Venezuela

Libertad: cómo ir del lenguaje a la acción

Las palabras tienen poder. Una sola palabra tiene el potencial de unir a la gente en torno a un significado compartido tan poderoso como para estimular a la acción. Este fenómeno podemos verlo hoy en las calles de Venezuela donde las palabras fuerza, resistencia, justicia y libertad aparecen en los escudos improvisados de los valientes jóvenes que demandan su derecho a vivir y a progresar mientras protestan sobre el asfalto.

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Carmen Militza Buinizkiy @milibuinizkiy . Foto: Gustavo Vera

Hay otra palabra que aparece, no solo en los escudos, sino en los discursos de la gente y por eso resalta sobre todas las demás: futuro. Desde hace setenta días, miles de venezolanos protestan para cambiar las probabilidades de que un presente de escasez, limitación y miseria se convierta en el futuro de Venezuela por generaciones.
A lo largo de los últimos dos meses, las palabras se han ido convirtiendo en afirmaciones y en declaraciones para luego expresarse en acciones que fortalecen la dignidad personal, inspirando a más personas, y expresando un deseo colectivo, como en el caso de un joven que aunque sale de un sótano golpeado por cinco guardias nacionales, desorientado y casi sin aliento expresa con todas las fuerzas que le quedan una afirmación poderosa “¡Yo lucho por una Venezuela mejor!”.
Lo mismo le dice una señora con Parkinson a un periodista que la entrevista. Mientras tanto, en una ciudad del interior del país una joven declara: “Yo protesto porque quiero tener futuro en mi país, es el único país que tengo”.
La mamá de Juan Pernalete, en medio del dolor por la pérdida de su hijo le dijo lo mismo a Shirley Varnagy en otra entrevista: “Mi hijo salió por su futuro, para poder tener oportunidades en su país. Mi hijo soñaba con un mejor país”.
Por su parte, la mamá de Neomar Lander, el joven de 17 años caído el siete de junio, ofreció otra declaración conmovedora: “Él decía que no iba a dejar las calles porque tenía que luchar por la libertad de su país. Que la lucha de pocos valía por la libertad de muchos”. Y es que Neomar llevaba a las protestas su propia afirmación: “Yo soy libertador”.
Todo esto pasa mientras otros hijos caminan sin camisa por las calles de Caracas con una declaración en la espalda escrita con marcador: “Si el precio de la libertad es la vida, yo pago”.
Articular las palabras a través del lenguaje hasta convertirlas en ideas estructuradas, con valor simbólico y sentido del propósito, es una acción en si misma. Por eso el lenguaje crea la realidad, nos hace capaces incluso de generar un mundo diferente a través de nuestras declaraciones si somos capaces de hacerlas cumplir. En este caso, los venezolanos que protestan, están determinados a crear una realidad diferente, una Venezuela diferente, una Venezuela mejor. Es así como las palabras se transforman en ideales que guían la acción.
El lenguaje también influye en los estados de ánimo, en las opiniones, en los comportamientos y sobre todo en las decisiones. Es por eso que los venezolanos tendremos un país mejor. En una proporción importante, el lenguaje ha venido cambiado de ‘quiero que se acabe la escasez, la inseguridad, el abuso, etc’, a la acción: “Yo lucho por una Venezuela mejor”. Entendiendo como ‘mejor’ un país donde se respetan las libertades personales y los derechos humanos, donde la justicia adquiere de nuevo su significado universal, donde las leyes vuelven a regir el comportamiento del hombre en la sociedad, donde el progreso depende del esfuerzo personal y colectivo y donde la palabra sacrificio adquiere de nuevo un espacio relevante, porque todo lo que vale la pena en la vida implica sacrificio que es tanto doloroso como sublime.
En una carta que Abraham Lincoln le escribió al maestro de su hijo en 1830 dijo: “Trátelo bien, pero no lo mime, ya que sólo en la prueba de fuego se sabe que el acero es real”.
Sin duda los venezolanos estamos experimentando nuestra prueba de fuego y nuestro maestro es la adversidad. El acero es real en nuestro caso. Alguien que puede querer, sentir y luchar por una Venezuela mejor ya ha creado una Venezuela mejor, eso se evidencia en las acciones de la gente que decide participar de los espacios de protesta, aportar conocimientos médicos para la atención de heridos o reponer un violín roto por la saña para que pueda seguir sonando.
El miedo y el horror que se vive en esta geografía de casi un millón de kilómetros cuadrados de tierra podría endurecer el corazón de cualquiera, pero en el caso de los venezolanos parece generar un efecto contrario: rabia, rebeldía, traducida en la necesidad de no dejarse, de estar para otros, de tender una mano, de defender al maltratado, de contribuir de alguna manera.
La palabra libertad por si sola es poderosa, tan poderosa que hace más de 200 años se convirtió en el ideal de Simón Bolívar. Hoy esa palabra nuevamente está en boca de muchos, nuevamente se convierte en un ideal y como dijo Víctor Hugo –autor de Los Miserables- alguna vez, “No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”.]]>

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