Deportes

O derrotan a la violencia o ésta se los comerá vivos

Año tras año; semestre tras semestre; torneo tras torneo, todos aquellos que nos indignamos por los episodios de violencia hacemos el ridículo, y es que cuando las postales de la furia se pierden en el espejo retrovisor, todos, llámense directivos, periodistas, jugadores e hinchas, retornamos a nuestra batalla particular, esa en la que volvemos a cerrar los ojos y pedimos apoyo para un producto que casi no ha evolucionado. El fútbol venezolano es tan violento como cualquier otro episodio de nuestra vida cotidiana. Son incontables las muestras de intolerancia que se viven en el tráfico, las colas para adquirir medicinas y alimentos, o en la parada del autobús. ¡Hasta en el aeropuerto somos capaces de mostrarnos agresivos! La violencia forma parte del ser humano, y sin las debidas herramientas para contenerla, se llega a una atmósfera como la nuestra, en la que  cualquier tontería nos hace estallar. Por ello, lo vivido en el estadio José Antonio Anzoátegui de Puerto La Cruz es, como dirían algunos, una mancha más en un tigre.

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Foto: mapio.net

Estimado lector, un simple repaso a la hemeroteca nos lleva a divisar que tras cada episodio de ira aparecen los mismos protagonistas y se repiten las muestras de indignación. El periodismo hace un mea culpa y convoca a representantes del poder legislativo, quienes a su vez, y siguiendo la tradición de sus predecesores, prometen leyes, villas y castillos para combatir ese flagelo; se reunirán representantes de las distintas hinchadas y hasta algún columnista ofrecerá sus consejos. Pero al final de la semana, el mismo periodismo que intenta mostrarse sensato volverá a acuchillarse entre sí mismo para ganarle espacios al «huevón» de turno; el diputado seguirá gritándose con sus colegas en el hemiciclo legislativo y frente a las cámaras de tv; y el columnista volverá a hacerse la vista gorda en situaciones que hace un par de meses condenó y que ahora, por cosas de la amistad -hay amigos y los hay amigos de la plata- prefiere callar.

Esto que describo es lo que es: un claro círculo vicioso que únicamente podrá combatirse desde los valores de la educación, herramienta que viene siendo desechada sin el mayor de los tapujos.

Hablemos claro. La militarización de la política ha socavado los principios fundamentales de la convivencia, tales como la tolerancia, el respeto por los derechos del connacional, la igualdad y otros que no vale la pena mencionar. Esto es una consecuencia directa de la formación castrense, esa que lleva a calificar de enemigo a todo aquel que no se ubique en su misma vereda. Si desde los altos puestos del Estado se emiten mensajes cargados de furia e irrespeto por el vecino, no esperemos que la sociedad, receptora de esas cargas, actúe distinto.

Esa militarización, unida a la ingenuidad de algunos y el oportunismo de otros, produce un caldo de cultivo peligrosísimo del que emanarán episodios como los que vivimos en el fútbol, en la farmacia, en el supermercado y hasta en los velorios; en Venezuela hemos llegado al punto de que aquel que tiene lo que yo deseo es mi rival y debe ser tratado con toda la hostilidad posible, sin importar las consecuencias, muchas de ellas fatales e irreparables.

¿Qué han hecho nuestros representantes? Poco y nada. Algunos querrán recordarme que se está tratando la posible aprobación de un cuerpo legislativo que sancione los actos de violencia en espectáculos deportivos, pero yo, que al poder no lo quiero ni cerca, prefiero recordarle al lector que la existencia de un Código Penal y un Código Procesal Penal no ha traído como consecuencia la disminución de delitos, en el primer caso, y tampoco mayor celeridad en los procesos judiciales, en el segundo.

Usted me va a disculpar si tras estas líneas usted no encuentra razón alguna para confiar en los políticos, los legisladores, los publicistas y los dueños de equipo. Lo lamento, pero mi trabajo no es hacerle lobby a ninguno de estos señores; mi labor consiste en recordarles que no han cumplido con su más importante misión, que no es otra que ofrecer seguridad a quienes viven en esta tierra. Ninguna ley va a cambiar eso si los protagonistas que acá señalo no se reúnen y toman medidas disciplinarias y educativas, acordes al momento y el contexto que vivimos.

Bájense de la nube, el derecho de admisión sólo sirve para correr la arruga. Sus mayores defensores hoy se dan cuenta de ello y ya no lo sostienen como hasta hace un par de meses hacían. ¿Quieren acabar con estos episodios? Habiliten tribunales los fines de semana para que estos condenen inmediatamente, de manera exprés, a los detenidos por alterar el orden público; rechacen cualquier sociedad con pseudo barras bravas y no cedan a sus pedidos de entradas o precios preferenciales; promuevan campañas educativas en el estadio para que cada niño crezca conociendo las penas y consecuencias del irrespeto a la ley y el orden público; lleven a sus jugadores a las escuelas y los liceos para concientizar a los estudiantes. Como ven, hay mucho por hacer, así que comiencen de una buena vez, que la noche se cerca…

Estimado Sr. Miguel Pizarro: todos los delitos cometidos por estos delincuentes están tipificados en las leyes venezolanas. Deseche la muletilla de una nueva ley, que ya bastante ha sido utilizada en nuestra historia republicana, y concentre sus esfuerzos en hacer cumplir los reglamentos existentes. ¿Quiere dejar un legado? Impulse la creación de un cuerpo civil que se encargue de la seguridad en este tipo de eventos. De lo contrario, su insistencia en la aprobación de otro estatuto lo acercará al montón de políticos y legisladores que viven en el olvido.

Señores de la Asociación de Clubes del Fútbol Venezolano: ustedes son todos socios en este intento de espectáculo llamado primera división, pero quizá ha llegado la hora de aceptar que la gran mayoría no está capacitada para cumplir las exigencias que el negocio exige. Una prueba de ello es el tema concerniente a la licencia de clubes FIFA, la cual los enviará, si no existe alguna flexibilidad de parte de la Federación Venezolana de Fútbol, a la segunda división, por no cumplir con una advertencia hecha hace por lo menos tres años atrás. ¿Ven como agrupar alcahuetes en su entorno los perjudica más de lo que les ayuda?

Hay quienes argumentarán que cualquier cambio educativo debe venir de los órganos competentes del Estado, y no se equivocan, pero son ustedes, dirigentes y dueños de equipos, quienes poseen la fuerza necesaria para impulsar las modificaciones que tantas veces han dicho perseguir. Va siendo hora de que entiendan que la incapacidad de alguno condicionará las buenas intenciones del resto.

Basta ya de comunicados y de agradecer la intervención divina –hay que ser bien cínico para creer que Dios, en caso de que exista, se preocupa más por un estadio de fútbol que por los refugiados de guerra. Actúen, porque el negocio en el que ustedes invierten dinero se aleja cada vez más de aquel escenario ideal en el que el inversor recupera y reinvierte sus ganancias en el mismo campo en el que las obtuvo. Pero más importante aún es demostrar que su compromiso por un fútbol mejor, y por una mejor sociedad, es claro y contundente, contrario a quienes sostienen que todo lo que rodea al fútbol se nutre de episodios como el vivido en Puerto La Cruz.

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