Investigación

Los malandros las prefieren de alto calibre

Alto poder de fuego, rapidez para el disparo, letales. En Venezuela circulan millones de armas ilegales. Los delincuentes controlan arsenales procedentes de cuerpos uniformados, procurados por negocios turbios o por raterías sangrientas. Estadounidenses, austríacas, rusas o italianas. La nacionalidad no importa, solo su capacidad mortal

Texto: Jefferson Díaz | Fotografía de portada: LaGuarimba.org | Fotografías en el texto: Cristian Hernández | Infografía: Ainhoa Salas
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Pedro Andrade* tiene dos uniformes de policía. El primero se lo ganó a los veintidós años cuando egresó del Instituto Universitario de la Policía Metropolitana (Iupm) en 1985. El segundo se lo asignaron luego que la Policía Metropolitana (PM) fuera disuelta en 2011 por órdenes del entonces presidente Hugo Chávez. Su fin era la creación de la Policía Nacional Bolivariana (PNB). Ambos vestidos son representativos de una vida al servicio de las armas. Sí, de las armas.

Pero, ¿quién está mejor armado? ¿El policía o el malandro? Ante las interrogantes, Pedro vacila y suelta una risita lacónica, más bien sardónica: “¿tú qué crees?”. Según datos del Observatorio Venezolano de Violencia, en 2015 había al menos quince millones de armas ilegales en circulación. Es decir, que están registradas por el Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, el Ministerio de la Defensa y el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC). Armamento que está en manos, por lo general, de bandas delictivas, según señalan, no se sabe si con orgullo o desuelo, las autoridades del país.

En la última semana de septiembre, el Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, en acuerdo y unión con la dirección de la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana, comandó un operativo de inutilización de armas que fueron confiscadas a delincuentes. La acción en mancomunidad exhibió en tres mesas de plástico cubiertas con manteles rojos los resultados, logros o botín —para los más críticos más bien baladí. Sobre el género color sangre, había 150 pistolas, revólveres, escopetas, facsímiles y granadas. Todos con números de serie limados, procedencia desconocida y registro de los delitos donde fueron usadas.

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“Ellos sí saben de dónde vienen. Es un mercado negro que respira desde hace años y se agravó con la corrupción que hay dentro de la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares (CAVIM) y los ataques a los parques de armas en los diferentes puestos policiales del país”, comenta Andrade.

En agosto del año pasado el anterior ministro de interior y justicia, Gustavo González López, informó rueda de prensa que en lo que iba de año inutilizaron 11 mil 600 armas decomisadas a bandas criminales de todo el país. En su mayoría eran pistolas, revólveres, facsímiles y granadas fragmentarias.

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Son muchas las voces desde la Policía Nacional Bolivariana que se escuchan —puertas adentro— sobre las armas que accionan bandoleros. Un caso reciente fue el 10 de mayo de 2016, cuando se lanzó un Operativo de Liberación y Paz (OLP) sobre la Cota 905, al sureste de Caracas. Catalogada como una “zona de paz” por el gobierno nacional, se convirtió en un polvorín. Había casas que servían como parques de armas para los malandros. La calificación del arsenal combatía con la de los militares: casas para granadas, para fusiles y para armas cortas, según un informe publicado por el Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz.

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¿Las armas preferidas? Glock calibre .40 de fabricación austríaca. Cargan hasta 16 balas —quince en el peine y una en el carril— y tienen dos modalidades de tiro: semi automático y automático. Son confiables y la mayoría de las policías del mundo las usan. “Lo que tiene la Glock .40 es que es de fácil uso. No pesa más de dos kilos con la carga completa y puede mojarse o caerse y seguirá disparando. La única desventaja es que es de gatillo sensible, y si no se manipula con pericia, puedes terminar con un tiro en la pierna”, acusa Andrade. Lo que saben las autoridades es que dentro de estos centros criminales hay sesiones de entretenimiento para que los nuevos integrantes puedan manipular sus “herramientas de trabajo”, tremebundo eufemismo.

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En El Cementerio, las bandas tienen casas de seguridad donde guardan sus armas. El dato fue confirmado por el Cicpc y el portal de noticias El Estímulo lo registra en un artículo publicado el 1 de marzo de 2016. “Aseguran los lugareños que las bandas delictivas tienen armamentos de todo tipos y calibre, que reciben las municiones todas las semanas y hasta sospechan que en alguna parte de algún barrio tienen una máquina para fabricar balas o reciclar los cartuchos disparados. ‘Lo que sí es verdad es que los choros se encuentran mejor armados que la policía’”.

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Para enfrentar a la policía usan armas largas, como fusiles estadounidenses M4 y subametralladoras alemanas. Mientras que cuando los enfrentamientos son con la Guardia Nacional son fusiles AK-103 y granadas fragmentarias. O Berettas PX4, pistola reglamentaria de la Fuerza Armada. “Las armas las importa el gobierno. Así que, ¿cómo la obtienen? A través de contactos dentro de las fuerzas de seguridad. Contrabando”, asegura Andrade.

En abril de este año, corrieron por las redes sociales —en especial Twitter— imágenes de antisociales de El Cementerio mostrando su arsenal tras abatir a varios hombres miembros de bandas rivales. Se pavoneaban con armas cortas automáticas de cargadores extendidos, fusiles y granadas.

¿Cuánto cuestan?

Hablar de procedencia de las armas es adentrarse en elucubraciones. Desde posibles mafias que coexisten en la Fuerza Armada, hasta la venta por los comandos policiales. Lo único seguro es que los policías que están en la calle corren más riesgo por el dinero que cargan en el cinto que por el uniforme. Durante 2016, y según datos recolectados por el Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea),  solo en el Área Metropolitana de Caracas han sido asesinados más de 90 funcionarios. Rafael Uzcátegui, director de dicha asociación, informó que “a la mayoría de ellos le robaron sus armas”. El 29 de septiembre de este año, tres militares fueron detenidos por el Cicpc tras ser acusados de robar 84 granadas del Fuerte Conopoima en Guárico, tal como reseñó el diario Últimas Noticias.

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Cada una se cotiza en la calle en ciento cincuenta mil bolívares. Algunas veces, el precio se paga en dólares. Una granada fragmentaria tiene un rango de acción de setecientos metros. Las de mano —modelo que prefieren los delincuentes de Caracas por su facilidad de aventar y tomar las de Villadiego— se idearon durante la Gran Guerra para los soldados que estaban dentro de las trincheras y que, por causa del fuego trancado de las ametralladoras, no podían luchar cuerpo a cuerpo o a campo traviesa. Una vez que se quita el precinto o argolla de seguridad se tienen quince segundos antes de la detonación. Sus consecuencias evidentes, más allá de la muerte, son mutilación de miembros —brazos o piernas— y heridas graves en todo el cuerpo.

En el 31 de agosto de este año, en la sala de emergencia del hospital Pérez Carreño de Caracas, un hombre ingresó con múltiples heridas de bala tras enfrentarse con la Policía Nacional en Catia. Mientras el personal médico lo desnudaba para atenderlo, encontraron oculta entre sus testículos una granada. Tal fue el susto, que no pudieron salvarlo y tuvieron que esperar que la División Anti Explosivos del Cicpc acudiera y actuara.

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Desde la Fundación Para el Debido Proceso (Fundepro) sale un informe detallado sobre el armamento elegido por los delincuentes. “Prefieren las armas cortas que están a disponibilidad de un ataque a estaciones policiales o al enfrentamiento con funcionarios. Lo ideal sería que estas armas —las oficiales— quedaran resguardadas bajo parques con seguridad especial. Sin embargo, muchos efectivos prefieren llevarse el armamento hasta sus hogares por temor a que los ataquen luego de culminado su servicio”, consagra el documento. Las bandas criminales saben quién tiene y cómo conseguirlas.

“En ciertos sectores de Catia y Petare los delincuentes tienen aeronaves teledirigidas —drones— para vigilar sus predios. Además, cuentan con cajas de municiones que van desde el calibre 38 para los revólveres hasta nueve milímetros”, confirma Andrade. Muchas de las redadas que realiza la Policía Nacional no sólo terminan con la incautación de armamento, sino de balas. Muchas balas.

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En la página web del Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz se publicó el pasado seis de septiembre que una comisión de la PNB, “luego de extensivos trabajos de inteligencia”, incautó una “gran cantidad de municiones de fusil” en los Valles del Tuy, estado Miranda. Durante esta operación murieron dos antisociales: “Cara de niña” y “Zamuro chiquito”. Ambos, se encargaban de manejar el arsenal de varias bandas de la zona. El hecho, echa por tierra la utópica paz que amagó el gobierno al promulgar en 2014 la Ley para el Desarme y Control de Municiones que contempla mecanismos para evitar la adquisición ilegal de armamento. Sin embargo, muchos son los vídeos que siguen corriendo por las redes sociales donde los delincuentes se retratan con fusiles, pistolas y granadas.

*Nombre cambiado a petición del entrevistado.

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