Se toma como punto de partida, como momento de inflexión, ese cuando se lanza al agua bautismal de manera definitiva y sin retorno, el 5 de julio de 2000. Entonces, el chavismo del cual no formaba parte, ni siquiera lo consideraba como opción. Desde la barrera, se le reveló como una epifanía. Todo se desencadena de manera tan repentina como vertiginosa. Se reencuentra con Hugo Chávez —lo había conocido cuando daba clases de Historia en la Academia Militar, él era menor que el alumno, de quien pensaba, por cierto, según comentaría a cercanos, que le parecía que “cocinaba algo”—; luego lo ve una vez más y Chávez pregunta: “¿Quién es este Samuel Moncada?”. Y le explican que es el profesor aquél, un hombre inteligente, que tiene currículo y formación académica, y que podría ser “de los nuestros”. Luego viene el sí del líder, su conformidad con la propuesta de Luis Alfonso Dávila de que sea Moncada el orador de orden en la sesión solemne que tendrá lugar en el hemiciclo del Palacio Legislativo por el aniversario de la independencia de la república. Y el “por supuesto” de Moncada, que acepta la propuesta, qué honor. Desde entonces y hasta el sol de hoy.
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