Venezuela

Ganar perdiendo

Miami aventajaba casi 20 puntos sobre su rival, a escasos dos minutos de finalizar el último partido de la temporada. Y, sin embargo, no pasaría a los playoffs.

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Protestas disturbios marchas
Texto: Julio T. Cabello | @JulioTupac | Foto: MIGUEL GUTIERREZ | EFE

Era el final de un episodio sensacional de la historia de la NBA: después de culminar la primera etapa de la temporada con un pobre récord de 11 ganados y 30 perdidos, el Heat de Miami había renovado su voluntad, el estupendo técnico Erik Spoelstra había dado con un tipo de juego (fuerte defensa, lanzamientos de tres y muchas entradas al bombillo) y los jugadores, muchos aún empezando su carrera, habían terminado de aceitarse como conjunto, y comenzado a ocupar los espacios de liderazgo que habían dejado vacíos Wade, Bosh y James.

Los resultados comenzaron a verse. El equipo se creció. Le ganaron a tinglados como Cleveland, Atlanta, Golden State. La actitud al entrar a la cancha tenía una rara mezcla de humildad y firmeza con la que al resto de las franquicias les costaba lidiar. Los finales de cada encuentro eran muy emocionantes: ahí, en ese momento donde la voluntad extra hacía la diferencia, esos minutos en los que en la primera fase de la temporada Miami había perdido incontables juegos, ahora el Heat lucía invencible, fresco, más fuerte que al principio del partido.

Los números lo dicen todo. La segunda fase de la temporada terminó con 30 juegos ganados versus 11 perdidos. Exactamente al revés que la primera. Y las estadísticas dejaban un récord: es el único equipo de la historia de la NBA que teniendo 19 juegos en contra ha logrado recuperarse de esa forma, obtener una racha de 13 partidos consecutivos seguidos y terminar con average de .500.

Pero cuando quedaban menos de dos minutos ya para el pitazo final, las cartas estaban echadas: los Chicago Bulls, de quienes necesitábamos una derrota para clasificar, ganaban por más de 20 puntos; y los Pacers de Indiana, con cuya derrota también habríamos entrado a los playoffs, ganaban por más de 10.

Imposible no desilusionarse. Sin embargo, en esta ocasión, a pesar de la desazón, no había sabor a derrota. La temporada ha terminado para el equipo, pero el Heat se proyecta como uno de los mejores tinglados para la próxima temporada. Y no a base de contratos millonarios y figuras hechas con la supermaquinaria de la NBA, sino como producto de un trabajo individual y en equipo, tesonero, que no se dejó vencer por las apuestas y la adversidad, sino que creyó en su talento y en el fortalecimiento de sus aptitudes.

Es de esos casos en los que la victoria no va de un trofeo, sino en la observancia de tu propio rendimiento. Y cuento todo esto, no sólo porque una vez más la épica del deporte nos hace tantos espejos respecto a la vida, sino también porque me es imposible (como con muchos episodios) no hacer la analogía con el juego que los venezolanos se disputan ahora mismo, todos los días, en las calles de nuestro país.

Pareciera que más allá de que los resultados no estén a la vista, de que la fuerza la tenga el otro, de que los réferis jueguen en contra, millones de ciudadanos han decidido unirse y salir juntos a las calles a luchar por lo que les es propio: un país que no van a dejarse arrebatar, una dictadura que no van a tolerar, una libertad que van a defender, una dignidad que se niega a conformarse.

A veces la victoria, en la vida como en el deporte, no está al final, sino en cada día.

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