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Wimbledon y la reivindicación de los sacadores

La primera semana de acción en el tercer Grand Slam de la temporada nos hizo recordar que en la Catedral del Tenis es difícil torcer la historia.

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Apenas en tercera ronda vimos caer a Novak Djokovic, mientras que en segunda se despedía Garbiñe Muguruza, sendos golpes a la mesa en una temporada monotemática.

Wimbledon está constituido por particularidades. Sobre el césped sagrado se conservan acciones dignas de un evento histórico. Año tras año vemos a los tenistas entrar y salir juntos de la cancha, tal como lo dicta el protocolo. El color blanco inunda las equipaciones de quienes participan y el código de vestimenta en el Royal Box de la pista central debe cumplirse al pie de la letra, sin importar si eres Lewis Hamilton.

El en juego, pasa algo similar. Conforme avanza el tiempo, en Londres dominan los elementos cuya arma principal es el servicio. Dada la velocidad de la superficie, en este torneo es más sencillo ganar con menos recursos que, por ejemplo, el Roland Garros.

Servir y definir. Volear. Volver a los cimientos de la disciplina. En Wimbledon, ser de la vieja escuela paga bastante bien.

Nueve de los 16 hombres que quedan en el cuadro se sitúan entre los 20 primeros de la temporada que más puntos ganan con el primer saque, mientras que 11 de 16 están en el top 20 de juegos de servicio ganados.

Dentro de este par de rubros aparece Sam Querrey, verdugo de Djokovic.

El estadounidense vivió de esa renta para acabar con el sueño del número uno del mundo, y uno de los mejores devolvedores de la historia. En otra superficie Nole habría sostenido el embate de su contrario; sin embargo, sobre césped el discurso cambia.

Entre las damas, la situación es un poco diferente.

Tres de las sacadoras más efectivas de la WTA aún juegan este torneo (Serena Williams, Lucie Safarova y Coco Vandeweghe). Con el tenis femenino pasa que el portento físico no es una constante. Maria Sharapova es el ejemplo perfecto de una jugadora con estatura por encima del promedio, pero un pésimo servicio.

Muguruza, por su parte, hace mayor resistencia al momento de sacar, pero no es una de las más efectivas del circuito.

Ante tal hecho, el éxito pasa por alcanzar un nivel óptimo con el drive, impactos que encuentren el equilibrio entre fuerza y ubicación, algo sencillo de explicar, pero nada fácil de alcanzar.

Las lluvias hicieron más rápidas las pistas, y eso favorece a quienes no duden en ejecutar las aperturas, pero poco ayuda a las que tarden en adaptarse a este tramo del calendario.

La segunda ronda del torneo no hizo más que abrirle la puerta de salida a 11 preclasificadas, sumando dudas a un tour femenino donde, salvo si tu apellido es Williams, nadie tiene un puesto fijo en altas instancias.

En un escenario donde pequeñas raquetas se hicieron grandes, y grandes se convirtieron en leyendas, simplificar y resolver es una obligación.

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