Durante una década, con la caída de la Unión Soviética y la consecuente ausencia de ayudas al gobierno de Fidel Castro además del recrudecimiento de sanciones por parte de Estados Unidos, Cuba se sumió en la miseria. La depresión económica estuvo marcada por una pronunciada caída del Producto Interno Bruto (PIB), que se contrajo un 36% entre 1990 y 1993. En las calles se vivieron apagones de 16 horas diarias, la paralización del transporte y de las fábricas, las “vacaciones” forzadas con sueldos reducidos, el surgimiento del “jineterismo” y los “bisneros” asociados, la preparación de bistec de cáscara de toronjas y el nacimiento de otras “recetas” para sortear el hambre. Más adelante ocurrió el “Maleconazo” y luego se vio la crisis de los balseros, cuando al menos 36 mil personas se lanzaron al mar para desafiar a los tiburones en precarias embarcaciones y llegar a Estados Unidos. El retrato que de entonces hace la periodista cubana Tania Quintero es más que elocuente.
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