Con la bandera como símbolo de identidad, e izando su llamado al cambio, la nueva generación que ha transitado toda o más de la mitad de su vida en el período chavista-madurista, ha sido factor clave para el proceso de rebelión política que sacude al país y ha activado las alarmas internacionales.
¿Cuál es su mensaje central? Puede resumirse en lo que dice una de las pancartas que enarbolan: “No lucho por la Venezuela que fue, sino por la que será”.
La frase es una pieza que se inscribe en la narrativa de futuro posible que está en la visión de los jóvenes, para quienes la añoranza de tiempos mejores no es la bujía que los activa. Se inspiran más en lo que saben que está viviendo y construyendo su generación en otras latitudes, donde existen perspectivas de progreso individual y colectivo vedadas en el país.
Como bien lo dice el sociólogo Daniel Fermín: “Sin haber vivido en democracia plena, los hijos de la crisis salen a luchar por el futuro negado, por las oportunidades truncadas. Eso dice mucho del deseo libertario y de superación que existe en una juventud que, como toda la sociedad venezolana, es profundamente aspiracional. Allí hay un valor que se extiende a todos los estratos sociales. Hoy vemos a la juventud del Este y del Oeste de Caracas hombro a hombro protestando por su derecho a vivir mejor en democracia”.
Riesgo y modelaje
Los jóvenes del momento venezolano son tomadores de riesgos. Lo han demostrado quienes han buscado abrirse paso en el difícil entramado mundial, como parte de la diáspora impulsada durante todos estos años por la crisis del país, y que ha resonado con su presencia y presión en todos los rincones del planeta.
Pero la gran demostración de esta cualidad ha sido su protagonismo en las manifestaciones en todo el país. Exponen su vida, resistiendo los ataques represivos de militares, policías y grupos civiles armados. De los ya casi 60 fallecidos en las manifestaciones, la mayoría son jóvenes, promedian menos de 25 años. El grueso de los heridos y detenidos forman parte de esta generación.
Son muchachos deportistas, músicos, estudiantes, profesionales, trabajadores. Allí están casos como el de Juan Pernalete, víctima de un disparo directo a su cuerpo de una bomba lacrimógena lanzada por la Guardia Nacional, según lo reveló la Fiscal de la República. O el de Armando Cañizales, músico del Sistema de Orquestas Juveniles, caído en circunstancias parecidas.
Justamente, algunos de ellos protestan interpretando con su instrumento musical el Himno Nacional o el Alma Llanera en medio del caos y el sonido fatal que emiten los cuerpos represores. Ejemplo emblemático es el del joven Wuilly Arteaga, cuya reacción tras haberle sido arrebatado y destruido su violín por un guardia nacional, conmovió a toda Venezuela.
Otros lo hacen a través de interpretaciones teatrales sobre el impacto de la represión, o a través de videos que mezclan mensajes de reclamo y de esperanza.
Fermín, quien es profesor de Sociología en la Ucab, destaca que los jóvenes están representando la luz en medio de la oscuridad.
“Su empeño le ha recordado al país que la solidaridad sigue siendo el faro que guía a los venezolanos, el signo de nuestra idiosincrasia. Y también han recordado al país que hay gente preparada y preparándose para asumir los retos del Siglo XXI. Esta es la juventud que perdió amigos y familiares al hampa y en el Cruz Diez de Maiquetía, y hoy alza la voz por las reivindicaciones que permitan vivir una vida plena en su país”.
A su juicio, han sido forzados a madurar muy pronto y representan la superación de las adversidades más duras, no solo la de las condiciones materiales, sino las mismas derivadas de la arremetida represiva.
“La juventud da el ejemplo hoy, en una sociedad que tiene una profunda crisis de confianza, de que la solidaridad está vivita y coleando, y con ella la esperanza y la superación de las adversidades, de que sí se puede. Son la vacuna contra la desesperanza”, agrega.
El liderazgo emergente
Esta narrativa de coraje y de lucha por el futuro tiene varias expresiones en liderazgos organizados. El movimiento estudiantil es uno de ellos. Si bien a ratos pareció desvanecerse en épocas recientes, ha emergido con fuerza en la crisis.
Los estudiantes han sido el epicentro de movilizaciones no solo en Caracas, sino también en varias ciudades del centro, oriente y occidente del país. Su impacto es tal, que cuando hay marchas desde las sedes universitarias, las salidas han sido bloqueadas con tanquetas y los manifestantes reprimidos. Y en varios casos han sido objeto de allanamientos, como sucedió en la UDO de Bolívar, con víctimas fatales.
El movimiento estudiantil, que en las encuestas siempre aparece como entre los primeros con mayor confianza entre la gente, tiene especialmente un rol relevante en el desconocimiento al proceso constituyente que consideran un gran fraude: aunque las distintas federaciones de centros han sido electas por las bases, ya han denunciado que serán desconocidas en el modelo sectorial que manejan el gobierno y el CNE para la escogencia de constituyentistas.
Otra de las expresiones clave es el liderazgo emergente representado por los diputados opositores y dirigentes juveniles que en su mayoría precisamente tienen su origen en el movimiento estudiantil. Han estado presentes activamente en las calles, a la vanguardia, realizan asambleas con las comunidades, y son voceros de gran impacto en el debate público.
Especialmente, le han dado un rostro más fresco y dinámico a los partidos políticos, que se han nutrido de ellos. Pizarro, Guevara, Olivares, Requesens, Patiño, Smolansky, Barrios, Mejías, Arellano, Stalin, son algunas de las figuras, entre muchas otras, que están conectadas con los jóvenes e incluso los de otras generaciones estableciendo lazos de identidad.
Conectados y organizados
Entre los atributos que caracterizan a los jóvenes que protagonizan esta gran movilización, hay dos que destacan: saben cómo conectarse y procuran actuar organizadamente.
Manejan instrumentos comunicacionales con soltura, especialmente las redes sociales, para generar intercambio de ideas, difusión de información y coordinación de acciones.
Sus narraciones viajan entre lo analógico presencial y lo digital. Debaten cara a cara, pero al mismo tiempo tienen la agilidad de montar videos usando los canales 3.0.
Pero además se percatan con mayor prontitud de los ataques y montajes que en esos mismos medios se disparan desde las plataformas oficiales.
Por ese alcance que tienen, han generado un impacto que ha sido y será fundamental en el desenlace de las protestas que se escenifican en el país.
Por algo el Arzobispo Ovidio Pérez Morales les transmitió esta semana un mensaje en su cuenta Twitter: “Cuando veo a tantos jóvenes soñando y luchando por un país nuevo, uno rejuvenece y sueña también. Dios los bendiga, ilumine y fortalezca”.]]>