Venezuela

Palmeros de Chacao bajaron del Ávila entre pasión, rumba y política

La tradición religiosa más antigua del municipio Chacao se llevó a cabo entre fiestas, ventas, proselitismo y represión. Para unos, significó el inicio de la Semana Santa y de recordar una promesa de palmas que se hizo hace más 200 años. Para otros, fue la oportunidad de ganar dinero y de festejar entre amigos con una cerveza en la mano. Mientras tanto, la bajada de los palmeros no escapó de la realidad que se vivía en el municipio, cuando efectivos policiales del Estado le lanzaron bombas lacrimógenas poco tiempo antes de finalizar su recorrido. 

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FOTOGRAFÍAS: HAROLD ESCALONA

El repique de los tambores dio la señal: los palmeros de Chacao bajan el cerro Ávila y se acercan a Sabas Nieves, donde cientos de feligreses, funcionarios de la alcaldía y periodistas los esperaban por más de dos horas.

Aplausos, gritos de alegría, oraciones y los flashes de las cámaras se mezclaron con la música para recibir más de 750 hojas de palmas reales, unas tras otras, que hombres y niños recolectaron de la montaña por tres días seguidos para ser bendecidas y entregadas en el inicio de la Semana Santa. Todos llevaban sus franelas que expresan lo “orgulloso de ser palmero” y ataviados de sombreros o coronas de palmas que hicieron con sus manos.

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Ramón Delgado, el palmero mayor y presidente de la asociación civil, encabezó la marcha mientras daba pasos cortos y seguros a sus 80 años de edad, acompañado del alcalde del municipio, Ramón Muchacho. Los más pequeños siguen la fila, cargados con pequeñas ramas en sus hombros. Los familiares se unieron a los palmeros para el recorrido por las calles de Chacao hasta la iglesia San José, mientras las madres saludan a sus pequeños y los reciben con helados de bienvenida.

– De generación en generación –

La tradición pasa de un familiar a otro desde hace más de 240 años, cuando un brote de fiebre amarilla que amenazaba a Caracas obligó a que el párroco José Antonio Mohedano hiciera una promesa: cada año un grupo de hombres subiría a los bosques del Ávila a buscar las palmas por la celebración de Domingo de Ramos.

Marco Girón es la octava generación de su familia en ser palmero. Dice con toda convicción, que es algo que se lleva en la sangre y es una experiencia única en la vida.

“Esto es algo que viene de familia. Es una forma de peregrinación y de agradecerle a Dios por todo lo que te ha dado. Ser palmero es amar la tradición”, expresó Girón a El Estímulo, quien además de palmero, es cargador de santos durante la semana mayor.

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Los abuelos, tíos y el papá de Rafael Ascanio también fueron palmeros y desde los 10 años forma parte de la costumbre familiar. Ahora su hijo de 12 años también continúa la tradición. “No lo hemos obligado ni nada, él mismo se motivó a ser palmerito y le gusta. Después que uno sube, le toca subir a ellos”, dijo Ascanio de 50 años.

Explicó que después de Carnaval, los palmeros se empiezan a organizar para subir al cerro. No implica mayor preparación: cada uno arregla los morrales, la ropa y las botas esperando el día, mientras que la comida es responsabilidad de cada grupo. Aseguró que “subir al cerro ya es cuestión de costumbre, mientras se está abajo, siempre se está pendiente de subir”.

A Alexandra Pérez se le hincha el pecho de orgullo cuando comenta que su hijo es palmerito, a quien espera en la entrada de Sabas Nieves desde que él tenía 7 años para acompañarlo hasta el casco histórico de Chacao. Para ella, a los niños hay que mantenerlos ocupados en cosas positivas y que su hijo sea parte de los palmeros implica una gran emoción.

“Es saber que tenemos arraigo y que pertenecemos a un gran pueblo. Es saber que nosotros estamos formando al futuro y es que esto va de generación en generación”.

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– Donde caben todos –

Una tradición de hace tres siglos refleja la Venezuela actual, en la que cualquier oportunidad es buena para agregar unos cuantos bolívares al bolsillo. Al menos parece ser el caso de las personas que iban entre la procesión de los palmeros ofreciendo sus productos y algunos tenían sus puestos improvisados o carros con las maletas abiertas a ambos lados de la fila.

El sol del mediodía jugaba a favor de aquellos que optaron por vender agua. Si para quien la tomara no importaba la temperatura, costaba Bs 1.000; pero si las personas se querían refrescar, la cifra aumentaba a Bs 1.500. Helados caseros de frutas se veían a través del vidrio de las cavas de anime, pero fueron los conocidos «chupis» a Bs 200 los preferidos por todos.

Los dulces también se ofertaban entre la actividad de la Semana Santa. Personas iban con bandejas de suspiros que valían entre Bs 500 y Bs 1.000, dependiendo del tamaño, mientras que los ponquecitos de varios colores y sabores eran vendidos por Bs 2.000. Y hasta hubo estampitas del Nazareno y la virgen María que personas colocaban en los hombros de los demás por “una colaboración”.

“Yo no acostumbro a vender tortas en la calle, sino por encargo o para mis amigos. Pero la situación está muy difícil, la plata no alcanza para nada y para estos eventos acostumbra a venir mucha gente. Hay que aprovechar”, dijo Indira Blanco con una bandeja de tortas de chocolate y vainilla que cargaba en las manos.

Por otra parte, las festividades religiosas parecen convertirse en una fiesta donde caben todos, creyentes o no. Donde el reggaeton y la salsa se hicieron presentes, y donde las bebidas espirituosas parecieron llenar los vasos de los presentes.

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Carros con música, cavas llenas de hielo y grandes vasos de tizana o cerveza se vieron entre los ciudadanos que acompañaban a los palmeros por las calles de Chacao. Muchos, sin importar el sol o la cantidad de gente, llevaban a sus mascotas y coches con bebés entre la multitud. Para algunos, los palmeros fueron las celebridades del día: jóvenes con lentes de sol y termos en las manos posaban a la cámara con ellos detrás y hasta selfies les pedían.

-“Es chimbo que no seas palmero”, le dice una muchacha a su novio.
-“¿Por qué? No importa, igual disfruto de la fiesta”, respondió el muchacho mientras permanecían tomados de la mano.

“Qué desorden” y “Ellos no son verdaderos creyentes” expresaban varias señoras de la tercera edad con cara de molestia, durante la algarabía que se vivían en el recorrido, en la que los vecinos de Pedregal salían de sus casas a saludar a los palmeros, echarles agua o para vaciarles encima una botella de vino espumoso de manzana para celebrar en su honor.

– Proselitismo y represión –

Toldos de las diferentes figuras políticas del municipio estaban ubicados cada tantos metros del recorrido de los palmeros, en los que decoraban su lugar con afiches de sus caras y ofrecían a la gente refrigerio o alimentos. El concejal Shully Rosenthal fue la primera parada del camino: los palmeros aprovechaban las grandes cornetas para entonar sus canciones por el micrófono o para contar sus experiencia en la montaña. Fueron recibidos por el dirigente y su equipo con pinchos de frutas, «chupis» y tostones para los niños.

El concejal Rafael del Rosario se dejó ver por las estrechas calles de Pedregal, en las que regalaba helados de Tamarindo a todo aquel que pasara por el frente de su toldo. El concejal Manuel Rojas Pérez también dijo presente, entre agua, naranjas picadas por la mitad y papelón con limón para quienes caminaran junto a los palmeros.

La cara de Leopoldo López, el líder político de la oposición recluido en Ramo Verde desde 2014, se vio en varios momentos del día en una de las tradiciones más antiguas del municipio Chacao. Afiches que colgaban los vecinos afuera de sus casas o en lo más alto de los postes de luz. Varios rezaban “Hoy nos faltan dos palmeros, Leopoldo López y Carlos Vecchio”, también dirigente de Voluntad Popular.

“Liberen a Leopoldo, palmero de Chacao”, pidiendo por la excarcelación de quien fuera alcalde del municipio entre 2000 y 2008.

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La jornada se vio empañada por la situación política y la represión que lleva días en Caracas, tras las manifestaciones convocadas por la oposición en rechazo a las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia, en el que le quita facultades a la Asamblea Nacional. Al llegar al casco histórico de Chacao, lugar en el que se hace entrega de las palmas en la iglesia San José, cuerpos policiales lanzaron bombas lacrimógenas a los palmeros.

Ciudadanos que acostumbran a acompañar a los palmeros hasta el final del recorrido, se mostraron su indignados por las acciones de los efectivos de seguridad. “Es demasiado triste que uno esté entregando una palma bendita para el Domingo de Ramos y nos atropellen así. ¿Hasta cuándo vamos a estar nosotros en esto? Que se vaya Maduro”, expresó conmovida una señora.

Marco Girón aseguró que la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) arremetieron contra ellos “sin ninguna razón“, cuando las manifestaciones convocadas por la oposición se centraban en Altamira, El Rosal y la avenida Libertador, varias avenidas más allá del lugar al que los palmeros acostumbran a llegar. A pesar de la situación, Girón aseguró que los palmeros de Chacao sí lograron entregar las palmas a la casa parroquial, que serán benditas para dar inicio a la Semana Santa con el Domingo de Ramos.

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