Venezuela

Rafael Caldera, de ilustrísimo a chiripa

Rafael Caldera fue un político exitoso y de eso pocos dudan. Se supo reeditar a los 78 años para conquistar, chiripero mediante, un país que ya despreciaba el modelo político de entonces —bipartidismo incluido. Amado por su intelecto, respetado por su amplia obra escrita, criticado por sus decisiones económicas y odiado por el indulto a Hugo Chávez, pasó a la historia como un demócrata

Publicidad

El siglo 20 venezolano tiene pocos nombres que lo acompañaron casi por completo. Arturo Uslar Pietri es uno de esos. Rafael Caldera es otro —y mucho más importante por la labor institucional y partidista que encabezó. Del socialcristiano, dos veces Presidente de la República, se ha dicho mucho, desde alabanzas a su preparación académica e intelectual, hasta un amplio expediente de culpas nacionales.

Caldera fue el presidente con mayor obra escrita y publicada, un maestro para los diagnósticos económicos y fiscales, y el de curriculum más destacado, desde su formación jesuíta hasta su doctorado en Ciencias Jurídicas y Políticas por la Universidad Central de Venezuela, de donde fue profesor. También fue miembro de número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales y de la Academia Venezolana de la Lengua, con cinco idiomas compartiendo espacio en su mente —ha sido el único mandatario venezolano que ha pronunciado un discurso completo y no leído en inglés, durante una visita a Estados Unidos.

Su hoja de vida tiene más títulos. Uno de esos es el de segundo “padre” de la democracia, a pesar de que Rómulo Betancourt quedó marcado por ese calificativo gracias a insistencias históricas de maestros como Germán Carrera Damas. Pero Caldera estuvo allí, en aquellos primeros años de la representatividad nacional, con la Unión Nacional Estudiantil, luego el Movimiento de Acción Nacional y finalmente con Copei. Convivió con Pérez Jiménez y después fue adversario de Rómulo, como luego, con mucho más ahínco, de Carlos Andrés Pérez. Esa “segunda generación” de Acción Democrática (AD) debió lidiar con el mismo contrincante, y no con Joaquín Marta Sosa y otros llamados a sucederlo en las filas del partido verde.

Caldera fue padre y fue sepulturero. La democracia bipartidista que ayudó a forjar, esa que lo vio como el incansable y reiterado candidato presidencial —las veces que Copei no lo tuvo como abanderado fue porque perdió en primarias internas y no por falta de aspiraciones—, también terminó con él como enterrador cuando asumió la tercera vía electoral, el chiripero, y salió del retiro para lanzarse de nuevo a sus casi 80 años. Creó el partido político Convergencia a su imagen y semejanza cuando en primarias Oswaldo Álvarez Paz logró los símbolos socialcristianos para las elecciones de 1993, y se alió con la izquierda que había terminado de pacificar casi tres décadas atrás: fue el candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), del Partido Comunista de Venezuela (PCV) y del Movimiento Electoral del Pueblo (MEP).

Publicidad
Publicidad