Sucesos

Así quedó el chalet donde mataron a Óscar Pérez

El 15 de enero de 2018, en el kilómetro 16 de El Junquito hubo tensión. El zumbido de las balas se apagó, pero el mal recuerdo aún permanece. Unos 20 hombres de la Guardia Nacional custodiaban la entrada de Araguaney, la urbanización en la que se hallaba el chalet en el que se ocultaba Óscar Pérez. Hoy el inmueble ya no existe

PORTADA: GUSTAVO VERA | FOTOGRAFÍAS EN EL TEXTO: GUSTAVO VERA Y DANIEL HERNÁNDEZ
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El chalet. Un inmueble con jardín, que algunos creían abandonado, fue el sitio en el que se atrincheró el piloto Óscar Pérez, y en el que lo halló la muerte a manos de los organismos de seguridad del Estado. El chalet ya no existe. La casa primero quedó sin paredes, y luego en ruinas.

Hace un año, el 15 de enero entre las 8:30 pm y las 9:00 pm los residentes de las urbanizaciones La Peña y Araguaney, en el kilómetro 16 de El Junquito escucharon la penúltima detonación del día, la que dejó en ruinas el edificio. El estallido del remate retumbó pasadas las 10:00 pm.

“Mira cómo dejaron el chalet”, se alarmó un vecino, que prefirió no dar su nombre, al ver el vacío que quedó, desde lejos.

–¿A quién pertenecía?

–No lo puedo decir –responde, aprieta los labios y forma una sonrisa.

La residencia se encontraba en la Urbanización Araguaney, ubicada en el kilómetro 16 de El Junquito. En la entrada –la única– hay dos arcos. Uno a la izquierda para dirigirse hacia La Peña y otro a la derecha, el que conduce al sitio que protagoniza las noticias venezolanas desde la madrugada del 15 de enero. Para entrar a Araguaney hay una garita de vigilancia privada y la única forma de recorrer el área es en vehículo particular o a pie.

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Desde el arco hasta Los Cujicitos –donde se encontraba el chalet– habría unos 10 kilómetros. “Eso es en lo último de Araguaney”, describen los vecinos. En carro, la ruta se puede demorar unos 45 minutos, caminando calculan que hasta cuatro horas. Y aunque el número de funcionarios de los cuerpos de seguridad del Estado cayó drásticamente cuando finalizó el tiroteo, la entrada al lugar continúa custodiada por la Guardia Nacional. A los conductores los bajan de sus vehículos, les abren las cuatro puertas del carro, los revisan y jurungan el maletero. Solo propietarios tienen permitido el paso, después de la inspección.

Al pasar el arco comienza una carretera estrecha, que se corta a cada tanto con intersecciones, y con casas a ambos lados. Las viviendas van creciendo en tamaño a medida que se adentran en la urbanización, aunque sin hacer gran ostentación. No es un camino asfaltado, la vía es de tierra y se encuentran en pésimas condiciones. En Los Cujicitos hay una bajada empinada, que no cualquier vehículo puede sortear. Allí hay otra garita. Y unos quince minutos después aparecen los escombros del chalet. En ese punto sí hay vigilancia: un funcionario del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y tres militares.

“Aléjese”. “Nadie puede venir para acá”. “Nadie puede tomar fotos”. La casa está destruida.

La vivienda más cercana queda a unos 100 metros. De allí, los funcionarios a cargo del operativo robaron comida y dinero. A su propietario lo dejaron sin papeles. La policía defecó en los cuartos. Cuando pudo regresar a su vivienda se encontró a los policías haciendo arepas, con su harina de maíz, y descongelando medio pollo. El hombre optó por abandonar su hogar.

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Una residente del kilómetro 16 de El Junquito jura que “el chalet de Óscar Pérez” pertenecía a una mujer colombiana que se fue del país y alquiló su residencia. Jesús, otro vecino, asegura que el propietario es un hombre, al que conoce de vista, pero no sabe su nombre. Este iría de vez en cuando a la urbanización. Esa versión sería más acertada.

El ministro Néstor Reverol, a cargo de la cartera de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, declaró en una rueda de prensa –en la que por fin reconoció la muerte de Pérez– que la vivienda pertenece a Williams Alberto Aguado Sequera, médico cirujano de la Policía Nacional Bolivariana de 58 años de edad. Según el funcionario, el vehículo de este hombre, uno marca Chevrolet, modelo Luv D’Max, color rojo, placa A51AJ0P, “era utilizado para la movilización del material de guerra”.

Aurora Aguado, hermana del médico, informó que lo detuvo la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) a las 5:00 am del lunes, en Caricuao. Denunció la destrucción del apartamento del doctor y sostuvo que fue golpeado intensamente al ser detenido. La ONG Provea también alertaba que sus familiares no habían podido verlo y exhortó a la Defensoría del Pueblo a que “vele por su integridad física ya que hay riesgo de tortura”.

Además de Aguado Sequera, habría otros cinco detenidos; y siete personas abatidas, dentro de las que se cuenta Óscar Pérez. Mientras que por parte de los cuerpos de seguridad del Estado, Reverol informó del fallecimiento de Andrian Domingo Ugarte Ferrera, de 32 años, y Nelson Antonio Chirinos La Cruz, de 29.

Óscar vive

En El Junquito no se habían dado por enterado de las palabras del ministro, poco antes del mediodía del martes 16 de enero, y los que sí habían escuchado de la muerte del policía rebelde no la creían. “Yo espero y aspiro que Óscar Pérez esté vivo. Él tiene los pantalones bien puestos para enfrentar a este Presidente que nos está matando de hambre. No hay medicinas. Tenemos que salir todos los días a ver si conseguimos comida; y no conseguimos. Estamos todos pasando carencias”, opinó una residente de Sabana Baja, otra de las urbanizaciones del kilómetro 16.

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Declaró que durante el operativo, los funcionarios se metieron a la casa de la suegra de su hijo. “Los metieron dentro del baño. Los mandaron a callar y les gritaban que por qué no dijeron que Óscar Pérez estaba allí. Respondieron que no sabían. Nadie sabía. Y de todas maneras, si hubiésemos sabido, tampoco lo habríamos dicho”.

Araguaney es una urbanización “tranquila”. O al menos esa es la palabra que todos utilizan para describirla. Cuando de recordar sucesos se trata, el único que se les viene a la mente es el asesinato del dueño de un autobús ocurrido hace alrededor de ocho años; y en las noticias no aparecen más que en una nota de 2016, cuando los vecinos del sector trancaron la vía para reclamar que llevaban dos meses sin suministro de agua.

“Es un sitio donde viven familias de clase media, aunque ya todos somos pobres. Hay algunas quintas, el resto son casas, con muchos residentes que son italianos o españoles, personas mayores. Incluso el subdirector de la Policía Nacional vive aquí, en Araguaney. Es raro que se vea algo así. También hay varios inmuebles vacíos de gente que se ha ido del país o está de viaje”, aseguró un residente de la urbanización.

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El único movimiento “raro” que vio no delataba la acción de Óscar Pérez, sino de la policía: “Hace cuatro días vino la PTJ –el Cicpc– ique en un operativo de investigación de vehículos”. Agregó: “Ojalá que no lo hayan matado”. Jesús, otro vecino de El Junquito, tampoco creía la muerte: “Ese es el que va a salvar el país. Debe estar 100% vivo”. Opinó que el piloto escogió Araguaney como escondite por ser un área montañosa, aunque dice que, como todos, se sorprendió de que estuviera allí.

“Los presuntos ‘terroristas’ –como los califica el gobierno– se encontraban en una zona aislada, con una sola vía de entrada y salida que no ponía en riego a personas ajenas a la situación, con lo cual luce desproporcionado el ataque mortal del que fueron objeto por parte del Estado”, opinó Rocío San Miguel, presidenta de la ONG Control Ciudadano. “El asalto al sitio donde se escondía constituye un procedimiento atípico al atribuírsele la primera responsabilidad a la Policia Nacional Bolivariana y no a la FAN (Fuerza Armada Nacional), a pesar de tratarse de ‘terroristas’ para el gobierno, y terminar en el desarrollo de la acción destruyendo con un lanzagranadas anti tanque RPG 7 ruso, a cargo de fuerzas especiales de la FAN, la vivienda donde este se encontraba acompañado de otras personas”, agregó.

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Malos recuerdos

Una de las preguntas que muchos espectadores se hacían durante el desarrollo de la llamada Operación Gedeón –que en hebreo significa Destructor–, era cómo Pérez podía subir videos a Instagram y si los cuerpos de seguridad no habían llevado bloqueadores de señal de celulares. Los habitantes de El Junquito se cuestionaban algo parecido. Sus móviles funcionaron poco durante todo el día. “Agarraban señal de vez en cuando y no para llamar, solo podíamos enviar mensajes de texto”, reportó el residente de Araguaney.

Estaban incomunicados y a oscuras. El servicio eléctrico lo cortaron alrededor de las 8:30 am y lo reinstalaron cerca de las 10:00 pm, “y porque caceroleamos”, explican. En el piso de la carretera todavía quedan las marcas de las dos barricadas que armaron los residentes de El Junquito el lunes 15 de enero para mostrar su apoyo al piloto que se encontraba entre los más buscados del país, por haber secuestrado un helicóptero y atacar las sedes del Ministerio de Interior y del Tribunal Supremo de Justicia el 27 de junio de 2017.

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Un día después del suceso, los comercios volvieron a abrir, pero la gente mira con recelo a los funcionarios de la GN que custodian la entrada a Araguaney. “Ayer se comportaron muy agresivos con los vecinos. Yo tuve que correr con mi bebé cuando lanzaron los gases para dispersar la protesta. Temí por mi vida. Ahora está tranquilo, pero no se sabe”, declaró María Castillo. Una residente de La Peña también es cauta: “Hay una tensa calma, que no es buena. Ayer nos despertamos con las detonaciones y nos preocupa que en cualquier momento puedan volver a ocurrir”.

*Con información de Gustavo Vera

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