Venezuela

La apuesta constituyente: Caras vemos, corazones no sabemos

En al artículo anterior dijimos que la evidencia mundial mostraba que la presión popular pacífica propiciaba purgas y crisis internas dentro de coaliciones gobernantes que eventualmente precipitaban el fin de un régimen autocrático. En esta ocasión quisiera explicar por qué es tan importante que esto ocurra. La respuesta radica en la incertidumbre que reina en este tipo de regímenes. Veamos:

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Por JOSÉ LUIS SABOIN @picosyvalles | FOTO: CLIMAX | ARCHIVO

Los dictadores tienen un problema doble de incertidumbre mucho mayor al que tienen los gobernantes en regímenes democráticos. Uno es de seguridad: los dictadores nunca pueden relajarse, tienen que en todo momento prevenir, detectar y contener amenazas a su permanencia en el poder. El otro problema es de opacidad: nunca pueden saber que tan buenos son en prevenir, detectar y contener dichas amenazas. Ambos problemas están conectados, se retroalimentan y son inevitables. Lo peor, es que sus detractores también enfrentan, aunque en menor medida, el mismo problema.
Para los actores políticos, lidiar con la incertidumbre significa adaptarse a esta pero también manejarla. Al adaptarse, la incertidumbre funciona como una restricción. Al manejarla, la incertidumbre es vista como una herramienta. Entonces, para mantenerse en el poder, los dictadores necesitan cabalgar sobre las amenazas, pero también sobre la información que tienen sobre estas y sobre cómo responden a estas.
En este sentido, las autocracias poseen limites estructurales a la información que los actores pueden adquirir. Dictadores, agentes gubernamentales, élites, opositores, el resto de los ciudadanos, todos operan en un entorno de información incompleta. Unos saben más, otros saben menos, pero todos se enfrentan a la misma incertidumbre: los hechos políticos son inciertos, su relevancia no lo es menos, y sus causas también lo son.
Entre los factores que conspiran para para producir esta falta de información se encuentra la represión de las creencias y deseos de la gente; es decir, la represión de la subjetividad.
En democracia, o al menos en la democracia moderna, los ciudadanos pueden hablar y actuar políticamente sin consecuencias importantes. En dictadura, esto no es posible. Los dictadores imponen ciertos límites sobre qué puede decir y hacer la gente y sobre qué deben decir y hacer sus acólitos.

Algunas personas pueden decidir ignorar esta realidad, pero a costa de un precio: ser los enemigos. Otros, quizás la mayoría, se comportarán de la manera en que el régimen lo exige, incluso sin darse cuenta. Estos individuos pueden mostrar signos claros de conformidad, pero, como su conducta está coaccionada, es muy difícil saber si realmente responden a sus convicciones.
Esta prohibición de la libertad introduce un divorcio estructural entre la conducta observada y el mundo subjetivo de los deseos, valores y creencias personales. Se genera entonces un sistema en el que todo el mundo es una especie actor de teatro o, según su nombre técnico, falsifica sus preferencias.
Todos, pero mayormente los colaboradores y seguidores del dictador, interpretamos un papel, nos ponemos máscaras, medimos nuestras palabras, calculamos nuestras andanzas, y cuando no es así, de igual forma asumimos que es así.
En este sentido, las verdaderas creencias, no solo de los ciudadanos sino de la elite gobernante, sus subordinados y acólitos, están guardadas en una especie de caja negra impenetrable al ojo del dictador.
Esta situación se conoce como la paradoja del dictador: su poder y conocimiento están inversamente relacionados. A mayor concentración de poder del dictador, mayor miedo este infringe a sus colaboradores y seguidores, menor es lo que este realmente sabe de ellos y mayor será la incertidumbre sobre el cumplimiento efectivo de sus órdenes.
– La paradoja –

En estas aciagas horas para Venezuela, esta paradoja parece estar a flor de piel. Los venezolanos han estado durante mucho tiempo guardando sus verdaderas creencias y valores en la caja negra que mencionamos anteriormente.
Al principio, muchos dieron rienda suelta al autoritarismo simpático del presidente Chávez, en especial sus primeros colaboradores, permitiendo que se sembraran las bases para que nuestra sociedad se deteriorara hasta el punto en que nos encontramos hoy. En los años del boom petrolero, hasta sus más profundos detractores (incluyendo “analistas”, empresarios y “elites intelectuales”) interpretaron papeles que ni Jack Nicholson (con sus 3 premios de la academia) pudo haber interpretado. Muchas encuestas incluso dieron (y todavía dan) niveles de popularidad importantes al partido de gobierno sin hacer mayores aclaratorias de que muchas de estas respuestas podrían estar bajo efectos de una subjetividad represada.
Sin embargo, nada de esto impidió que la paradoja siguiera su curso: en los últimos 5 años el régimen siguió acumulando poder en una forma desmedida, incluso ignorando a renombrados colaboradores y más importantemente a sus más fieles seguidores: el pueblo pobre.
Es así como en los últimos 12 meses, ante las más graves manipulaciones y amenazas desde el poder, un mayor número de seguidores y colaboradores se hayan revelado al dictador. Lamentablemente, este número de personas parece no ser suficiente. Muchos, a pesar de la actual coyuntura, se ponen sus máscaras de resignación -unos porque no ven otra salida, otros victimas de su ingenua astucia- creyendo que habrá vida después de la constituyente.
La apuesta constituyente es entonces la elevación de la paradoja del dictador a su máxima expresión: la búsqueda del poder absoluto le terminará revelando al dictador quienes en verdad están dispuestos a ser sus súbditos. Es una especie de última apuesta y por ende la más arriesgada.

Es por esto que las acciones propuestas por todos los que creen que la democracia es mejor alternativa a lo que plantea el dictador (la AN, Fiscalía, gremios, académicos, estudiantes, empresarios, grupos políticos no polarizados, líderes comunitarios, vecinos, etc.) son sin duda necesarias para que aquellos que todavía tienen sus deseos, creencias y valores guardados en la caja negra, terminen de liberarlos y el dictador finalmente los conozca.]]>

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