Venezuela

La realidad paralela de Nicolás Maduro

El lunes 18 de febrero mientras escuchaba la cadena de Nicolás Maduro, lo noté tan desubicado que comencé a comparar las suyas con historias de personas que están completamente fuera de la realidad, ya sea por ignorantes o porque sencillamente, no entienden. Cuentos como uno que producía mucha hilaridad en mi casa -sobre la suegra de un tío mío- que pagaba todo con cheques. Cuando la llamaron del banco a decirle que estaba sobregirada, sorprendida respondió: “¿cómo va a ser eso?... ¡si todavía tengo cheques en la chequera!”. Les parecerá sorprendente, pero ese relato lo que he escuchado también de otras personas.

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Nicolás Maduro
Fotografía: AFP

Otra historia narra la de una señora que llegó furiosa a la clínica veterinaria donde habían practicado la eutanasia a su perrita de 20 años, a quejarse de que en vez de sacrificarla la “habían vendido a Hollywood, porque ella la había visto en un comercial de TV”. Fue inútil explicarle que en el mundo había cientos de miles de perros como la suya.

También estaba el de un chico en una fiesta, que estaba hablando de lo genial que era la tecnología. Luego procedió a hablar sobre cómo hay personas hechas de chips de computadora que caminan entre nosotros y no sabemos quiénes son. ¡Ups! Seguramente él era uno de ellos… O la de un señor que a pesar de tener su computadora aseguraba que él “no creía en el wifi”. De igual manera que hay gente que no cree en la globalización, por ejemplo.

Hay otras historias más espeluznantes, las que tienen que ver con “malos viajes”, en particular de LSD, que produce alucinaciones terribles. Durante ellos, las personas pueden, como una joven en una fiesta, desnudarse y herirse con una hojilla por todas partes sin en apariencia sentir dolor, y encima, negarse agresivamente a recibir ayuda de sus amigos. Otra, como la de un joven que mezcló marihuana con heroína y creyó que los árboles del jardín de la casa donde estaba tenían vida propia, caminaban hacia él y lo rodeaban. Otros pierden control de esfínteres, creen que se derriten al verse en un espejo y un infinito número de visiones y conductas terroríficas cuyo denominador común es la desconexión total de la realidad.

Lo menciono porque durante la cadena del 18 de febrero Maduro apareció particularmente desconectado de la realidad del país. Su respiración pesaba en la radio. Dijo, por ejemplo, que «se ha hecho un esfuerzo importante para la independencia científica y tecnológica del país». ¿Cómo dice eso alguien que sabe de primera mano cómo se desvirtuó una ley como la LOCTI, que apuntalaba la investigación científica y tecnológica hasta convertirla, como todo, en un reducto de corruptelas?

Maduro también reiteró la denuncia de Delcy Rodríguez sobre la comida contaminada o envenenada que viene en la ayuda humanitaria. Una vileza, pues algunas personas (menos mal que ya casi nadie le cree) podrían eximirse de comerla por miedo, aun cuando tengan extrema necesidad de alimentarse.

También expresó ser “fiel defensor de la clase obrera y la estabilidad laboral», cuando todos conocemos la verdad del día a día de los trabajadores venezolanos. Suena hasta a burla que diga eso, quizás la explicación es que como nunca trabajó, tampoco sabe lo que es pasar penurias.

Maduro habló como si se estuviera encargando del cargo. Como si no lleváramos veinte larguísimos años en esta guaranda, los diez primeros protegidos solamente por los altísimos precios del petróleo. Invitó a los empresarios a “reconstruir” el país, luego de que él y su combo de ladrones y asesinos lo destrozaron. ¿Es un ignorante? ¿No entiende? ¿Estaría drogado? ¿Todas las anteriores? Decida usted, compatriota. En cualquier caso, menos mal que está de salida. ¡Vamos bien!

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