Venezuela

El rollo con Venezuela

Es como una mujer que te gusta un montón pero que repetidamente te confronta con hábitos y reacciones que conducen inevitablemente al desencuentro. Es como una relación que apasiona, que te da sentido y pertenencia, pero que, al mismo tiempo, te constriñe y te corta el vuelo de tu desarrollo personal, individual. Es una tierra nutritiva pero no una sociedad fácil.

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La relación con Venezuela es un rollo. El orgullo de ser venezolano atraviesa una de sus mayores crisis. Estamos en una frontera emocional de sensibilidades encontradas.

Es una ambivalencia que puede sobrecogernos en los momentos menos esperados. Así fue esta madrugada cuando, para distraer el desvelo, leí Caracas, Itinerario Sentimental, el prólogo de Ana Teresa Torres a Fervor de Caracas, una antología literaria de nuestra ciudad.

Me encontré tomado por un punzante sentimiento de melancolía, por una sensación de urgencia que me invitaba a luchar para recuperar todo aquello que fue mi ciudad y país, la base de mi identidad.

Al mismo tiempo supe medir la distancia del tiempo que produce el desengaño, caer en cuenta de que la nostalgia es un sentimiento retrospectivo que poco tiene que ver con el presente. La nostalgia es un encuentro con las imágenes de nuestra propia memoria, un ejercicio sentimental de intercambio con fantasmas de la memoria que ya no existen como realidad.

Más tarde, subiendo el cerro para almorzar a Galipán, un sobrino me contó sus planes migratorios. Alarmado le contesté, “pero por qué ahora, si el cambio ya viene, si vamos a ganar, todas las encuestas lo muestran claramente, es el comienzo de una lenta pero imparable transformación”.

“Sí tío, pero ¿cuánto tiempo?, ganamos la asamblea ahora, pero ¿cuánto tiempo más, para recuperar todos los demás poderes del Estado, para doblegar al hampa que hoy gobierna? ¿Dos, tres años? Sólo por ahí irían veinte años, tres cuartas partes de mi vida. Luego tendríamos que esperar a que, con suerte, una nueva dirección política cambie ciertamente el rumbo y comience a sentirse una mejoría económica.Pero lo peor, lo que verdaderamente importa, es que la sociedad no habrá todavía cambiado, ¿cómo reconstruyes la moral de una población que se acostumbró al delito, de una nación que nació y creció esperando ser mantenido por el Estado, esperando que el poder le dé algo? No tío, no me queda tanto tiempo en mi vida personal para esperar al país. Ustedes porque conocieron una Venezuela que les dio mucho y la añoran pero esa Venezuela nosotros no la conocimos y no existe.”

Me vino a la cabeza la imagen de Santos Luzardo volviendo a la hacienda Altamira para recupera su esplendor. Me pareció injusto haber perdido todo lo que habíamos caminado y que la revolución bolivariana nos hubiera devuelto al punto de inicio de la civilización y barbarie. Tener que comenzar todo de nuevo.

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