Venezuela

Miedo, protagonista silencioso de parlamentarias venezolanas

Chavista de ley, Yuraima Rondón muestra con orgullo el tatuaje del fallecido presidente Hugo Chávez que lleva en su brazo izquierdo. Pero tiembla cada vez que escucha a su sucesor Nicolás Maduro pronosticando "caos" y "violencia" si triunfa la oposición en los comicios legislativos del domingo seis de diciembre

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Hoy Venezuela

Ama de casa desempleada de 38 años, Rondón dice que debió cambiar de aparato telefónico y de número por el hostigamiento de que fue objeto de parte de sus «ex camaradas» cuando salió en un video junto al líder opositor y excandidato presidencial Henrique Capriles apoyando un cambio a mediados de octubre. Afirma que los chavistas la ven con desprecio y la gritan «traidora» y «vende patria».

«Al día siguiente del video no pude salir de mi casa porque lo que hacía era llorar por la cantidad de mensajes que me mandaban (al teléfono móvil) diciéndome traidora», dijo la mujer mientras lloraba desconsolada.

Incidentes como estos, sumados a la retórica incendiaria del oficialismo, han hecho que aumente el temor a medida que se acercan los comicios del fin de semana, en los que por primera vez en 17 años la oposición figura como favorita para tomar el control del parlamento, o Asamblea Nacional, desde donde promovería profundos cambios.

Sectores más radicales de la oposición pondrían, incluso, poner en marcha un referendo revocatorio del mandato de Maduro, cuya popularidad ha venido en picada.

El gobierno venezolano se muestra cada vez más preocupado por la cantidad de gente como Rondón que apoyó firmemente a Chávez, pero le están dando la espalda a su revolución. Ese bloque de votantes es una de las principales preocupaciones oficialistas porque las encuestan le otorgan una enorme ventaja a la oposición y un triunfo abrumador en el voto popular, pero que tal vez no le dé la mayoría absoluta en la Asamblea porque el sistema electoral favorece a distritos rurales poco poblados en detrimento de las zonas urbanas donde la oposición es más fuerte.

La preocupación que reina en el oficialismo se hace evidente en los comentarios del propio Maduro.

«Si se diera ese escenario» de un triunfo opositor, dijo Maduro a fines de octubre, «Venezuela entraría en una de las más turbias y conmovedoras etapas de su vida política y nosotros defenderíamos la revolución, no entregaríamos la revolución y la revolución pasaría a una nueva etapa».

«No habría presupuesto ni para que funcionara una escuela o un liceo», señaló el martes en su programa televisivo, ‘En Contacto con Maduro’. «Me lanzaría a las calles con el pueblo… No aceptaría que le quiten los recursos a la alimentación, a las viviendas, a las grandes misiones. Con la Constitución en la mano me declararía en rebeldía total con el pueblo movilizado», añadió.

Ese tipo de retórica no hace sino aumentar la tensión en un país muy polarizado, que enfrenta una seria crisis económica, caracterizada por una desbordada inflación y severos problemas de escasez de alimentos y otros bienes básicos.

«Aquí no hay miedo, lo que hay es terror porque a la gente le dicen que van a perder sus beneficios», afirmó Servando Carbone, coordinador nacional de Federación de Trabajadores del Sector Público y dirigente de la Unión Nacional de Trabajadores, al indicar que ha recibido al menos 50 denuncias de empleados públicos que aseguran que en las últimas semanas han sufrido recurrentes amenazas de sus jefes para que voten por el oficialismo y reúnan otros diez votantes ya que de lo contrario serán despedidos o les quitarán sus viviendas y otros beneficios.

Carbone dijo que muchos de los denunciantes no acuden a las inspectorías del Ministerio del Trabajo ni salen ante los medios de comunicación porque temen perder sus trabajos o sufrir represalias.

«La gente tiene miedo porque el Presidente de la República ha generado un miedo. Cree que se le va a convertir en que la gente no asista (a votar). Lo que está generando es que la gente tenga mucho más a… (rabia)», agregó.

Las autoridades han negado los señalamientos de la oposición y la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, dijo este jueves que el Ministerio Público hasta el momento no ha procesado ninguna denuncia de empleados públicos que hayan recibido supuestas amenazas de sus jefes para que voten a favor del oficialismo y fotografíen sus votos, tal como han denunciado algunos opositores.

El consultor político, Edgar Gutiérrez, afirmó que el tema del miedo se viene observando desde hace varios años en el país, reflejado en recurrentes denuncias de hostigamiento, amenazas y chantajes a empleados públicos y privados, pero aseguró que la intimidación oficialista «ha arreciado» ante la perspectiva de una derrota electoral del oficialismo.

Eso, dice Gutiérrez, ha llevado a que algunas prominentes figuras del gobierno lancen en las últimas semanas fuertes advertencias sobre la posibilidad de que un triunfo opositor pueda llevar al país a un caos o un deterioro de las condiciones de vida de los sectores más pobres por el retiro de los programas sociales.

Rondón dice que decidió apostar al cambio «porque estoy viendo que este país en realidad se está hundiendo y me angustia mucho que eso arrastre a familia. Ya mi hijo mayor, con muchos sacrificios, logró entrar a la universidad, pero tuvo que irse de mi casa porque ya no me da para mantenerlo, y lo que más me duele es que pasa el día sin comer. Yo no quiero esos para mis hijos», confesó entre llantos la mujer de tez morena clara y estatura mediana.

«No se aguanta más las colas, la mala situación de vida», agregó Rondón, residente de una ciudad que ha sido bastión del chavismo y cuya familia se sostiene en el salario de su marido, un obrero de la construcción.

En medio de un polvoriento e improvisado campo de fútbol, Carlos León, un espigado paramédico que comparte su tiempo entre su trabajo, el rap y el entrenamiento deportivo, da las últimas indicaciones a un delgado niño antes de salir a jugar.

León, quien prefiere ser identificado como «Piraña», su nombre artístico, es otro chavista que decidió separarse de las filas del oficialismo luego que fue segregado por hacer «rap de protesta» contra la difícil situación que enfrentan los venezolanos.

«Esa política revolucionaria para nosotros no existe», sostuvo con decepción el humilde paramédico, de 33 años, al reconocer que debe hacer guardias hasta de 48 horas continuas para lograr dinero adicional porque su salario diario de 285 bolívares (cerca de un dólar y medio) se le va en comprar los escasos alimentos que consigue y el pago del transporte público.

León asegura sentirse esperanzado por la posibilidad de cambio político que pueda darse luego de los comicios del domingo, pero admite que entre los venezolanos reina el temor, en especial luego de algunos hechos violentos registrados en medio de la campaña electoral dejaran como saldo a un dirigente opositor asesinado de un balazo al final de un acto político en el estado central de Guárico.

«Hay gente que le da miedo que se forme un problema con la votación», dijo León, quien sostuvo que a pesar del riesgo que pueda representar la acción de grupos violentos el día de las elecciones está dispuesto a salir a sufragar porque no quiere más represión. «Prefiero tener miedo ahorita a que pasen 10 años… Y mi hijo haya crecido con ese miedo».

Por el lado de las toldas del oficialismo también hay inquietud. Martha Rivera, una arquitecta de 63 años que trabaja como consultora para empresas públicas y privadas, opinó que «dejar la Asamblea Nacional en manos de la oposición implicaría la posibilidad de darle una puerta de entrada a la oposición a dar un golpe parlamentario».

Desde uno de los llamados «puntos rojos» que instaló el oficialismo en todas las ciudades del país para llevar el registro y control de sus potenciales votantes, la arquitecta dijo que una derrota del oficialismo podría «echar todos los avances sociales que hemos aprobado».

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