Venezuela

¿Qué revolución del cipote?

El viernes de la semana pasada César Miguel Rondón entrevistó a Laureano Márquez en su programa del Circuito Éxitos de Unión Radio. Ambos, como siempre, estuvieron estelares. El final fue de antología.

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FOTO: ARCHIVO AFP | JUAN BARRETO

César le pidió a Laureano, si no unas palabras optimistas, unas palabras de esperanza “como el cielo luminoso que estaba viendo”. Y Laureano se botó hablando –no de las maravillas naturales de Venezuela, que nos tocaron por suerte- sino de los hombres y mujeres que han construido lo mejor de este país. Mucha gente que los oyó, terminó llorando.
Yo quiero apoyarme en las palabras de Laureano. Me han acompañado desde que lo escuché. Cuando leí por enésima vez que Maduro dijo que si a él le pasaba “algo” (siempre cree que le pasará “algo”, como su padre Chávez, y nunca le pasa nada), quienes quedaran tenían que continuar con la “revolución”, pensé “¿qué revolución del cipote, si la fulana revolución lo que ha hecho es destruir?… ¿Para qué continuar con un régimen genocida y corrupto, militarista y narcotraficante si juntos podemos salir adelante afincándonos en lo bueno que tenemos (“la civilización”, Laureano dixit) y desterrando lo malo (“la brutalidad”) para siempre?…
No son ellos los únicos, por supuesto. Laureano, hablando de la gente talentosa y brillante nombró a Fernández Morán, a Jacinto Convit, a Rómulo Gallegos, a Andrés Eloy Blanco, a Villanueva. Recordó cuando Calder entró al Aula Magna y dijo “Villanueva is the devil itself” (Villanueva es el diablo mismo). Mencionó a Evelyn Millares, única mujer en el laboratorio de realidad virtual de la NASA. Habló del país que construyó el Guri, el Teleférico de Mérida, que es el más alto del mundo (en 3 años y costó 70 millones de bolívares, lo que hoy cuesta una caja de huevos; este gobierno lo remodeló a un costo de $ 600 millones de dólares y le tomó 8 años); el Puente sobre el Lago de Maracaibo, con pilares de concreto a 60 metros de profundidad, pura tecnología venezolana. Construimos el Teresa Carreño y lo llenamos de artistas. Es el país del Sistema de Orquestas y músicos brillantes en el mundo entero.
Yo quiero añadir a las palabras de Laureano sobre las personas talentosas, mis palabras sobre la gente bondadosa. Somos el país que les abrió los brazos a tantos inmigrantes. Con lágrimas en los ojos escribo que Venezuela fue de los pocos países en el mundo que recibió a dos barcos cargados de judíos que nadie en el mundo quería para no echarse encima a Hitler. Y el Presidente López Contreras –previa consulta a todos los sectores de la sociedad- decidió darles asilo. Los testimonios de esas personas rechazadas en todas partes sobre cómo fue su desembarco en Puerto Cabello habla de la nobleza del venezolano. Los camiones encendieron sus luces y las dirigieron al puerto para iluminar el desembarco que fue de madrugada. La gente les llevó comida y juguetes para los niños. ¡No sólo los recibieron, cosa que les hubiera bastado, pues lo que querían era sobrevivir… fue que los recibieron con amor!
Este es el país donde hasta hace tres décadas alguien que estudiara en el sistema de educación público podía llegar a la universidad gratuitamente y ser exitoso. Donde un programa de becas como el Mariscal de Ayacucho capacitó dentro y fuera de Venezuela a tantos profesionales de primera línea. Donde el ascenso social no estaba marcado por la raza, como en otros países, porque estábamos orgullosos de nuestro bendito mestizaje.
En Venezuela, cuando yo era una niña, la gente dormía con las puertas sin llave y la única preocupación era de quienes poseían carros que les robaran la esterilla. Hoy en día, con cientos de miles de asesinados sin que técnicamente haya guerra en el país, aún hay quienes ayudan a quienes se encuentran en problemas.

En Venezuela el pueblo sigue siendo emprendedor y talentoso, inventando cómo sobrevivir en tiempos de crisis sin perder el humor. Somos un país de gente valiente, que lucha para no hundirnos en las miasmas del chavismo-madurismo.
Sí, este país era un milagro y puede volver a serlo. Un encantador de serpientes nos metió en la cabeza que habíamos fracasado, que lo que unos no tenían era porque otros se lo habían quitado. Desvalorizó el trabajo y creyó que el precio del petróleo eternamente estaría alto, para dominar mediante dádivas a un pueblo que finalmente despertó.
De manera que, Nicolás Maduro, aquí quien sobra es usted. Termine de irse con su revolución del cipote, que sólo nos ha traído desgracias y déjenos reconstruir el país. Ningún régimen basado en el odio se queda para siempre. Le llegó la hora al suyo.]]>

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