Por ello, todo venezolano es hoy en día un analista y, además, un estratega. En todas partes, en toda reunión, en todos los chats, fuera o dentro del país, cada compatriota tiene su visión y su solución para el asunto. Sin embargo, dada la cantidad de vías abiertas para buscar un cambio político hacia una transición democrática, la discusión amenaza con terminar en un diálogo de sordos, y/o en una babel estratégica.
Por ello debemos tener claro cuál es el problema político concreto que enfrentamos en esta etapa. Este no es otro que el cambio de régimen, no sólo la salida de Maduro sino de toda la camarilla del poder. Este cambio es previo a cualquier otro desarrollo político y es el más complejo de todos, por la resistencia de Maduro y lo que le queda de régimen. Es fundamental, entonces, reflexionar sobre cómo pensamos las propuestas de salida. No voy a hablar de las salidas como tal, sino de cómo las planteamos y qué debemos tener en cuenta a la hora de proponerlas.
Mi preocupación en esta nota es poner en evidencia algunos rasgos de los escenarios que afectan nuestras reflexiones y, a veces, no nos damos cuenta. Para que los análisis y los propósitos sean lo más lógicos posible, debemos tener en cuenta sus características más significativas. Es decir, debemos pensar ya no en el escenario que creo se puede dar, el que más valoro, o el que la realidad permite, sino en la naturaleza misma de los escenarios.
Definición de escenario político
El escenario es una construcción hipotética que elaboramos acerca de cómo creemos se dará alguna situación política en el futuro. Es la posibilidad de ocurrencia de un hecho en un tiempo porvenir. Ejemplos: “esto se resuelve mediante una negociación”, o “mediante una intervención internacional”. De acuerdo con el tiempo que tomen, pueden ser escenarios coyunturales (mañana, la semana que viene, el mes próximo), de corto, mediano y largo plazo, dependiendo de cuál sea la unidad de tiempo usada para nuestras estimaciones, o por el tiempo que efectivamente tome la realización del escenario. Por ejemplo, en una crisis tan voluble, incierta e impredecible como la nuestra, el largo plazo puede ser el año en curso.
La coyuntura es el tiempo presente, el corto plazo es el par de meses que vienen, el mediano plazo es un semestre y el largo plazo es el año. La delicada y precaria situación venezolana no permite pensar más allá. Incluso se puede decir que un año es socialmente demasiado tiempo, pero los tiempos políticos tienen su propio curso. Como dice el dicho: “Las cosas de palacio, van despacio”.
En este sentido, la variable temporal es crítica para los escenarios como lo es para la vida humana y para la política real. Han pasado dos o tres meses de la crisis de la usurpación y parece una eternidad para quien quiere cambio democrático. Unos se desesperan y se desesperanzan; otros quieren que el cambio ocurra según sus propios valores; otros apelan a la realpolitik. Es todo un bazar de opciones.
Características de los escenarios políticos
1. El rasgo clave de los escenarios es que ellos pueden ser normativos y/o empíricos.
Proponemos una vía determinada porque la valoramos normativamente, es decir, como un deber ser; o la proponemos porque la estimamos como la única que la realidad permite. Eso permite llamarlos: los escenarios normativos y los escenarios empíricos.
Los escenarios normativos son aquellos que valoramos como los más deseables para el país porque son pacíficos, constitucionales, institucionales, democráticos. Los escenarios empíricos son aquellos que la realidad permite, al margen de lo que uno quisiera que ocurra. Es lo que es posible aunque no nos guste.
Así uno puede querer que la solución sea negociada o electoral, pero puede no haber condiciones para ello. Por lo tanto, debemos trabajar con los pies sobre la tierra, porque la realidad apunta en otra dirección, porque serían los más efectivos en producir un resultado, o porque lograrían resolver el problema de raíz.
Por ejemplo, en nombre del deber ser se rechaza el golpe de Estado, la intervención militar extranjera legal o ilegal, la guerra civil. En ese sentido, se prefieren, por ejemplo, las elecciones democráticas (no cualquier simulacro electoral). Otros prefieren la negociación. Pero la realidad puede estar apuntando hacia la fuerza como la propulsora de los cambios. El analista y el estratega deben tener claros estos dos planos de las vías para el cambio. Aquí debemos preguntarnos: ¿qué permite la realidad política, qué podemos lograr?
La política puede modificar esta diferencia entre lo normativo y lo empírico. En tal sentido, la política es la ciencia de resolver los conflictos sin matarnos unos con otros. Uno puede plantearse buscar el triunfo del escenario normativo. Por ejemplo que la salida sea electoral o negociada, en lugar de violenta. Pero la realidad también habla. Y es tozuda, a veces. Y lo hace con su propia lógica implacable puede imponer algo distinto, y nuestra conducta no puede hacer abstracción de la dura crudeza de los hechos. No podemos confundir ambos planos de los escenarios porque estaremos confundiendo la realidad con los deseos. Y en política, como sabemos, ello puede conducir a los peores resultados.
Muchas de las discusiones sobre escenarios en el país adolecen de esta confusión. Defiendo lo que valoro sin mirar lo que la realidad podría permitir. O sólo miro a la pura realidad olvidando los valores. O peor, mezclo ambos planos sin darme cuenta. Una vez hablo del escenario preferido; otra vez hablo del escenario posible y/o probable. Las discusiones son interminables e insatisfactorias pues no logramos ponernos de acuerdo, debido a que no tenemos consciencia de en cual plano hablamos; o queremos lograr un fin político.
Por ello, es fundamental tener claro cuál es mi escenario valorado y cuál es el escenario que la realidad permite. Lo ideal es que ambos coincidan, pero en la Venezuela de hoy, lo que valoramos no es necesariamente lo que puede darse. Lo que exige un esfuerzo muy grande para escudriñar la realidad política y poner negro sobre blanco; y otro esfuerzo para sincerarnos a nosotros mismos con nuestras valoraciones. Si tenemos que actuar con sentido de realidad tenemos que conocer a fondo la realidad política, la coyuntura y, a poder ser, su trasfondo histórico, pues la realidad presente se formó a partir de hechos pasados.
El principal escenario normativo es el de un cambio y una transición democrática, constitucional, pacífica y nacional: Elecciones competitivas. Junto a ella están la negociación, el diálogo, los pactos y los acuerdos, los procesos judiciales nacionales e internacionales. Ese escenario normativo puede llegar a ser real, según la dinámica política concreta. Pero, en este momento, no lo es.
A partir de lo ocurrido tras la victoria opositora en 2015, estos escenarios normativos perdieron su sitial principal. Las elecciones fueron alternativa de salida del régimen autoritario hasta 2015, año de las últimas elecciones medianamente democráticas. El régimen cerró esta vía y la misma ha perdido el lugar número 1 y ha pasado a estar en el último lugar. Para que tengamos elecciones democráticas de nuevo, deberá ocurrir algo previo: un cambio político y una transición hacia la democracia.
Lo mismo ocurrió con la negociación. Para negociar se necesitan dos partes, al menos, dispuestas a llegar a acuerdos; es decir, a ceder y a recibir algo, a cambio de un resultado que uno de los negociadores considera positiva para la nación. El régimen no ha negociado y no quiere negociar porque no tiene previsto salir del poder. Maduro siente que tiene margen de maniobra para luchar y piensa que puede vencer. Si se dan negociaciones no puntuales, serán forzadas por la realidad.
En tal sentido, las elecciones y las negociaciones perdieron sus puestos en el ranking de las opciones. Sin embargo, los actores que creen que estas dos vías pueden imponerse, siguen defendiéndolas, a veces a contrapelo de lo que la realidad indica. Y es comprensible. Están fuertemente imbuidos de sus preferencias normativas.
2. Los escenarios se mueven. Todo esto significa que los escenarios se mueven en el ranking. En un momento dado, el que está de primero en nuestra lista pasa a estar de último. Y viceversa. Uno que estaba de último sube de puesto. Y así. Los escenarios cambian de posición de acuerdo con la dinámica política. Esto puede gustarnos o no, pero debemos estar atentos a esta oscilación. En una situación política y social tan cambiante como la venezolana, el desplazamiento de los escenarios es una constante. Es lo que ha pasado con las elecciones y las negociaciones. El asunto de la intervención internacional en sus distintas vertientes, dejó el último lugar que tenía el año pasado (al menos en mi ranking) y ha subido en la escala. No es un escenario valorado normativamente, pero se posiciona empíricamente en virtud de la realpolitik.
3. Los escenarios pueden alcanzarse por cualquier camino
El tercer rasgo que se puede destacar es que la mayoría de los escenarios que discuten los venezolanos y los extranjeros preocupados por el país, están visualizados por actores y analistas como futuribles, es decir, como una hipotética realidad política futura, independientemente de cómo se llegue a ellos. El escenario puede ser alcanzado por vía pacífica o por vía de la fuerza, violenta o no. Puedo llegar a la negociación por cualquier vía, voluntaria o forzada, rápida o lenta. Así como puedo llegar a las elecciones por un camino fácil o escabroso. Lo más probable es que el camino sea tortuoso, aunque no se puede descartar lo inesperado.
4. Todas las vías se están recorriendo
Hoy por hoy, en Venezuela se están transitando todos los caminos para lograr una salida. Y en ese caminar hemos llegado a un cierto punto en la ruta. Unos caminos están más recorridos que otros. Unos parecen más rápidos que otros. Unos se han desandado y otros se han comenzado andar, pero todos están en nuestro mapa de opciones. Por lo tanto, no se descarta cualquier escenario, aunque unos tienen más probabilidad que otros.
5. Los escenarios están relacionados entre si
Los escenarios convergen entre sí. Tienen vasos comunicantes entre ellos. No son estancos, no están separados rígidamente unos de otros, sino que se comunican, van juntos, se refuerzan. Por ejemplo, la negociación puede ser para que el régimen salga bajo garantías de no ser afectados después; o para hacer unas elecciones. También se puede llegar a unas elecciones por vía de la fuerza. A veces, los actores están dándose con todo en una lucha existencia, pero negocian tras bastidores, lo que supone dialogar para buscar acuerdos. En nuestro caso, ha habido negociaciones para que ingrese la ayuda humanitaria, para que algunos militares abandonen a Maduro y al régimen y pasen a apoyar el cambio político. Pero lo que se requiere es una negociación sistémica, para salir del sistema político autoritario.
Vencer la resistencia
En este punto quiero llamar la atención sobre una vía que puede estar ocurriendo sin que nos demos cuenta completamente de ello, porque opera como una fuerza socavadora de las bases de sustentación del régimen y, en tanto tal, actúa por dentro. Es el camino mediante el cual se está venciendo la resistencia del régimen autoritario, se le debilita, se le agota, se le demuestra que no tiene manera de llegar muy lejos; que mejor es negociar su salida. Esta vía se nutre de la convergencia de todo aquello que venza la resistencia de Maduro y del régimen, sea por la coerción, sea por sanciones, sea por incentivos para salvar el pellejo de los jerarcas de la camarilla, sea por negociaciones. Esta vía puede llevar a varios escenarios: el de la huida, el de la salida acordada, el del desplazamiento de Maduro por sus socios, pero quedándose uno de ellos, el de unas elecciones democráticas.
6. También hay escenarios inesperados.
Dado lo impredecible y lo voluble de nuestra dinámica política, es posible que se den escenarios inesperados. Son aquellos que nadie ve en un momento dado, pero que la dinámica real puede estar formando. Por inesperados, nadie espera que ocurran ni puede saber cuáles serán. Lo más que podemos hacer es estar precavidos de que lo inesperado puede ocurrir. El ejemplo más emblemático es Guaidó y su irrupción en la vida política de la manera como lo ha hecho. ¿Quién se asomó a este escenario antes de que se configurara? Nadie. Ni el mismo Guaidó. Una serie de factores azarosos y una capacidad para interpretar el momento, lo colocaron en el tope de la política estando, previamente, en un plano político menor. La fortuna (el destino personal) y la virtud (la capacidad política) de la que habló Maquiavelo, que marcan la vida del político. Hay otros posibles escenarios inesperados. Haga usted su propia lista de los mismos. ¿Qué se imagina usted que puede ser un resultado inesperado en este nuevo ciclo de confrontación por el cambio político?
CONCLUSIÓN
Como he tratado de demostrar, el tema de los escenarios es muy complejo. Aquí he querido llamar la atención sobre las diversas características, sobre las diversas caras, que tienen los mismos. Unos son valorados como los que deberían darse y otros son los que la realidad permitiría. Se pueden recorrer simultáneamente buscando el objetivo final: el cambio de régimen. Los escenarios se desplazan en el ranking de las valoraciones públicas.
A mi juicio, la vía que estamos recorriendo es la del socavamiento de las bases del régimen, que a veces no vemos, que lleva su propio ritmo, pero que va venciendo la resistencia del régimen. Este ha perdido la cohesión del pasado, está más debilitado, y lo pronosticable es que se debilite aún más. Todas las medidas de presión y de incentivos para los miembros de la camarilla del poder, están produciendo sus efectos. A ello apuestan Juan Guaidó y la comunidad internacional. Esta vía no busca el round de la victoria, sino que prepara la victoria, round tras round, combatiendo inteligentemente, golpeando para sacarle el aire al otro. Si se puede ganar por knock-out, pues, magnífico; sino, se busca el triunfo por puntos, por decisión. En este momento, la lucha por la democracia ha pasado a otra etapa: no inmediatista, menos emocional, más organizada socialmente; pero no se descarta el KO.
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