Es una desgracia, pero tratándose de esta revolución pacífica pero armada, también un alivio: no hay solución mágica para la sequía. “El método solo ayuda a incrementar la lluvia en aproximadamente 20%, pero para bombardear nubes tiene que haber eso: nubes, y con El Niño no hay”, explica un meteorólogo venezolano
En los próximos meses arreciará la sequía y usted escuchará más de un periodista que se sentirá tan iluminado como el Q de James Bond y le preguntará al titular de la cartera de Ecosocialismo: Ministro, ¿ha llegado el momento de bombardear las nubes? El concepto cautiva y también aterra a la imaginación. ¿Era eso lo que hacían en la despedida de El Conejo en Margarita?
Además de traer lluvia, las nubes son famosas porque, aunque hoy la gente prefiere pasársela viendo un Smartphone, uno las mira desde abajo y tienen formas: allá va un hipopótamo, allá van los cachetes de Hermann Escarrá. Aunque suene a solución mágica para contrarrestar los estragos de El Niño, en tiempos de revolución pacífica pero armada, también resulta pavorosa la imagen de un Sukoi enviado por Padrino López para atacar a un personaje de Pixar:
La Wikipedia explica que el “bombardeo” o siembra de nubes consiste en dispersar en al aire (a través de aviones o cohetes) sustancias químicas como el yoduro de plata. Aunque es algo extremadamente difícil de entender para un profano, a grandes rasgos, estas sustancias aceleran el proceso que hace que nubes extremadamente frías se precipiten en forma de cristales de hielo o agua.
Al parecer, un estadounidense aficionado al montañismo que nunca estudió bachillerato pero tampoco es que era un chofer de Metrobús, Vincent Schaefer, descubrió la técnica. En noviembre de 1946 en Massachusetts se consiguió por primera vez que cayera nieve inducida.
También según la Wikipedia, durante la guerra de Vietnam, los imperialistas gringos aplicaron de manera secreta un plan llamado Operación Popeye (¡el marine soy!) para bombardear nubes, alargar la temporada del monzón, llenar todo de lodo y complicar el abastecimiento a las guerrillas del Vietcong. ¿Ven que sí es verdad lo de la guerra económica?
“El bombardeo de nubes dista de ser una solución mágica”, llega en nuestro auxilio Luis Vargas Márquez (@meteovargas), meteorólogo y especialista en climatología venezolano. “Solo ayuda a incrementar el tamaño de las nubes y la producción de lluvias en 20% aproximadamente. Para que esto ocurra, sin embargo, deben existir nubes de desarrollo vertical, las conocidas cúmulos o cumulonimbos, lo que quiere decir que en plena sequía como la actual no se hacen bombardeos de nubes porque no hay nubes productivas”, explica Vargas a través del correo electrónico.
“El año pasado, en varios embalses de Táchira y Zulia, se instalaron nuevos mecheros que ‘bombardean’ quemando yoduro de plata desde la superficie. En el primer caso, no hizo falta la siembra de nubes, ya que en Táchira se registraron precipitaciones por encima de su promedio durante los meses de junio-julio y posteriormente las lluvias se mantuvieron cerca a lo normal. En Zulia fue poco el provecho que se sacó a este sistema ya que hubo carencia de buena nubosidad cumuliforme hacia el Norte de la entidad. En Guri, el principal embalse de Venezuela, se realizó esta tarea durante varios meses del año pasado y se consiguió mantener los niveles operativos. Pero en la actualidad el sistema no es empleado por la sequía que estamos atravesando: no hay nubes”, agrega Vargas.
El especialista venezolano acreditado por Vaisala, compañía finlandesa líder en tecnología ambiental, concluye: “El bombardeo de nubes se emplea durante un período seco habitual, es decir, sin los efectos de El Niño, cuando hay algunos días con formación de nubes productoras de buena lluvia, o durante un período lluvioso flojo, o por debajo de su promedio. Pero en esta oportunidad, simplemente, no se puede realizar. Por otra parte, hasta ahora no se ha comprobado un efecto secundario de estas sustancias químicas en los seres vivos al emplearlas de esta manera”.
Como habitante de Caracas, solamente he presenciado un bombardeo en mi vida: el 27 de noviembre de 1992, durante el intento de golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez, un avión de guerra disparó contra unas antenas de telecomunicaciones en el Ávila, relativamente cerca de mi apartamento, lo que dejó profundas secuelas sicológicas: siempre le tendré pánico hasta al helicóptero de Traffic Center. Entre quedarme sin agua después de decirle chao al último jabón Protex o presenciar el tiro a la nube desde la Cota 905 con animación de Rosita, prefiero de pana que ojalá que llueva café.