Las razones de la ira
Una de las consecuencias más visibles, y menos comentadas, del resultado electoral de las elecciones parlamentarias, ha sido la renovación casi absoluta de los estamentos dirigentes de la sociedad democrática.
Una de las consecuencias más visibles, y menos comentadas, del resultado electoral de las elecciones parlamentarias, ha sido la renovación casi absoluta de los estamentos dirigentes de la sociedad democrática.
Se trata de un proceso que ya lleva un tiempo de gestación, pero que vino a cristalizar por completo el año pasado, cuando arribaron a la palestra pública un apreciable número de dirigentes jóvenes; auténticos “cuadros” de partido, dispuestos a escribir páginas en la vida institucional del país. Dirigentes nuevos en partidos recientes. Para muchísimas personas, la encarnación de la esperanza nacional.
Poco queda de la política venezolana de los años 90. Hay savia nueva, esperando una oportunidad. Nada tiene qué hacer esta dirigencia con lo hecho o dejado de hacer en los años del Pacto de Punto Fijo. No es honesto, como argumento, presentar a esta dirigencia como una continuidad, o como deudores, de lo hecho en los primeros 40 años de Democracia Representativa.
La era del bipartidismo tuvo sus máculas, pero a todo el mundo le ha quedado claro que las del chavismo son bastante más protuberantes. El balance de los gobiernos civiles de los años de Punto Fijo corresponde a los historiadores, y de seguro será mucho más positivo que negativo. Los logros de la democracia son holgadamente superiores, en avances, cifras, obras, que lo abonado por el chavismo hasta hoy.
Primero Justicia y Voluntad Popular, en particular, son la expresión política más acabada y reciente del política venezolana en el terreno democrático. Junto a otras formaciones nuevas, como Vente Venezuela. Son atacadas con fiereza, acusadas de promover cualquier desencuentro social, asediadas desde el punto de vista legal. Se les ataca en la misma medida que se les teme.
Sobre ellos los mandos chavistas desarrollan una poderosa y despiadada operación de propaganda, que es acompañada con gusto por intelectuales y periodistas del oficialismo, en la cual se insiste en retratarlos, desde la antipatía compartida, como bandas nazifascistas, esperpentos o falanges formados por la iglesia en procura de la conservación de la estructura de clases.
Primero Justicia y Voluntad Popular son atacados desde la ira, como también Lorenzo Mendoza, porque se trata de construcciones conceptuales nuevas en el debate nacional, sin pasado, con pocas deudas en el terreno histórico y político. Caminan sin escándalos y son vistos con simpatía. Para el chavismo son amenazas serias. Rompen por completo con un discurso que ya ha visto pasar sus mejores días, si bien en algún momento parecía imbatible: aquel que pretendía emparentar cualquier propuesta en el terreno democrático con alguna nostalgia con “los cuarenta años” de partidocracia.
Acción Democrática, partido tributario del régimen democrático del siglo XX, ya ha purgado su castigo. Las penurias y escándalos actuales convierten los viejos pecados adecos en las travesuras de una patrulla escolar. Es un partido que ha renovado sus cuadros y tiene mucho que decir en los debates del país que se aproxima. Un Nuevo Tiempo, partido donde vinieron a encontrarse ex dirigentes adecos y masistas, es un movimiento regional que saltó a la política nacional recién en el año 2000, hijo de la descentralización que propuso la democracia. El pasado no les pesa. ¿Cuál pasado?
Insultos, fascismo, fobia. Obsesiones emocionales. El chavismo adjetiva con fiereza, y ataca con virulencia, a aquello que más teme. Aquellos activos de la alternativa democrática que conservan el capital político para sacarlos del poder en cualquier medición medianamente justa e imparcial.