Literatura

Lena Yau, de todo menos canalla

Su gerencia personal —sus palabras— no le falla. Se confiesa ultra controladora, siempre necesita la consistencia entre la forma y el fondo. Toma cerveza como un biker. Cazadora en el mar. Caraqueña que vive en Madrid hace 17 años. Esta vez vino a Caracas, Valencia y Pampatar para presentar su último poemario, Lo que contó la mujer canalla, y esto es lo que contó a Clímax

Texto: Luz Elena Carrascosa | Fotografías: Emilio Kabchi
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Es Tauro, tierna y poeta, viste de blanco y beige —y en invierno, a veces de negro, de cuero. Domadora de stilettos y enamorada de Famara en Lanzarote. Dejó Venezuela en 1997 y se radicó en Madrid desde 1999. El mar es su sangre. El Atlántico le pertenece, todavía muchos recuerdos rompen en aguas canarias, algunos aún quedan sumergidos en una red, otros no. La resaca trae otros más a las costas venezolanas.

Escribe por clarividencia y quizás para desafiar a los dueños de nuestros recuerdos, “que son siempre otros y nos recuerdan por las razones equivocadas.” Mira a la palabra de frente, “la palabra se impone, al final la palabra eres tú, es tu voz”, dice.

La palabra: segunda patria

Hace un año vino a Caracas para presentar a sus primogénitos, Hormigas en la lengua y Trae tu espalda para hacer mi mesa, novela y poemario respectivamente. En esta oportunidad regresa para hacer lo mismo con Lo que contó la mujer canalla, su segundo libro de poemas.

Hormigas en la lengua es una novela deliciosa de leer, un engolosinamiento compuesto por cartas, anécdotas familiares, textos periféricos y poemas. Allí cuatro notables —de sus muchos personajes— guardan, atesoran y sueltan las hormigas en sus lenguas. La mejor metáfora para que quede claro que las palabras trazan largos y acontecidos recorridos entre hormiguero y hormiguero y que causan tantos problemas y emociones como el alimento. Para la abuela Sara, personaje entrañable de la novela, “La palabra y la comida devuelven a lo perdido.Lo perdido es la tierra. La tierra es la infancia. La infancia es el habla. El habla es la comida”.

No come de todo. Ni su anatomía ni su engullir místico admiten casquería ni comidas desordenadas —risottos, paellas, lentejas con chorizo. Pero disponen, eso sí, un espacio para nostalgias de chucherías de los setenta y ochenta, de su niñez y adolescencia. Donde se ponga un Papaupa, un Carlton o una Fruna y otro grueso de golosinas retro criollas, tiene poco chance una mouselina de parchita. Aceitunas, jamón serrano y turrón, también son buenos para la mujer canalla. Pero puntualiza:“Soy minimal para las comidas. Me gustan los platos ordenados”.

Fadamiento

El tema judío es una de sus fijaciones. “Me atrae por errante”, apunta. Y siente fascinación por el ladino. El primer texto de Hormigas en la lengua lleva por nombre Fadamiento, “que tiene que ver con dar nombre y suerte a la vez”. De acuerdo a la página web “Pajina Djudeo Espanyola”: “La palabra «hada», según los diccionarios del ladino, es sinónima de «fada» que quiere decir también suerte, y para los sefaradís fadar es también dar nombre a una hija recién nacida y el fadamiento es la ceremonia que se hace para esto”.

Yau disfruta cada palabra mientras conversa, toma pausas, bebe un sorbo de cerveza, saborea dos o tres sintagmas y sin apuro las respuestas se le vienen a los labios. Clarito. Enuncia y pronuncia con garbo. Ríe y sigue. Se concentra y con sus dedos y manos apunta cosas a la mesa, como si la mesa fuera un niño a quien reprime la Pata Daisy. Ríe más. Sus palabras se comen y sus discretísimas gesticulaciones consienten al mantel. Lo acarician, lo planchan y lo dejan como pelo de conejo.

Alguna vez en correspondencia íntima me escribió y explicó su cambio de nombre, su fadamiento. “A esa mujer tuve que matarla y nació Lena, Lena Yau”. Hasta allí llegan las fechorías de la canalla. Hoy cuenta: “Encontrar mi nombre me permitió sobrevivir. Sobrevivo respirando y solo pude respirar al escribir. Ese nombre hizo el alivio. Antes del nombre fue un cataclismo. Yo torcí el destino en mi nomenclatura”.Pero siempre revive, como en su hermoso poema “Vuelve a la vida”, que forma parte de Lo que contó la mujer canalla.

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Lena Yau 3

Biker en restaurante chino

El amor inmenso por las costas de Vargas y Miranda, por la soledad y el cuero no la hacen biker. Los tatuajes no la emocionan, pero los perdona. “No me gusta despeinarme, no podría ir en una Harley Davidson. De biker tengo lo cervecera y la soledad”.  Para Lena es mucho más sencillo tomar cervezas en restaurantes chinos, sin elaboraciones ni experimentaciones floripondias de chefs reputados. Desde su regazo eleva una cartera sobre color rosa palo que dice en rojo “cerveza fría” y solo añade al mesonero, el único no chino del local: “solo queremos eso, por favor”.

No bebió la cerveza en plato hondo, como aquella mujer de su poema “Long Island Punch” de Trae tu espalda para hacer mi mesa que bebe jelly beans en copa y toma whisky en plato hondo, “mujeres con fiestas privadas en sus venas”. Pero sí comió una empanada.

La chinería va más allá. Un alucinante texto en su novela “Los crímenes más sonados de la vida real: muerte en el Kaifeng” le da una vuelta de tuerca a la filia judía. Kaifeng en la historia de Yau es un restaurante chino kosher en Nueva York y también una ciudad en la provincia china de Henan en la que habitó una de las tribus perdidas de Israel, y donde aún viven algunos de sus miembros.

Las mesas son islas

Ketchup, popcorn, tequila, Gummy Bears, Peanut butter, “Long Island Punch”, vodka y langosta son islas y mesas en su poemario Trae tu espalda para hacer mi mesa. Aquí los bocados y los sabores son sus palabras y su ars amandi.  También una mujer que promete ser canalla nace en Trae tu espalda para hacer mi mesa, pero tampoco lo es tanto. Allí escribe sobre los “Modales Deseables”:

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Se enamora de Lisboa, como todo escritor que se precie o se mal precie, y en el poema “Toledo”, el Tagus, se impone. Ni tágide ni sirena, el Tagus se la traga.

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“Carta al hombre ubicuo” es un plano para desmantelar un amor, con la pista fatal de que “nuestra historia es como un gato listo. Siempre vuelve” o el tiro más certero e intenso que puede escribírsele a quien sea: “Naufragas si hay novedades en el guion”.

Se da a sí misma, y a todos, las instrucciones de las borrachas responsables en “Recurrencias en zumo de tomate”: “no lo nombres, no lo escribas, no lo recuerdes, no lo pienses, no lo extrañes, no lo sufras, no lo armes, no lo pliegues, no lo evoques, no lo escuches, no lo hagas existir”.En el último poema, Detritus, laten las tensiones entre amor, boca, cama, mantel y odio.

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Cuadernas y redes

Lo que contó la mujer canalla es una nave compuesta de seis cuadernas, sogas sueltas, una cuaderna maestra, listones, una tercera transversal, fotos y otros poemas que zarpan, fondean y atracan entre continente y continente. “Cuadernas, explica, son las costillas de los barcos”. Son 66 poemas en total.  Allí está la Famara de sus veranos, de sus sueños, su “isla de islas”. La hora del café, 6:26 pm, hace temblar al que estuvo allí, en la “Cuaderna III”, en Sabana Grande luego de clases, y en la “Cuaderna V”, la costa de Vargas, arropada por ese “extraño bilingüismo”. Algunas cuadernas son fotografías, “que a veces veo y me hacen escribir y otras son escritura. Siento que puedo establecer un diálogo entre sus imágenes y mi escritura”. Las imágenes de su poemario son de Efrén Hernández Arias.

En la presentación de Lo que contó la mujer canalla, en la librería Kalathos, dos asistentes comentaron que la habían conocido vía Facebook y otra a través de Instagram. “Ella tiene sus seguidores”, dijo la última. Los fans de Facebook confesaron amistad cibernética más no carnal con la poeta. La seguidora de Instagram cerró: “las redes son una cosa fantástica”. Por lo pronto, Lena Yau, poeta estupenda, maneja con idéntico arte y maestría las redes sociales, allí sus tres publicaciones se balancean sobre la tela de una araña. Debe estar a punto de llamar a otro elefante.

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Proust para Yau

-¿Sueñas que esquivas el mantel para llegar a las sábanas?
-Sí. Hay cosas que se hacen mejor antes de cenar. Hay dos formas de comer.

-Comidas para evitar
-Con gente que no conozco. Comer es un momento placentero y tengo que confiar. Si no nos conocemos, quedamos para un café y tomo agua.

-¿Cerveza o whisky en plato hondo?
-Soy cervecera. No tomo alcoholes fuertes. Sufro de tensión alta.

-Pensamientos burgueses que te asaltan
-Casa en la playa, en Famara. Armarios para zapatos y el gran pensamiento burgués: el tiempo. No pensar en el tiempo.

-Si fueras una fruta
-Un coco.

-Tequila, oportunidades y formas de tomarlo
-Temo que le pase algo a mi lengua. Me quema la lengua.

-Los poetas son…
-Los guardianes, los tesoreros de los silencios. Gracias a Montejo hay 400 Islandias. Cada quien tiene su Islandia gracias a Montejo.

-¿Doña Bárbara o Madame Bovary?
-Ninguna. Mezcla de Jeanne Baré y Marguerite Duras: mar, botánica, escritura, barras de bar y amor improcedente.

-¿Corsetería, culottes o látigos?
-¡Látigos!

-¿Belleza, éxtasis o sexo? (No se vale escoger las tres)
-La belleza es orgásmica.

-¿Fados o bachata?
-Para lo hondo, Guillermo Carrasco. Para el folk y la alegría con punto melancólico, Beirut.

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