Venezuela

La Torre del abandono

La Torre de David se erige en el centro de Caracas, Venezuela, y ostenta el dudoso orgullo de ser el barrio (favela) vertical más grande de América Latina. Del proyecto de un lujoso complejo pasó al abandono y, posteriormente, a la ocupación. Ahora, el Gobierno ha decidido mudar a las casi 1200 familias que vivían en ella.

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Foto: Alejandro Cegarra

La vista se pasea por el skyline de Caracas. En medio del centro financiero y burocrático, se alza un rascacielos que llegó a ser el octavo en altura en América Latina. Pero su estructura no revela un pasado glorioso: hormigón desnudo, ladrillos y cemento  forman rectángulos de 6 metros de ancho por 3 de alto, que se repiten en fila de a siete y, como un tetris cuasi perfecto, se amontonan, iguales, pero irregulares en color, hasta alcanzar los 28 pisos habitables. Lo que sí demuestra su visión es la sombra de tiempos mejores que se terminaron de modo abrupto, dejando todo a la mitad, incluso su construcción, que se eleva aún más, hasta llegar al piso 45. Un total de 195 metros de altura en la parte más alta del edificio principal al que se le suma otra torre y un estacionamiento.

La podrían haber llamado Torre Goliat, por su gigantesca decadencia y por el miedo que da contemplarla, a sabiendas de las malas historias que se cuentan de su interior. Pero la llamaron Torre de David por el que ideó su construcción: David Brillembourg, un hombre del mundo financiero. El nombre original del proyecto, que se inició en 1990, era Complejo Confinanzas, por el  grupo que presidía el banquero y que, además, quedaría alojado en uno de los espacios. También sería sede del Banco Metropolitano, tendría un estacionamiento de 14 pisos, un hotel, comercios y un helipuerto en su parte superior.

Pero dos circunstancias frenaron el proyecto. Brillembourg falleció en 1993, víctima de un cáncer, y el Grupo Confinanzas pasó a uno de sus hijos. En 1994 se produjo una crisis bancaria que hizo que la empresa quebrara. Las obras se paralizaron y en 2001 el Gobierno hizo una subasta pública para venderla, pero nadie quiso comprar el gigante inacabado, listo en un 60%. Dejada al abandono, la torre fue saqueada. Ni los vidrios quedaron.

En 2007 alrededor de dos mil familias tomaron el espacio, cuentan los más viejos en el lugar. “Muchos lo ocupamos porque no encontramos vivienda, a otros se les negaba el alquiler porque tenían hijos”, cuenta William Gatián, habitante desde 2008. Otros tenían techo, pero la mensualidad era alta para poder pagar.  Ante el desespero, el espacio baldío del complejo se convirtió en su opción más viable. En el último censo hecho “hay 1.156 familias, 4.438 personas viviendo dentro de la Torre”, aseguró el ministro para la Transformación de Caracas, Ernesto Villegas, encargado de la reubicación de los vecinos.

Al principio vivían en tiendas de campaña, en condiciones de alta insalubridad. Cuentan los primeros habitantes que “era insegura y había mucha delincuencia” –se han registrado robos, asesinatos y violaciones-. Tiempo después llegó un pastor evangélico, Alexander Daza,  que previamente había estado en la cárcel, y puso orden en la comunidad. Hay normas para el “buen vivir”, por ejemplo, los hombres no pueden salir a los pasillos sin camisa, no se puede caminar descalzo, los niños deben estar en los pasillos en unas horas específicas y supervisados por su responsable y se debe hacer el pago de una mensualidad de 200 bolívares para el mantenimiento de las cuadrillas de seguridad o limpieza.

Unos aseguran que no tuvieron que pagar nada por entrar en la Torre. La señora María, ya reubicada en Ciudad Zamora, cuenta que tuvo que pagar 2 mil bolívares. Lisbeth Tailor asegura que pagó 7 mil bolívares cuatro años después, en 2012. Una vez obtenido el espacio, cada familia construyó y decoró a su gusto. Algunos “apartamentos” tienen suelo de madera, paredes decoradas, televisión plana. Incluso hay algunos espacios que se dividen entre la parte del hogar y pequeños negocios, como peluquerías o tiendas de abastos. Pero también hay otros sin ventanas, con filtraciones de aguas negras, espacios mínimos en los que viven 6 personas entre cachivaches, ropa tendida y utensilios de cocina. Y todos sin agua corriente, aunque sí con electricidad.

El pasado mes de julio comenzó el desalojo o “reubicación”, en palabras del ministro Ernesto Villegas, de las familias que habitan en la Torre David. Villegas explicaba a la prensa que la operación se empezó en mayo, cuando se tomó contacto con la comunidad, para ver los orígenes de la invasión y cómo estaban las familias. Para mediados de agosto, “434 familias han sido reubicadas de modo voluntario en lugares de la Gran Misión Vivienda Venezuela, un total de 1690 personas, que son un 38% de la población inicial en la Torre”, dijo Villegas.  La mudanza se está haciendo a apartamentos hechos por el Estado en zonas periféricas a Caracas. Una parte ya ha sido trasladada a Ciudad Zamora en Cúa, a una hora de la capital. Otros serán mudados a Charallave y Caucagua, más o menos a la misma distancia.

La mudanza se inició por los pisos superiores, que se han clausurado -y demoliendo su estructura-, a medida que salían todas las familias. Ahora tienen un aspecto fantasmagórico: puertas entreabiertas a espacios vacíos con objetos abandonados a su suerte. Zapatos, bicicletas, afiches en las paredes. La vida que ya no es.

El destino aún no está claro para la Torre Confinanzas. “El abanico de opciones está abierto, desde demolición hasta su habilitación, pero no es una decisión tomada”, dijo Villegas. El presidente Nicolás Maduro propuso un debate ciudadano para escuchar propuestas para el lugar que fue reconocido con el León de Oro de la Bienal de Arquitectura de Venecia. Para unos, un premio a la organización de las comunidades; para otros, el reconocimiento al fracaso y el abandono del Gobierno.

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