Venezuela

Bye, Hugh

Recuerdo la época en la que comencé a saber de Playboy. Tal vez los demás ya sabían (¡pícaros!), o quizá estuviera comenzando a conocerse en Venezuela. No tengo idea y tampoco trataré de averiguar. Lo que recuerdo es que fue más o menos la época en que mi familia intentaba que mamá dejara de maquillarse (y lo logró), en que criticábamos a mi tía por fumar y en que mi abuelo le retiró la palabra a mi abuela durante días por haber jugado a ponerse uno de sus pantalones para salir a la sala. Así eran los ’70.

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Texto: Fátima Dos Santos/ Foto: Esquire

Para mí, tan pequeña como era, Playboy era un lugar (o una gente, o unas fiestas, o un modo de ser, quien sabe) donde todos reían y jugaban todo el día, los adultos no tenían problema en disfrazarse, nadie parecía trabajar. Era la continuación de la niñez con los derechos de la adultez. Era perfecto.
Por Playboy no pasaron la devaluación del viernes negro, los asesinatos de “4 Crímenes, 4 Poderes” ni “Macu, la Mujer del Policía”. Yo amaba al conejito (¿qué hubiera dicho Bernal?) y pedía que mis piñatas fueran de Playboy.
Mi pobre madre hacía lo que podía, y mis fiestas de cumpleaños parecían una granja en lugar de una boîte. Era imposible explicarle a una bebé lo bueno y lo malo de Heff.
La moda se fue apagando y luego el socialismo ceñudo de mi adolescencia reemplazó a toda la conejera por una variopinta rebeldía repleta de consignas. Playboy era un asco, una expresión de la dominación masculina, el uso de la mujer como trofeo, la venta de sus derechos por el logro de beneficios materiales. En fin: lo que es. (Y no es).
El asunto estaba para mí completamente zanjado y superado hasta que el cable me trajo el programa de la Mansión Playboy (Girls of the Playboy Mansion o The Girls Next Door). En mi primer contacto, me comporté como una aplicada lectora de Simone de Beauvoir y como una disciplinada egresada de psicología social, y amargué por completo la placentera experiencia de mi esposo, que ni se atrevió a decir esta boca es mía.
En el tercer capítulo, yo ya estaba callada. Al quinto me reía, y sóla, porque Agustín había tirado la toalla hace rato ante tanta tontería, yéndose a revisar páginas deportivas por internet.
Pues me quedé enganchada de nuevo, como una reverenda boba. ¿Qué podía atraer a una feminista militante a un programa tan criticable, tan obviamente machista?
Uno puede pasar horas analizando un tema tan irrelevante como este. Y, por supuesto, conseguir una respuesta. Cosas de neuróticos.
Conclusión: el asunto no era el sexo (no me lo creerán, pero lo juro).
Lo relevante de Playboy era la irrelevancia, la inconsecuencia. Sí, Hugh: cierto sentido de libertad. Tanto antes (en los ’70) como después (en el nuevo milenio), las conejitas hacen lo que les da la gana. Que en el fondo sea lo que le da la gana a Heff es una intervención del intelecto. En la práctica, Holly se levanta cualquier mañana, a la hora que prefiere, abraza a sus perros, desayuna lo que le da la gana (crasa mentira) y decide hacer una fiesta temática de vampiros. Y Heff, que ya es más un abuelo que un amante (dice uno) le provee el dinero y los contactos. Y cuando Kendra interviene para proponer una fuente de chocolate de tamaño real, Heff dice que sí. Y si Holly dice que hay que vestir a los perros como momias, todos se ríen y tratan de hacerlo.
Toda la frivolidad que la gente seria suele negarse a sí misma. Y mi yo real, haciendo milagros para mantener a flote una empresa, dar clases y lidiar con el chavismo, no puede con eso. Las conejitas pueden ser la eterna Kore que algunas feministas llevamos dentro, amordazada y con esposas. (Disculpen la referencia kinky).
Pues nada. Se murió el nigromante, porque era humano. Y para una parte de mí, es como si hubiera muerto el hada de los dientes o el ratón Mickey.
Dice el texto que una feminista convencida debería oponerse a Hugh y todo lo que representa. Y lo haré en público. Pero cuando vuelvan a pasar la serie, seguro voy a ver, babeando, algunos capítulos.
Heff lograba que esta adulta preocupada soñara con una vida suave. Y eso se lo agradezco en el alma.]]>

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