En la esquina Abanico A Socorro de la parroquia Altagracia, centro de Caracas, un tiroteo entre policías y delincuentes hizo caer más temprano las santamarías de los negocios de la avenida Este 3 a las 5 pm del 30 de octubre. Era viernes de quincena.
Antes del enfrentamiento, colas alineadas frente a camiones, abastos y carnicerías abarrotaban la vía a pesar de la estela de cientos de charcos que dejó la lluvia. Algunos se acercaban a las licoreras y tascas para burlar el calor con una cerveza fría.
Los empleados de las pulperías, ferreterías y tascas de la zona no se fueron temprano a sus casas por ser viernes último y lluvioso. Esperaron hasta las 7:30 pm, mucho después de su hora de salida a que los estallidos y los aproximadamente 40 funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) desaparecieran. Desde la Tasca Turín, los clientes de Jesús Ramírez observaban la calle a través de la rendija de la santamaría. Solo una fina capa de acero los protegía.
Si bien esta es una escena común en el centro capitalino, los vecinos cuentan que cada día transitan más balas por sus calles -y más alrededor del Hotel Turín, edificación invadida desde hace cuatro años. «Hace un mes se metieron 20 agentes del Sebin, otro día el Cicpc y otro, colectivos al hotel. Buscaban drogas y armas», aseguró el dueño de una lotería cercana, que se refugió en la taberna que antes le pertenecía al hotel, durante la balacera.
En el marco de la Operación Liberación del Pueblo (OLP), funcionarios policiales verifican zonas populares como los edificios de Misión Vivienda o sitios residenciales donde sospechen que haya delincuencia organizada. Por otro lado, también pueden actuar por un “pitazo” o llamadas anónimas que denuncien actividades ilícitas en la zona, aclara el abogado criminalista Fermín Mármol García.
La información de inteligencia previa también sirve para confirmar si hay drogas o armas en esos espacios, añade Mármol. Este último era el rumor más susurrado entre los vecinos escondidos.
Clientela de categoría
El Turín antes gozaba de «tremenda» clientela, recordó el dueño de su antigua tasca entre descarga y descarga. «Eran de alta categoría», reiteró. Luego de que los invasores tomaron el sitio, que estaba desocupado, la avenida Este 3 y sus negocios también descendieron de categoría.
Sobre el negocio de Ramírez se escuchaban tiros porque el hotel yace sobre el establecimiento. «Si te fijas, ellos disparan uno por uno», comenta el dueño de la lotería. Los funcionarios del Cicpc suelen llevar armas cortas y esas disparan munición por munición, explica Mármol García.
Ramírez recapitula ante las ocho personas que se refugiaban en su tasca las ganancias que percibió los años antes de la ocupación: vendía entre 300 y 500 cajas de cerveza a la semana. Ahora vende 80 y se siente privilegiado.
La barra solo exhibe un par de botellas antiguas cubiertas de polvo y su lista de precios para tragos de licor no ha sido actualizada desde que 200 bolívares bastaban para un whisky.
Salsa y disparos
A las 5:46 de la tarde comenzaron los golpes secos de los agentes a las puertas de las habitaciones invadidas del hotel. Cuando no les abrían, las golpeaban más y más fuerte. A partir de ese momento, los puñetazos, los tiros y la salsa de reproductor que ha visto días más festivos se intercalaban. Ramírez explicó que:
«Los malandros se esconden en el hotel y la policía entra a peinarlo».
Con «peinarlo» se refiere a que revisan las habitaciones una por una en la búsqueda de delincuentes solicitados. Mármol García enumera dos razones que pueden explicar la presencia de funcionarios en el Hotel Turín a esa hora: la primera, es que el Cicpc acudió al Ministerio Público con alegatos pertinentes para justificar el allanamiento o “peinado” del Turín, luego un fiscal solicitó a un juez la orden y este la otorgó.
La segunda, es que el Cicpc puede haberse apoyado en el artículo 234 del Código Orgánico Procesal Penal (COPP) que establece que «se tendrá como delito flagrante el que se esté cometiendo o el que acaba de cometerse” y practicó el allanamiento al hotel porque encontró a los delincuentes en flagrancia o posesión de armas y drogas.
Paredes de drywall separaban la parte trasera del local del Hotel. Los clientes de la tasca se refugiaron ahí. Filtraciones ennegrecían el techo raso, el agua goteaba sobre algunas mesas y sillas se amontonaban en un rincón oscuro. Las débiles cornetas de radio sonaron las dos horas y media que duró el allanamiento. No es difícil imaginar que el lugar era antes una pista de baile al disfrute de clientes y huéspedes del hotel.
A las 7:30 pm los negocios abrieron y la gente que encontró cobijo en los locales empezó a salir a la calle todavía encharcada. Sólo quedaba una patrulla del Cicpc frente al hotel y dos funcionarios que vigilaban la entrada del Turín.
Por la rendija de la santamaría, una pickup del Cicpc se estacionó de retroceso hacia la puerta del hotel. Un testigo contó cuatro sujetos en la maleta. No supo decir si estaban vivos o muertos.