Venezuela

Venezuela: el acertijo de la “dicta-cracia”

Una muestra de cinco constitucionalistas fueron colocados contra la pared para darle una respuesta final, tajante y binaria a la pregunta que tenemos en la punta de la lengua desde 1998 y que ha sido metida dentro de un acelerador de partículas en 2016: ¿estamos por fin en una democracia o una dictadura? El autoritarismo avanza y seguimos sin ponernos de acuerdo con su apellido  

Publicidad

Cuando era muy niño, había un canal llamado RCTV que transmitía la telenovela Estefanía, y allí todo estaba claro. ¿Qué es una dictadura? Lo que se veía en Estefanía, es decir, lo que se supone que ocurría en Venezuela cuando gobernaba Pérez Jiménez: torturaban a la gente y no había libertad. ¿Qué es democracia? Algo que permite que haya una telenovela sobre la dictadura. “Cuando era joven, la vida parecía tan maravillosa”, como dice la Canción Lógica de Supertramp.

Después creces y te das cuenta de que hay bolígrafos de tinta negra y corrector Tipex blanco, pero también lápices Mongol que escriben en un guabinoso tono intermedio que, además, se puede borrar con una gomita roja. En la universidad, empecé a escuchar términos como dictablanda, que se ha empleado en varias etapas y parajes de la historia hispanoamericana, incluida aquella Venezuela de los años cincuenta, que tuvo un triunvirato militar ligeramente más progresista antes de que Pérez Jiménez tomara el coroto para él solo en 1952.

Pensadores como el francés Alexis de Tocqueville agregaron nociones todavía más inquietantes como la tiranía de las mayorías: los votantes pudieran meter mal el dedo. “Nunca debe olvidarse que el dogma reciente de la soberanía popular no es sino una transferencia del absolutismo monárquico de Uno a Muchos”, lo dibuja el historiador Jacques Barzun.

Algo sí tengo claro: democracia es mucho más que entintarse de morado y tomarse un selfinger (*) (selfie de un dedo). Democracia es una forma de vivir.

Desde 1999, cuando el recién electo presidente Hugo Chávez se saltó bastantes peajes para elaborar una nueva Constitución exprés, el debate ha estado abierto: ¿ha seguido habiendo libertades civiles en Venezuela, al menos como las conocimos entre 1958 y 1998? ¿Tenemos Estefanía o democracia? Ya ni siquiera existe el canal que pasaba Estefanía. Nicolás Maduro parece haber llevado el videojuego al siguiente nivel con los acontecimientos que se han precipitado en 2016: un Tribunal Supremo de Justicia que actúa con el pudor de Miley Cyrus; una recién electa Asamblea Nacional tan decorativa como Scarlett Johansson entre los Avengers; un Consejo Nacional Electoral que se hace esperar más que la Mujer Maravilla.

Cada día que se retrasó este texto por la depresión del redactor ante la situación del país, pasaba algo nuevo que agravaba el estado de la dicotomía: por ejemplo, el decreto de Estado de Excepción Económica.

El Estímulo hizo el ejercicio de tomar una muestra de cinco abogados y constitucionalistas y ponerlos contra la pared en un debate binario, maniqueo y final: ¿Por fin en junio de 2016 estamos en una democracia, sí o no? ¿Si no es una dictadura, entonces qué es esto? ¿Uno o cero? Las respuestas:

José Vicente Haro: “Dictadura con apariencia de legalidad”

“Luego de la experiencia del Tercer Reich en Alemania, modernamente se ha llegado a la conclusión técnica y teórica de que para que exista una democracia no basta con que haya elecciones. Desde el punto de vista de la ciencia política, para determinar si hay democracia o no, se revisan cuatro aspectos: autonomía e independencia entre los poderes públicos; respeto a los derechos humanos, no solamente los políticos como el referéndum revocatorio, sino la alimentación o la salud; respeto a los resultados electorales; y respeto a la Constitución. Ninguno de los cuatro se da en el caso venezolano. No tenemos democracia. Hay un quebrantamiento del hilo constitucional. Una dictadura moderna, es decir, que se reviste de un manto de legalidad”.

José Ignacio Hernández: “Golpe de Estado continuado”

“No puedo responder a la pregunta bajo las condiciones señaladas: un blanco y negro de un tema lleno de grises. La carta de Luis Almagro clarifica el asunto: en Venezuela hay una alteración grave del orden constitucional y democrático, lo que implica que las instituciones que participan en esa alteración (Presidencia, TSJ, CNE, Poder Judicial) no actúan bajo formas de Derecho sino de hecho. Esto se parece mucho a lo que la doctrina francesa llama golpe de Estado continuado. Pero no es un golpe de Estado tradicional, ni es un régimen de facto tradicional. Si lo fuera, ni yo podría responder esta pregunta. Además, hay áreas del Estado en las que coexisten todavía instituciones democráticas”.

Juan Carlos Apitz: “Autoritarismo contemporáneo”

“No hay manera de aplicarle conceptos del pasado a una situación presente. El autoritarismo se ha diversificado, optimizado y sofisticado. Una de las distintas maneras que el autoritarismo tiene hoy para actuar es legitimándose a través del Poder Judicial. Léete el proyecto de Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional para que veas todas las maneras en que procede el autoritarismo. Yo preferiría llamarlo autoritarismo contemporáneo altamente sofisticado: te utiliza el resto de los poderes públicos para legitimarse. Hay un secuestro de instituciones sometidas a un poder público: el Ejecutivo”.

Juan Manuel Raffalli: “No es un gobierno de facto”

“No estamos en un gobierno de facto. Ello hubiera implicado el acceso al poder mediante una vía de hecho y no mediante elecciones, independientemente de las dudas sobre los resultados. Tampoco creo que es una dictadura abierta. Acá hay una afección importante de derechos humanos pero no extrema. En las dictaduras los derechos humanos se vulneran masiva y constantemente por ser indispensable para que el Gobierno mantenga el poder. Creo que estamos ante un Gobierno con dudosa legitimidad de origen, pero que se ha apartado de manera importante del ámbito constitucional. Esto es incluso es más patente en el TSJ. De esta forma tenemos un gobierno que poco a poco se ha hecho ilegítimo debido a sus acciones inconstitucionales, incluyendo las que el desconocimiento de la voluntad y la soberanía popular y la manipulación de otros poderes públicos (CNE y TSJ)”.

Jesús Silva: “Guerra constitucional”

El constitucionalista y conductor del programa La Propuesta en TVES afirma que aquí lo que en realidad existe es una “guerra constitucional impulsada por la Asamblea Nacional” y como única ampliación de la respuesta adjuntó una entrevista de la que se extraen argumentos como el de que las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia en 2016 sirven de “freno contra el golpe parlamentario que se ha pretendido consumar en perjuicio del régimen democrático venezolano”.

La pequeña medición tampoco arroja resultados demasiado contundentes:

  • Dictadura con manto legal: 1 voto
  • Un tipo no convencional de autoritarismo: 2 votos
  • Una democracia que se ha alejado de la Constitución: 1 voto
  • Una democracia que sufre una guerra constitucional parlamentaria: 1 voto

El debate queda abierto para usted también: ¿qué se supone que tenemos hoy en Venezuela? Por mi parte, me quedaré extrañando los tiempos en que un esbirro interpretado por Gustavo Rodríguez le pasaba un cigarro por la cara a una catira bonita (la Democracia) que se quería levantar, y todo era mucho más claro que ahora. Cerraré con esta reflexión que me dejó el politólogo Guillermo Tell Aveledo, hijo de Ramón Guillermo Aveledo: “La vida de Nicolás Maduro es un misterio en muchos aspectos, pero algo que sí sabemos es que estudió en Cuba como un cuadro político. Chávez era mucho más heterodoxo. Maduro quizás no es un intelectual, pero sí un leninista muy ortodoxo. Esa fue su formación en la primera adultez. Un cuadro muy disciplinado y muy creyente. Un socialista radical como jamás habíamos tenido en la presidencia de la República”.

 

Publicidad
Publicidad