Venezuela

El comandante Maduro se pone al frente de la revolución odebrechtiana

El combate a la corrupción demuestra que existe una gran diferencia entre las repúblicas latinoamericanas y el reino bolivariano. Se llama democracia. En Brasil, cayó el Gobierno. En Perú, solicitan la extradición de un expresidente. En Colombia, están detenidos un antiguo viceministro y un viejo senador. Y en Venezuela, tiembla el bedel de Odebrecht.

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AVN / Prensa Presidencial

La corrupción deja en evidencia la brecha que separa a las repúblicas latinoamericanas y el reino bolivariano. En realidad, la diferencia se resume en una palabra: democracia. Mientras en la región se apuesta por el fortalecimiento de las instituciones y la transparencia, el régimen chavista se jacta de haber liquidado la independencia de poderes y de instaurar la opacidad. En todas partes se roba, pero en pocos lugares existen tantos incentivos para hacerlo.

Telesur informa que “miles de dominicanos participaron en la marcha ‘Fin de la Impunidad’, que denunció la corrupción y sobornos distribuidos a funcionarios públicos por la empresa brasileña Odebrecht”. Telesur, siempre en el lugar de los hechos. Que afectan a otros. En República Dominicana se indignan por unas coimas de apenas 92 millones de dólares. El suelto de un boliburgués. Odebrecht confesó que pagó 98 millones de dólares en comisiones en Venezuela. Eso equivale al 0,032% de lo que se perdió en Cadivi, según ex ministros de ese paladín anticorrupción que fue Hugo Chávez.

Por eso, los hijos de la patria de Bolívar no mueven ni un dedo. Acostumbrados a la grandeza, no malgastan su tiempo en minucias. Además, saben que esa protesta –como las colas- no será televisada.

El presidente Nicolás Maduro la tiene más difícil. Es verdad. A diferencia de sus colegas en la región, no puede investigar ni culpar al gobierno anterior.

Temer señala a Lula. Kuczynski jurunga a Toledo. Santos y Uribe intercambian acusaciones. Y Maduro se sienta en el Salón de los Espejos. Duro. Los países vecinos aprovechan el escándalo para profundizar sus políticas anticorrupción. Maduro también convierte el caso Odebrecht en una oportunidad. Para perseguir a la oposición.

“Un gobernador recibió dinero de Odebrecht y va a ir preso, después no diga que es un perseguido político”, advirtió. Como siempre. Caiga quien caiga.

El Jefe de Estado invita a pasar la página para resucitar esa enorme manada de elefantes rojos.

“Las obras las vamos a terminar con mano de obra y trabajo venezolano, ingeniería venezolana, inversión venezolana, como debe ser”, anuncia el mandatario. Raro que no se le ocurrió primero a Chávez.

Igualmente, resalta la importancia de detener a los corruptos en el país. ¿Por qué? Para evitar que se vayan a los “United States, pa’ allá, pa’l norte y se declaran perseguidos políticos y los ponen bajo juramento a colaborar con las agencias del gobierno de Estados Unidos”. Y luego vienen las listas negras, las cuentas congeladas, las avionetas incautadas, los apartamentos confiscados… Son las particularidades del proceso chavista. En la IV, los venezolanos no eran suizos. En la V, no son ni brasileños, ni peruanos, ni colombianos, ni dominicanos. Ni nada.

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