María Angélica Bandres Blanco, de 26 años, acompañada por su amiga Desiree, se trasladaron hasta Caracas desde El Limón, poblado ubicado en el céntrico estado Aragua, para visitar a sus novios, Alexander y Fabio respectivamente, quienes se desempeñan como técnicos en refrigeración.
Todos subieron por teleférico al Parque Nacional El Ávila, donde compartieron y tomaron algunas bebidas. Regresaron a la ciudad, comieron y luego se trasladaron a lugar de música del género vallenato ubicado las cercanías del barrio de Santa Rosa y cercano de la estación del Metro Colegio de Ingenieros, donde viven los hombres.
Al retirarse del local, pasada la medianoche, se trasladan por la avenida Libertador a la altura de la CANTV en un vehículo Cherokee propiedad de Fabio, novio de Desiree, mientras María Angélica y Alexander iban en el asiento de atrás. Aunque llevaban música con volumen alto, el grupo escuchó las detonaciones.
Las balas impactaron en María Angélica.
El conductor de la camioneta bajó el volumen de la música y la velocidad y se percatan que se les acercó un carro modelo Neón, color verde, y de él descendió un hombre con un arma en la mano y le toca la ventana a Desiree. Ella desesperada por el momento y tras ver que su amiga había recibido impactos de proyectil que ingresaron por la puerta donde viajaba, y comenzaba a sangrar, empezó a gritar.
Fabio aceleró y subieron hacia la avenida Andrés Bello en dirección a la clínica Méndez Gimón, donde la joven de 26 años falleció.
Todo este relato, sobre el trágico final de María Angélica, lo contó su padre Angel Bandres. Visiblemente desconsolado por la pérdida de su hija dijo que María Angélica deja «tres hermanos, un padre y una madre devastados».
Asimismo, quiso enviar un mensaje a los jóvenes: «No inventen en la calle, la situación no es igual a cuando yo era joven».
María Angélica Bandres Blanco se ganaba la vida como manicurista en una peluqueria y era la mayor de sus hermanos.
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