es clarísimo que cada director tiene su propia gestualidad. Hay algunos códigos universales, la gestualidad de un 2, un 3, un 4… Hay ciertas cosas de claridad. Pero al final lo que hay entre los músicos y quien dirige tiene que ver más con una especie de energía corpórea y visual que hace que de alguna manera nos entendamos. Tu puedes ver a un director viejito sentado nada más respirando y si allí hay música, hay conexión, el músico que está tocando, entiende. No sé cómo explicarlo, por eso digo que es algo metafísico.

Elisa Vegas

-¿Qué haces, por ejemplo, si algún músico comete un pequeño error durante la interpretación? ¿Cuál es el gesto con el que reaccionas? ¿Le pelas los ojos, le apuntas con la batuta?

-Lo agarraste perfecto: el contacto más directo, el que uso más como recurso a la hora de un error, es el contacto visual… Y no es para reprender sino para ver si te puedo ayudar a organizarnos de nuevo y entrar en música. Que, por ejemplo, un corno falle una nota es un error, una cosa humana. El cornista no va a querer fallar una nota. Posiblemente lo voy a dejar pasar y no lo voy a ver porque sé que debe estar afligido… Ese tipo de cosas prefiero dejarlas de lado por el bien de lo que viene. Ahora, si es que te perdiste en la música, entraste en el compás que no es, va a haber contacto visual para ver de qué manera te puedo ayudar. Al final, el director es un facilitador de la música, yo estoy allí para ayudar a que la música salga lo mejor posible.  

-¿Qué pasa por tu cabeza, qué tipo de pensamientos tienes durante un concierto mientras estás en la conducción de la orquesta? ¿Estás en blanco en una especie de éxtasis místico? ¿Vas pensando “ahora viene esto, ahora le indico a los metales” o es algo más “romántico” y todo va fluyendo? ¿O es posible que pienses en cualquier cosa y todo avanza porque ya está muy bien ensayado?

-Uno como director, creo que como músico en general, dedica muchas horas al estudio y eso genera un nivel de concentración importante. Como directora de orquesta creo que tengo una capacidad de concentrarme por largos periodos de tiempo y abstraerme. Una de las partes más importantes para el director es su momento de estudio de la obra, en un escritorio, tú frente a la partitura… Yo puedo sentarme con la partitura y pasan cuatro horas y básicamente el tiempo no existe. Me doy cuenta cuando despego los ojos y resulta que ni he comido, no he ido al baño. Eso pasa. Uno logra un nivel de concentración muy grande, aunque no es de la noche a la mañana. Tengo estudiando música desde los tres años…

Cuando estoy dirigiendo pasa algo en el cerebro de uno: el tiempo se rompe de alguna manera. En el momento que estoy viviendo estoy pensando simultáneamente en el pasado, en el presente y en el futuro. El sonido de la orquesta en este momento es consecuencia de algo que acaba de pasar.

Por ejemplo, un error, es el pasado y tengo que arreglarlo en ese momento. O si tengo que balancear, está muy fuerte y tiene que ser más piano, es algo que está ocurriendo en el pasado, lo tengo que ejecutar en el presente y tengo que pensar en la música que viene en el futuro.

El tiempo para el director se vive de otra manera, se vive como un presente, pasado y futuro simultáneo con ese nivel de concentración para ayudar a la música que está sonando.

-No hay manera de pensar ahí “se me olvidó pagar el teléfono y me voy a quedar sin saldo”…

-Puede pasar que uno se mini distraiga o algo pasó en el público, sonó un celular, o sí, te viene un pensamiento de ese tipo, pero hay un entrenamiento rápido para decir: chao a eso, concéntrate. De una vez. Porque si me quedo pensando en eso, pierdo.

-¿Cómo se prepara, por ejemplo, este concierto con la Novena Sinfonía que ya presentaste en la Asociación Cultural Humboldt y que ahora va a la Concha Acústica de Bello Monte? ¿Movimiento por movimiento y luego se ensambla todo, casi como una obra de teatro?

-Todo depende la orquesta. Hay orquestas que tienen la Novena Sinfonía en su repertorio y la tocan todos los años. El trabajo es más cotidiano y en una semana la montan. En el caso de la Sinfónica Ayacucho, la orquesta tenía años sin tocarla. Y era mi primera vez. Básicamente, somos nuevos en la Novena Sinfonía y eso requiere de un trabajo mayor.

Tal como una obra de teatro, la fuimos armando. Las cuerdas tuvieron sus ensayos por su lado, los vientos los suyos, luego unimos con la percusión. Después, los ensayos se hacen por movimiento, hoy el primero y segundo, mañana el tercero y cuarto. El coro, por su lado, después el coro con la orquesta… Y así poco a poco vas armando el edificio. En nuestro caso, tardó semanas. Mientras hacíamos otros conciertos, había días decicados a Beethoven.

Es súper sabroso y retador. A la vez, la Novena Sinfonía tiene un lenguaje muy complicado. Es decir, hay que entender muy bien hacia donde van las frases para poder hacer algo que capte la atención del público. No es sencillo el lenguaje.

-¿Es una complicación especial incorporar el coro y las voces en el cuarto movimiento o todo encaja de forma orgánica?

-Para la época de Beethoven fue una absoluta novedad. Yo había hecho mucho repertorio sinfónico coral porque soy directora de la ópera Teresa Carreño. Trabajar con cantantes se me hace bastante natural. La complejidad no la veo allí, la veo en hacer inteligible y musicalmente atractiva la sinfonía entera.

-¿Por qué no habías hecho antes la Novena Sinfonía?

-Aquí te va mi verdad… Cuando empecé a dirigir, hace más de 15 años, asistí mucho a ensayos y conciertos de la Novena Sinfonía. Siempre ha sido una de las grandes obras de mi vida, pero te juro que pensaba que eso era para otro tipo de directores, que yo jamás iba a poder dirigir algo así, que era para una gente más elevada… me aterraba.

Pero con los años de experiencia, la madurez, dije: es el momento. Y se conjugaron tres cosas importantes. Uno, sentía que ya no era imposible, sí me vi en la capacidad de hacerlo. Dos, la orquesta está con nivel para abordar el reto. Y, tres, cuando vi el calendario se cumplían 200 años de la sinfonía. Y dije: es el momento.

-Te estaba esperando la fecha…

-Algo así. No quiero decir que lo vi como una revelación, pero sí lo veo como una hermosísima coincidencia. O la tomas o la dejas. La tomas…

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La propuesta para el concierto en la Concha Acústica de Bello Monte dirigido por Elisa Vegas, incluye a 250 personas

-Así como en las distintas profesiones y oficios existen chistes específicos, ¿existen chistes entre los directores de orquesta que sólo entienden ustedes?

-Existen chistes en la música, pero en los directores… creo que habría que preguntarle a los músicos que, obviamente, nos ponen sobrenombres y ese tipo cosas, pero chistes internos entre nosotros, no tengo respuesta…

-Son gente seria que no anda con chistecitos…

-Ajá, ajá, creo que sí hay algo de eso…

-Cuando llega el momento del cuarto movimiento en la Novena Sinfonía, hay que hacer un esfuerzo para sacarse de la cabeza el Himno a la alegría de Miguel Ríos… ¿Te pasa o no te asalta esa intrusión?

-A mí no me pasa, pero sé que al público sí. Sin embargo, te voy a decir algo: creo que es una melodía tan universal que se asocie a Miguel Ríos, a la Unión Europea, a lo que tú quieras. Al final es una de las melodías más tarareadas de la humanidad durante 200 años, llámese Miguel Ríos, llámese rap, versionado con bachata, con lo que tú quieras, me parece una maravilla que una melodía tan sencilla y a la vez tan universal pueda estar en la cabeza de la gente.

No me pasa que se me venga a la mente Miguel Ríos sino pensar en la versión original en alemán y me aterra que mi pronunciación esté “regular”. Repito en mi cabeza Freude, schöner Götterfunken y pienso, ¿lo estaré pronunciando bien?

*La Sinfónica Ayacucho y la Schola Cantorum de Venezuela dirigidos por la maestra Elisa Vegas, presentaron la Novena Sinfonía de Beethoven el domingo 16 de junio en el marco de la celebración de los 75 años de la Asociación Cultural Humboldt. El 29 de junio, vuelven a interpretarla en la Concha Acústica de Bello Monte a las 7 de la noche y con entrada libre. Según Elisa, esta será «una versión con esteroides».

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