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Polonia, la irreverente

La historia de Polonia ha sufrido las atrocidades de sus poderosos vecinos: Alemania y Rusia, ya sea bajo los zares o la URSS / por Froilán Barrios Nieves

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Polonia, Segunda Guerra Mundial. Foto: History.com
History.com

Cada día del 2020 reflejará un significado especial con respecto al final de la Segunda Guerra mundial hace 75 años. Su desarrollo contiene la exitosa ofensiva final contra el Tercer Reich y la liquidación definitiva del proyecto de Hitler de reinar por un milenio, compartido en sus dimensiones por el imperio del sol naciente y el militarismo japonés.

La humanidad ha superado con creces durante este lapso de tiempo la catástrofe más letal de la historia universal, que conllevó al reparto de las áreas de influencia global de las potencias victoriosas del citado conflicto planetario, certificado en los pactos de Yalta y Potsdam acordados por Winston Churchill, Joseph Stalin, Franklin Roosevelt y Harry Truman.

Milenaria y turbulenta historia

Ahora bien, este 75 aniversario no está exento de debate, ya que ni pueblos ni gobiernos olvidan el origen y las consecuencias de las acciones de los ejecutores de políticas criminales derivadas en genocidios, como les correspondió sufrir al pueblo polaco y al pueblo judío en la Segunda Guerra.

La historia milenaria de Polonia ha estado marcada por las atrocidades de sus poderosas vecindades: por el lado teutón, llámese Prusia o Alemania, y por el lado de Rusia, bajo la monarquía zarista o por la URSS en el siglo XX. Ambas fueron potencias que manipularon a su antojo y capricho como un juguete al territorio polaco, instalando durante centurias reinos y gobiernos satélites similares a piezas de rompecabezas, destructoras de la nación polaca en la Europa del este.

En este resentimiento ancestral se origina el rechazo del actual presidente polaco, Andrzej Duda, a participar en el evento conmemorativo de la liberación del campo de concentración de Auschwitz efectuado el pasado 22 de enero en Israel. En dicha actividad ni siquiera hubiera tenido derecho de palabra, junto al resto de líderes de las naciones afectadas por este conflicto mundial.

División y masacre

Por tanto, sobradas razones tienen el gobierno y el pueblo polacos, en su mayoría católico, de protestar al Presidente Vladimir Putin, ex agente de la tenebrosa KGB, quien pretende lavarle la cara al dictador Joseph Stalin, promotor del pacto firmado por el canciller nazi Joachim Von Ribbentrop y el soviético Vlacheslav Molotov en 1939, en vísperas de la declaración oficial de guerra de Adolf Hitler, cuyo alcance fue dividirse Europa del Este, y en concreto a Polonia, en dos mitades para cada uno de los gobiernos, llevándose en efecto a cabo como botín de guerra.

Al desconocimiento de la soberanía nacional de Polonia con este oprobioso pacto se une la masacre de Katyn, descubierta en 1943, cuyo origen se ha asociado a la muerte de unos 22.000 ciudadanos polacos, prisioneros de guerra de los campos de Ostáshkov, Kozielsk y Starobielsk, reclusos de las cárceles del oeste de Bielorrusia y Ucrania, y las prisiones de Kalinin, Járkov y otras ciudades soviéticas. Todos asesinados por ordenes de Stalin en el bosque de Katyn. Genocidio que determinó en 1943 la ruptura del Gobierno polaco en el exilio radicado en Londres con la URSS.

Finalmente, para conocimiento de la sufrida población venezolana, esta es la fuente ideológica de donde se han formado quienes saquean nuestro país en los 20 años que lleva el siglo XXI, capaces de liquidar los intereses de una nación en pro de potencias extranjeras y de someter a hambrunas al género humano, con el objetivo de permanecer en el poder.

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