Venezuela

Ex ministro chavista narra su experiencia en la marcha del 18-M

El economista Felipe Pérez Martí, un ex ministro de Planificación del ex presidente Hugo Chávez y profesor  universitario, cuenta en primera persona su experiencia como manifestante en la marcha de este 18 de mayo, organizada por opositores para presionar al Consejo Nacional Electoral (CNE) a que cumpla los plazos legales para un referendo revocatorio contra el gobernante Nicolás Maduro.

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Pérez Martí fue testigo de la ostentosa represión, la determinación y la impotencia de los manifestantes, incluyendo una viejita que quería lanzarle piedras  a los policías, y de la retirada ante el agobio de los gases lacrimógenos:

«La Plaza Venezuela estaba completamente acordonada, así que no sea podía mover uno ni un milímetro hacia el CNE. La gente logró romper uno delos cercos, y moverse hacia la (avenida) Libertador. Ahí todos nos concentramos. Una cosa pasó, muy significativa. El rector Luis Emilio Rondón se vino en moto desde el CNE, ya que la marcha no pudo llegar allá, para recibir la carta que la dirigencia llevaba al organismo comicial.

A partir de ahí, para evitar violencia, Ramos Allup, Capriles, los diputados de la MUD (Mesa de la Unidad Democrática), bajaron la línea de retirarse, pues ya se había cumplido el objetivo. Costó mucho persuadir a la gente. Yo ayudé en eso. Pero me quedé, para mediar si hacía falta.

De hecho, ayudé a una viejita que llevaba una piedra del tamaño de un balón de baloncesto para lanzársela a la policía acordonada. La ayudé no a tirarla, claro, sino a persuadirla de que ese no era el método, que era contraproducente. La verdad es que los policías cercanos estaban riéndose de la pobre viejita mientras yo la persuadía. Ella estaba muy motivada a luchar.

La vi como luchando por su vida, cuando me decía que no tenía comida para ella y sus hijos, que se estaban muriendo de hambre. Cuando logré quitarle la piedra, rompió en llanto de tremenda frustración, y pude llevarla para atrás, con otra señora que también estaba en actitud de «batalla final».

Aclaramos que esto es por pasos, y que no es mediante la violencia, sino la resistencia no-violenta, la no-violencia activa.

Luego nos concentramos en la parte de la avenida que está subiendo de la Previsora, habiendo retrocedido una cuadra desde donde se entregó el documento. Luego de como cuarenta minutos, la cosa se empezó a caldear. Yo persuadí a varios jóvenes a que no lanzaran piedras. Y lo logramos en nuestro sector. Pero la cosa estaba incontrolable, y un encontronazo violento rompió por otro lado. A partir de ahí, empezó la lanzadera de bombas lacrimógenas:

Debo decir que ya antes había habido bombas, luego de que, según me contaron, alguna gente agarró a un guardia nacional y le estaba pegando. Ahí fue cuando «reculamos» una cuadra.

Pero la cosa se había calmado bastante cuando ocurrió lo que conté al final. Yo permanecí en el centro de la confrontación, en un sentido, cuando ya era «tierra de nadie», e imperaba el gas. Me retiré hacia una esquina, y luego fui bajando hacia la previsora. Había mucho gas, y tuve que tomar aire de una reja buscando el viento a favor. Ahí nos refugiamos tres personas. Pero una señora joven, con una prótesis en una pierna, estaba muy mal, pidiendo agua. Le di agua, y el otro señor le dijo que no se pusiera agua en los ojos, pues era peor.

Llegó un momento que dije: «vámonos de aquí», pues veía que a pesar de que teníamos que «navegar» a través del gas, si nos quedábamos, iba a ser peor. Me llevé a la señora por entre los espacios sin gas, como pude, hasta que por fin llegamos a la Previsora. Debo decir que cuando estábamos pasando la calle, casi dije «hasta aquí llegué»: el efecto del gas era absolutamente terrible, y no podía casi respirar, con los ojos muy afectados. Pero pudimos llegar. La señora estaba llorando, frustrada, indignada. Pero se fue calmando.

Luego la policía en motos arremetió contra nosotros de nuevo. Pero no hubo tanto gas, y yo los dejé pasar, digamos. La señora ya había cogido su rumbo.

Noté, por cierto, que desde el edificio que está frente a La Previsora, un edificio que fue tomado hace un tiempo, y el gobierno de alguna manera repartió entre sus copartidarios, alguna gente chavista-madurista comenzó a tirarle piedras a los manifestantes pacíficos de oposición. Realmente criminal. Alguna gente trató de responderles con piedras, pero sin efecto, pues en ese momento vino la policía como a defender a los chavistas. A partir de ahí la cosa se dispersó hasta donde pude ver.

Yo avancé poco a poco. Y en un momento, casi llegando a la Calle de Los Hoteles, la policía agarró a un joven manifestante de oposición. Tras un puesto de revista, empezaron a darle patadas y golpes salvajemente, mientras la gente de los edificios cercanos les gritaba para que no lo hicieran. Yo no sé qué me entró, pero me dirigí, solo, a «rescatar» al muchacho desde el otro lado de la calle, donde yo estaba. Él estaba totalmente rodeado de motos de policías, y de los policías que lo estaban agrediendo. Yo pensaba impedir que le siguieran pegando. Pero no llegué a tiempo, pues lo dejaron ir, ya que los policías volvieron a sus motos, y a su formación. El muchacho logró refugiarse en un edificio cercano, donde lo atendimos un poquito (yo marginalmente, pues la gente ya lo estaba ayudando en el momento en que llegué).

Otra cosa que vi fue a unos cuatro niñitos, como de ocho años, extraviados, vestidos de uniforme escolar. Algunas señoras de la marcha los atendieron, les prestaron sus teléfonos celulares para que encontraran a sus familias».

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