Venezuela

Michael Penfold: “Guaidó perdió el foco del movimiento opositor”

El consultor político y experto en gobernanza pública explica que Asamblea Nacional, presidencia interina y gobierno interino son tres cosas distintas y sus funciones deben diferenciarse. Dice que el declive de Juan Guaidó empezó cuando no reconoció esa distinción: se creyó gobierno y no oposición

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Desde el 5 de enero de 2021, los venezolanos quedaron huérfanos de un poder genuinamente democrático. A la crisis humanitaria que atraviesa el país, se vino a sumar una que pareciera trancar el juego indefinidamente: una crisis de representación, inédita por sus características. Ninguno de los dos poderes públicos de elección popular cuenta con legitimidad para gobernar, más allá de que uno posea la fuerza y el otro cuente con el respaldo internacional.

Michael Penfold, doctor y especialista en gobernanza pública, se refirió a ese vacío el 29 de diciembre de 2020, cuando escribió en Twitter: “A partir del 5 de enero de 2021 Venezuela se sumerge en un conflicto político aún más profundo. A partir de ese momento el país queda sin ningún poder público con un origen claramente democrático. Dos presidentes y dos asambleas sin fundamentos constitucionales”.

Entrampados, chavismo y oposición están sumidos en una grave crisis de representatividad sin solución a corto plazo.

Y consumada esa orfandad democrática, a diferencia de hace quizás un par de años, los venezolanos parecieran estar más concentrados en sobrevivir a la caótica dolarización no oficial que devora las transacciones, que de un urgido cambio político. Junto al coronavirus, el fantasma de la antipolítica recorre los espacios públicos y se propaga con rapidez. Penfold, quien es profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), analiza la gravedad de la crisis política y el rol de ambos gobiernos.

—Usted hablaba de una crisis de representación, ¿a qué se refería?

—Es una crisis de representación que tiene dos vertientes. La primera es estrictamente institucional, porque el país no cuenta con ningún poder público con un origen claramente democrático; y la segunda vertiente tiene que ver más con una crisis de representación de liderazgos. Es una crisis que está sucediendo en el interior de la oposición y también me atrevería a decir que en el interior del chavismo. En el fondo, visto desde la perspectiva de la gente, lo que estamos viviendo es una política sin pueblo, sin contenido ni relación con lo que es la demanda de la opinión pública en general.

—¿Cuáles son las repercusiones de esa crisis? ¿Cómo se traduce?

—Eso se traduce en dos cosas, la primera es lo que estamos enfrentando en este momento: la profundización de la inercia política, que está sucediendo hoy y podrá seguir sucediendo mañana, aunque también es cierto, y esto es lo segundo, que eso genera un espacio de oportunidad para que algún actor o liderazgo pueda asumir e irrumpir, pero no lo sabemos. Creo que en el fondo esa crisis de representación se ha traducido en una gran inercia, que es lo que mantiene en este momento altísimos niveles de frustración y descontento frente al hecho de que el país no ha logrado alcanzar el cambio político propuesto.

—A pesar del supuesto desacato, la Asamblea Nacional fue un obstáculo para Nicolás Maduro. Ahora, sin la misma fuerza, ¿cómo la avizora?

—La Asamblea Nacional va a funcionar de cara a muchos países, especialmente a Estados Unidos, donde es reconocida. Eso plantea unos obstáculos gigantísimos para Maduro y para el chavismo, sobre todo con lo que tiene que ver con el manejo de los activos y, también, evidentemente, con temas vinculados con las sanciones internacionales. Pero cuando yo me refiero a esa crisis de representación, me refiero al ámbito interno. Aunque también en el ámbito externo empezamos a ver algunos cambios de países o regiones, como el caso de Europa o países como Chile, donde, si bien no han asumido una posición ambivalente, sí reconocen que el 5 de enero el país entró en un contexto que tiene unas características muy peculiares, por lo que no puede seguir recibiendo el mismo tratamiento que tenía antes.

—¿Esos cambios pudieran revertir lo conseguido por la Asamblea electa el 6 de diciembre de 2015?

—El apoyo a la Asamblea en el escenario internacional sigue estando allí. Lo que yo creo que tiene una posición mucho más débil es el gobierno interino. Son dos cosas diferentes en el fondo y hay que entenderlo así. Por ejemplo, la posición de Europa: están diciendo que no reconocen a la Asamblea Nacional del chavismo, que surgió del proceso de diciembre de 2020, pero tampoco parecieran estar dispuestos a seguir reconociendo al gobierno interino, aunque sí reconocen a Juan Guaidó como el principal líder de la oposición. Adicionalmente están diciendo que siguen reconociendo a la Asamblea Nacional de 2015. Una Asamblea que, evidentemente, está muy golpeada, porque cumplió su período y le toca una elección competitiva, justa y libre. Así como toca también para la presidencia. Eso lo que refleja es que hay un gran vacío en el Estado, el vacío más absoluto desde el punto de vista institucional. Sin resolver ese problema de fondo, difícilmente podrá resolver los otros problemas que tienen que ver con cómo se reinserta Venezuela internacionalmente, cómo se aborda la crisis humanitaria que pasa por unos acuerdos elementales entre los distintos grupos políticos, o cómo accede a los organismos multilaterales para promover un programa de recuperación económica.

Eso hoy está mucho más lejos de lo que todos pensábamos hace dos años atrás: una transición que no se logró materializar. ¿Por qué? No importa. Lo objetivo es lo que estamos viendo en este momento que es ese gran vacío.

—¿Y esa crisis de representación política es inédita en el país?

—Inédita, inédita, no: hubo una crisis de representación de partidos políticos en los noventa, pero con un origen diametralmente distinto, por lo que no serían comparables esos procesos. Lo que sí es cierto es que cuando analizas quién lidera y por qué lidera, no tienes unas métricas para poder responder eso, para poder decir este tiene más que el otro. En este momento la oposición no cuenta con ningún tipo de mecanismos internos para poder resolver. El único mecanismo en el que está sustentada es en el pacto parlamentario. Un pacto que está muy debilitado porque sólo se traduce en esa Comisión Delegada y en la continuidad de un gobierno interino que tampoco tiene un sustento robusto más allá del 5 de enero de 2021. Eso plantea unos dilemas muy grandes, nos guste o no. Esa es la realidad de la oposición, una realidad donde sus principales partidos, en la práctica, están ilegalizados. Aparte de la realidad de un sistema con rasgos autoritarios.

—¿Cuál es la utilidad de la Asamblea Nacional de Maduro? Porque él ha demostrado no tener la obligación de rendirle cuentas a nadie.

—Maduro persiguió dos objetivos con esa convocatoria impuesta por la posición hegemónica del chavismo, sin acuerdos políticos básicos, sin la observación internacional necesaria y sin una autoridad electoral que fuera creíble. El primer objetivo era cerrar el capítulo de Guaidó y creo que ese objetivo –no quiero decir que fue logrado, pero– digamos que plantea todos los dilemas y disyuntivas a esa figura. Lo cierto es que si el país quiere retomar su institucionalidad tendrá que repetir esa elección, con ciertas características que no se dieron en diciembre.

El segundo objetivo que buscó, pero no materializó, fue crear o fabricar una especie de oposición a la medida, leal, con la que, de alguna manera, pensó que iba a obtener mayor participación. Pero esa oposición que está en la Asamblea de Maduro no llega ni al 10% de los puestos, en parte porque ellos mismos fueron los que avalaron un sistema electoral que los terminó perjudicando porque tergiversaron el voto de tal forma que no tenían residual suficiente del voto para obtener, en el circuito nacional, una mayor cantidad de representación. En la práctica, esa Asamblea luce como lo que fue la Asamblea Nacional Constituyente, por eso empezaron a buscar otras figuras que representaran a la oposición pero que probablemente no tienen el mismo reconocimiento y aprobación con la que sí pudiera contar Guaidó, con quien no quieren negociar. Esa es mi evaluación del 6 de diciembre, visto ya con distancia.

Parlamento Europeo

—Usted separa Asamblea Nacional de gobierno interino. Ahora, si la Asamblea Nacional de 2015 está debilitada, pero continúa siendo reconocida, ¿cuándo comenzó el declive del gobierno interino?

—La oposición, y en particular el grupo alrededor de Guaidó, ha confundido tres cosas: la Asamblea Nacional, la presidencia interina y el gobierno interino. Lo cierto es que cuando Guaidó se proclamó como presidente interino, la oposición no se concebía a sí misma como gobierno interino. Eso fue algo que vino mucho más tarde, después del colapso de las negociaciones en Oslo (Noruega), cuando Guaidó empezó a nombrar comisionados presidenciales. Porque en una primera etapa, Guaidó estaba enfocado en las funciones de protección de activos y del trabajo legal que implicaba ese proceso, pero eso se amplió mucho después. Yo creo que en el momento en el que esa presidencia interina se empieza a asumir como gobierno interino y nombra comisionados presidenciales en el plano interno, en el externo y ante organismos multilaterales, en ese momento Guaidó perdió el foco del movimiento político opositor. Allí comenzó a construir su identidad sobre otra serie de premisas que, en el plano político, estrictamente político, tienden a ser muy inefectivas.

—¿Y esa premisa es creer ser gobierno cuando no se es?

—Sí. Al mismo hecho de que tú te empieces a concebir más como gobierno interino y no como movimiento opositor que está retando al poder. Es en ese momento, cuando pierdes el foco en tu proceso de lucha. Creo que parte de ese declive se debe a eso, a que perdió el foco. Y es lógico que lo haya perdido porque su identidad la empezó a construir a partir de esa idea de que era gobierno, cuando en la realidad, en la práctica, no lo era, nunca lo fue.

—Por eso usted decía en el tweet que la oposición “había violentado lo que decía querer proteger”. ¿La oposición está escuchando a la gente?

—La oposición como un movimiento democrático, que está en un proceso de lucha para poder restaurar un orden constitucional y un proceso democrático de elecciones libres, debe poder movilizar a su masa. ¿Cómo lo logra en un contexto como el nuestro caracterizado por la pandemia, por un grandísimo desmantelamiento institucional y por altísimos niveles de represión? Bueno, es un dilema. Lo que yo he venido diciendo es que esta idea de que somos gobierno interino nos quita foco y nos resta fuerza.

En el fondo, lo que ha venido emergiendo es una especie de política sin pueblo, desconectada del entramado social y de las expectativas de las personas que demandan cambios políticos pero que cada vez más creen que es menos probable que ese proceso de cambio se vaya a dar. Razón por la cual terminan haciendo lo que tienen que hacer: tratar de sobrevivir en el plano personal. Es decir: no existe la idea de que estamos construyendo un movimiento democrático. Estamos en un país sumido en una crisis humanitaria muy profunda y compleja, con una crisis económica inédita en nuestra historia y con unos grandísimos niveles de desigualdad social.

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