Venezuela

Venezolanos deben cruzar la frontera con Brasil si quieren un remedio

Una caja con 30 tabletas de ácido fólico se consigue en Venezuela por 439 bolívares. Esa misma caja, pero de diferente marca, se compra en Brasil por 5.700 bolívares. Una diferencia abismal para Yorvi Pérez, quien vive de las ventas de frutas en la última ciudad venezolana de cara a Brasil.

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Fotografía: Dagne Cobo Buschbeck

Pero este joven nacido en Caicara del Orinoco dice no tener opción. Un niño necesita esa vitamina que él no ha logrado conseguir en su país.

Yorvi al igual que muchos venezolanos cruzan hacia el otro lado de la frontera desde Santa Elena de Uairén, en el extremo sureste, para obtener remedios a precios exorbitantes ante la crisis humanitaria en salud que el gobierno no reconoce.

El joven de 25 años invierte diez minutos en carro para llegar a Pacaraima, la primera ciudad brasileña que uno se topa cuando cruza el territorio. Allí encuentra en una misma calle una gran variedad de comercios, entre ellos farmacias repletas de productos, que reciben sin distinción sus bolívares y reales brasileños.

Utilizar a Brasil como botica es muy común entre los venezolanos que viven en los confines del estado Bolívar. Verlos en las calles de Pacaraima con bolsas de supermercado llenas de billetes para comprar tres o cuatro cajas de medicamentos impacta para alguien que no vive en la frontera.

Pero la naturaleza de la economía local y la necesidad convierten a los criollos en unos asiduos clientes de las cadenas farmacéuticas para medicamentos de todo tipo. Desde ungüentos, antialérgicos, medicamentos para la hipertensión hasta anticonvulsivos que requieren récipe, son muy buscados por los clientes.

Una caja de anticonceptivos, por ejemplo, se compra en el norte de Brasil por 2.500 bolívares. En el lado venezolano, esa misma caja cuesta 230 bolívares, pero no se consigue. Unas 15 pastillas para la hipertensión cuestan alrededor de 4.000 bolívares. Y también están desaparecidas de los establecimientos del último pueblo al sur de Bolívar.

Para obtener una medicina con récipe en Venezuela, un médico en Brasil debe revisar al paciente y verificar si el tratamiento recomendado es el correcto. Este chequeo se hace sin costo alguno en el Sistema Único de Salud (SUD), según explicaron los farmaceutas.

Luzmila Carrillo tiene siete años viviendo en Santa Elena de Uairén. Cuenta que ni siquiera su profesión de paramédico le ha permitido obtener medicinas, mediante conocidos, en los centros de salud públicos y privados de Venezuela.

Ella visita La Línea, como se conoce popularmente a Pacaraima, en búsqueda de unos remedios para unos amigos y familiares en Puerto Ordaz, su ciudad natal. Dice que traspasa ocasionalmente la frontera cuando le urgen por uno que no se consigue en Venezuela.

Comenta que los viajes de venezolanos a Brasil por salud han crecido en los últimos meses, con la agudización de la crisis. Recuerda cuando le tocó pasar la frontera para comprar un antibiótico por una amibiasis que tumbó a su esposo en una cama.

Dice que la tranquilidad por la que se observan sus compatriotas comprando medicinas y comida en Brasil sacude su indignación. “Ves a ese señor cargando ese bulto de arroz, ese es un oficial del ejército venezolano que conozco”, señala Carrillo con su dedo hacia la puerta de un supermercado ubicado al frente de la farmacia donde es entrevistada.

-Tratamiento gratis en Brasil-

No sólo por medicinas viajan los venezolanos Brasil. Cada día crece el número que traspasa los límites para ser tratados en un centro asistencial público del vecino país. Margaret Roque recibe a los pacientes en el único ambulatorio que existe en Pacaraima.

Al recibir con una amabilidad que inquieta a unos periodistas provenientes de Caracas, Roque certifica que muchos venezolanos con diversos padecimientos están siendo tratados por médicos en ese centro.

“Sólo esta mañana hemos recibido a cinco”, dice la señora mostrando la carpeta de visitantes.

Roque también ratifica una realidad desconocida por muchos en Venezuela: la asistencia humanitaria que realiza a diario a Brasil a pacientes con complicaciones provenientes del hospital Rosa Vera Zurita, el único gran centro asistencial público de Santa Elena de Uairén que no cuenta ni con suero fisiológico para atender una diarrea.

Luis Carmona es un joven de 25 años que está realizando su rural en ese sanatorio. Denuncia que a la única ambulancia del hospital se le fundió el motor porque realizaba hasta tres viajes diarios a Boavista, en Brasil, con pacientes que no podían ser atendidos por falta de equipos y medicinas en Venezuela.

Advierte que, a pesar de la ayuda, el sistema brasileño de salud está recortando la asistencia ante la ola de pacientes que son trasladados de urgencia al otro lado de la frontera.

“Estamos enviado a personas porque no hay suero fisiológico y eso es un abuso”, comenta.

Boavista está a dos horas de camino desde Santa Elena. Esa ciudad, con una pujante actividad económica, cuenta una maternidad “que está llena de venezolanas pariendo”, asegura Lorena a las puertas del ambulatorio en Pacaraima.

Hablando un ‘portuñol’ gestado en los 15 años que tiene viviendo en Brasil, esta venezolana, casada con un brasileño, dice que sus compatriotas se están aprovechando de los beneficios de un sistema estatal de salud “que funciona”.

“¿Cómo no se van a aprovechar si en Venezuela no hay nada. Ello reciben hasta condones que regala Brasil y luego los venden en las minas”.

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