Literatura

¿Cómo es la literatura venezolana del siglo XXI?

Esta es una conversación entre dos escritores. Ricardo Ramírez Requena y Fedosy Santaella, en esta primera entrega, desmenuzan parte de la escena literaria del país. ¿Cuáles son sus apreciaciones ante la crítica, la producción, escritores jóvenes y trabajo de las editoriales?

Fotografía: Oriana Milu Lozada
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Hace algunos años se habló con fuerza de un boom literario venezolano. Casi una década más tarde, resulta interesante pensar qué ocurrió y que ocurre con la literatura venezolana del siglo XXI. Para abrir este ciclo de entrevistas, he querido comenzar con Ricardo Ramírez Requena. Nacido en 1976 en Ciudad Bolívar. Es licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela, librero, profesor universitario y autor del poemario Maneras de irse (Ígneo, 2014) y del diario Constancia de la lluvia / Diario 2013-2014. Este último resultó ganador del XIV Concurso Anual Transgenérico de la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana en 2014. Cabe destacar que Maneras de irse —bajo el título de Insilios— obtuvo mención en el I Premio de Poesía Eugenio Montejo en 2011.

Hacia el año 2005, 2006, se habló, quizás un tanto exageradamente, de un boom de la literatura venezolana. Una década más tarde, en retrospectiva, ¿qué piensas de ese momento o de ese llamado boom?

Creo, como otros ya han indicado, que fue un boom editorial, a razón de las políticas tomadas por diferentes editoriales, en especial extranjeras, con respecto a la publicación de autores nacionales. Se apoyó y estimuló esto con énfasis. En paralelo, diferentes editoriales nacionales, desde diversos géneros literarios, acompañaron con entusiasmo este afán: editorial Alfa, la misma Monte Ávila en los primeros años de la década y un poco más. En paralelo, se vivieron dos cosas: la promoción que las editoriales privadas pueden dar, y la fuerza de las redes sociales hacia el final de la década —y hasta hoy. También es importante señalar el lugar destacado que librerías como El Buscón, Kalathos y, desde hace pocos años, Lugar Común tuvieron en este boom, gracias a múltiples eventos alrededor de las publicaciones y los autores. Hablo del caso concreto de Caracas. En Mérida, Maracaibo, Valencia y otras ciudades, de manera más modesta pero no menos importante. Es bueno recordar lo que la Bienal Picón Salas significó y lo que la Feria Internacional del libro de la Universidad d Carabobo (FILUC) representa hoy en día. La década pasada fue buena a razón de todo esto. Logró que autores con obras inéditas escritas desde la década de los noventa publicaran y reeditaran sus libros; puso en el tapete a una nueva generación de narradores, jóvenes y no tan jóvenes, y le dio fuerza a la carrera literaria de muchos, que ya hoy tienen más de una publicación en sus espaldas.

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¿Cómo ves el proceso de reconocimiento de la literatura venezolana fuera de sus fronteras? ¿Existe ese proceso?

Me parece que lleva un ritmo muy lento. Si bien varios autores venezolanos tienen años afuera, y en esos años han recomendado la literatura propia, todavía falta mucho. Es posible que con la migración que se está dando, desde hace más de 10 años, en especial dentro de la academia y algunas instituciones culturales, esto signifique un cambio. No lo sé. Lo cierto es que hemos ganado algunos premios, aunque no suficientes. Pero esos premios abren rendijas. Obras finalistas, apertura de catálogos, interés por nuestra literatura es algo que puede verse en España. Todavía falta mucho. Aun así, creo que esta década será fundamental para una internacionalización de varios autores. Ya Ednodio Quintero, Victoria de Stefano, Alberto Barrera están publicados en el extranjero, al igual que poetas como Gustavo Guerrero, Alejandro Oliveros, Igor Barreto, Yolanda Pantin, etc. Los autores que publicaron en la pasada década, deben despegar en esta hacia fuera. Salir del país una temporada ayudaría. Lo que sí echo en falta, y es esencial, es un aparato de promoción y difusión, de agentes literarios, de individuos que entiendan la marca país —sí, marca país— para trabajar esta salida de nuestra literatura hacia otros lectores. Esto no es labor de los escritores, es labor de quienes trabajan en la industria del libro.

¿Por qué hablar de una «internacionalización» de la literatura venezolana siempre se vuelve un tema incómodo entre los escritores venezolanos? Es como si algunos no quisieran salir de las fronteras o no les pareciera necesario. También he sentido una especie de mirada que acusa de mercantilistas o de ególatras a aquellos que quieren darse a conocer fuera.

—Nunca he entendido el problema al plantearnos esto. Creo, insisto, porque lo señalo en la pregunta anterior, que no es realmente labor de los escritores. Aunque la autopromoción es importante y puede ayudar muchísimo —y no creo que sea malo hacerlo—, la industria del libro debe asumirse como industria y ayudar a catapultar las obras. Creo que en cierto afán de no querer salir o promocionar las obras afuera puede haber muchas cosas: uno, un desprecio hacia la mercantilización de la literatura; dos, miedo a medirse ante una crítica foránea; tres, un trabajo que vaya más allá de simplemente escribir la obra. Todas son válidas. Creo que cada autor se debe concentrar en escribir su obra, pero también creo que no debe dinamitar la posibilidad de que sea más conocida, leída y vendida. No veo nada de malo en esto.

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¿Piensas que el escritor venezolano se está profesionalizando? Lo digo en el sentido de un escritor que asume el oficio de la escritura como un trabajo que va más allá de una mera distracción de persona retirada o aburrida de su trabajo de oficina.

—Creo que al hablar de profesionalización, solemos hablar del narrador, preferiblemente novelista o del periodista literario. No sé si otros géneros se ven motivados por esto. Veo que el apoyo de algunas editoriales a algunos autores ha permitido a estos últimos esa profesionalización. Si esto, la profesionalización no existe, atención: tiene que venir apoyada por una editorial que crea en la obra de un autor. En Venezuela el oficio de escritor ha venido acompañado de sinsabores: desprecio por la literatura, desde un anti-intelectualismo rampante, desprecio por algunas instituciones culturales, etc. La publicación no siempre ha significado difusión e, incluso, lectura de los libros. Creo que eso va cambiando. Cuando un autor cobra por lo que escribe, sea un artículo, una reseña o una novela, hace entender que su tiempo como escritor, como persona que necesita de tiempo para escribir, vale. Siempre tiene proyectos, siempre investiga, siempre está haciendo borradores. La profesionalización de un escritor, para mí, pasa por eso: asumir que su tiempo de trabajo vital es importante, y asumir que hay un aparato editorial, sea un periódico, una revista, una página de Internet o una editorial, que entiende esto.

Ahora, profesionalización, en el sentido de vivir de la escritura, de ganar dinero con ello, ¿no sería dañino para el arte?

—No lo fue para Balzac ni lo fue para Dickens. Ayudó, y bastante, a Dostoievski con sus deudas. Ayudó a sobrevivir a Henry James. Pienso que esto aplica para la prosa. Auden decía que el poeta debe alejarse de cierta forma de escritura de su contemporaneidad, como el periodismo, pues le dañó su instrumento. Estemos de acuerdo con esto o no. Hay personas que sostienen esta postura. La respeto. Pero también respeto a quien aspira a asumir la escritura desde diferentes flancos. Además, seamos honestos, el dinero que recibe un escritor por un artículo e incluso regalías, no le permite vivir de eso. ¿Eso debe entonces significar que no cobre por lo que escribe? No, no tiene por qué significar eso.

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Si digo realismo, ¿crees que es una palabra que defina la narrativa venezolana? ¿Esto abarcaría la novela histórica? ¿En caso de que lo creas, es sano ese predominio del realismo en la narrativa venezolana?

—Es una tendencia predominante, en especial en ventas, pero no es garantía de nada. Julio Garmendia no es precisamente un realista, y así como él, hay otros. Pienso que la narrativa venezolana desde hace algunos años se permite explorar la ciencia ficción, lo distópico, lo fantástico con mucho énfasis. Sigue siendo una minoría.

—Si es sano o no, no aplica. Si el lector cree firmemente que una novela histórica es real porque está apoyada en hechos históricos, pues celebro su candidez. Lo mismo ocurre con muchas historias. Lo que sí pienso, definitivamente, es que al lector venezolano le gustan las historias que considera que han podido o podrían ocurrir. Y ya eso es algo muy distinto. Sí, ese realismo existe, y no lo considero nada dañino para nuestra literatura. E incluyo a la novela histórica. Más que el hecho de que sea “histórica”, importa que sea una buena novela.

Literatura venezolana y género fantástico. ¿Qué puedes decir al respecto? ¿Nos falta? ¿Le averguenza al escritor venezolano escribir literatura fantástica? ¿O ciencia ficción? ¿Por qué?

—No le avergüenza. Lo hace cada vez más. Vendrá una generación de escritores venezolanos que escribirá mucha literatura fantástica, mucha ciencia ficción, mucho comic, mucha novela gráfica. Hemos cambiado. Solo hay que darle tiempo al tiempo. Ahora bien, que esa literatura sea buena, o tenga muchísimos lectores, ya eso es harina de otro costal.

¿Qué pasa con el humor y la literatura venezolana?

—Existe en Liendo y otros. Nuestro humor es hijo del español, es más satírico y, en nuestro caso concreto, a veces cruel. Pero existe, se puede rastrear. No es un humor Pixar, pero es nuestro. Ocurre que muchas veces ese humor está muy contaminado de tristeza y parece diluirse. Pero existe. Sí hay humor en la literatura venezolana, es una de sus formas secretas de rebeldía. Está más presente que otros elementos que, temáticamente, deberían estar más quizás: el béisbol, el día a día de la vida militar ——un tópico excelente para el humor—, las fiestas populares.

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Literatura venezolana y policial o género negro. Se ha intentado en los últimos años, aunque pareciera también ser una tendencia mundial. ¿Qué ves allí en la producción venezolana?

No creo que sea una tendencia particular de nuestra literatura. Es mundial y viene impulsada y aparejada por el cine y las series de televisión. Se ha vuelto inmensamente popular, porque permite lanzar a la página cierto terror del mundo. En nuestro caso ese terror está adentro y fuera de la página. Creo que crecerá.

¿Se halaga muy rápido en Venezuela a los escritores que sacan sus primeros libros?

Si halagarlos significa dos artículos en los únicos periódicos nacionales que publican algo de cultura, textos interesantes en algunos blogs, una presentación del libro y otra lectura, no, no son muy halagados. Es poco. Pero nos hemos acostumbrado a ese poco. Es veloz además, a razón de los tiempos que vivimos, que van a la velocidad de un tuit. Se habla de un autor por un mes, no mucho más, y luego sale de los mesones principales de las librerías y de sus vitrinas, por ejemplo, con pocas excepciones. Los libros de los autores noveles necesitan ser más criticados, es decir, tomados más en serio. Esa crítica le permitiría situarse en contexto. Y seguir.

¿Y cómo ves la crítica de la literatura venezolana hoy?

La crítica existe, abunda en las revistas académicas y en los blogs. Pero la primera, se toma su tiempo y la segunda quizás corre demasiado rápido. Necesitamos páginas de cultura en los periódicos y revistas de cultura. Que vuelvan. Si no tenemos el espacio propicio e idóneo para que esa crítica se despliegue, siempre diremos que la crítica no existe. Creo que las revistas virtuales, serias, con firmas reconocidas y dispuestas a escribir artículos semanales o quincenales o mensuales sobre las obras que van saliendo a lo largo del año en el país, serían una alternativa ideal. Pero necesitan recursos. Y no los hay, lamentablemente. La crítica es eso que se hace pero que no puede mostrarse adecuadamente en el país. Y esto ocurre desde hace algún tiempo.

¿Crees que esa crítica se ha vuelto sectaria y que trabaja dentro de cuotas de poder para sustentar a algunos autores cercanos a ciertas concepciones literarias y para apartar a otros que no comulgan o que no hacen la literatura que esos grupos justifican?

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No creo. La crítica depende del criterio, el gusto y las lecturas del crítico. No la creo sectaria. No sé cuáles son esas cuotas de poder. A veces pienso que cuando se señala esto se olvida que hay una crítica sustentada en experiencias, lecturas, años. Sí creo que la crítica debe ser independiente de los gustos de las editoriales. Debe marcar distancia de los gustos de la mayoría y de las tendencias de un momento si no se siente orientada hacia ellas. Un crítico, valga la redundancia, tiene criterio propio. Se le debe reconocer, e incluso pagar, por esta característica. Ahora bien, si alguien es dostoievskiano, y usted escribe desde Tolstoi, debe entender que este crítico no celebrará algunos de sus planteamientos. Si usted va por la línea de Hemingway y el escritor por la de Henry James, lo mismo. Existen las familias literarias. Y cada quien tiene el derecho de defenderla. Mi crítico ideal sería aquel que, desde su familia literaria, es capaz de reconocer los logros e, incluso, en algunos poquísimos casos, el genio de alguien que escribe en una línea diferente a la de su preferencia. O los defectos en alguien que escribe desde la suya.

¿Cómo es la literatura venezolana del siglo XXI?

El siglo XXI apenas lleva 15 años. Falta mucho. Creo que en estos primeros 15 años hay una dinámica emocionante que podría rendir muchos frutos. La literatura venezolana no tiene nada que envidiar a otras en su lengua. Debe continuar explorando, permitiéndose riesgos, en especial con el lenguaje y no debe sentir prejuicios si en algún momento sale de su “habitación propia”. Sería un beneficio que esa “habitación propia” llegara a muchos lectores que, quizás, tienen tiempo esperándola.

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