Venezuela

¿De verdad creen que nos van a invadir?

En las redes sociales cada vez se habla más de la inminencia de una invasión extranjera. Me ha sorprendido constatar que haya tantas personas –y personas educadas entre ellas- que están convencidas de que aquí viene una invasión.

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FOTOGRAFÍA: DANIEL HERNÁNDEZ | EL ESTÍMULO

De Estados Unidos, de la OEA, de la UE, del Grupo de Lima o de todas las anteriores. Una nación –o un grupo de naciones- invade a otra sí y sólo sí el costo de lo que van a obtener del país invadido es mayor que el costo de invadir. Es una situación meramente crematística.

Las naciones no tienen alma. Tienen intereses. Ningún invasor invade porque es “bueno”. Tampoco porque se conduela de que haya gente pasando hambre (basta con ver ciertos países de África o América Latina para preguntarse “¿por qué no han invadido Somalia o Haití, por ejemplo?”). Mucho menos para sacar un gobierno malo (o pésimo, como sería nuestro caso). Mugabe estuvo 37 años al frente de Zimbabwe y lo derrocaron no por malo, sino por viejo… A los 93 años ya no pudo defender su puesto. Y no fue una potencia extranjera quien lo sacó, sino uno de sus lugartenientes. Ahí está también Aleksandr Lukashenko, quien lleva 34 años al mando en Bielorrusia. Lo llaman “el último dictador de Europa”, pero no lo han invadido.

Podrán alegar que Venezuela tiene petróleo y que el petróleo es un recurso que despierta grandes intereses económicos. Eso tal vez era verdad cuando PDVSA era una de las compañías más rentables del mundo. Pero ahora, luego de veinte años de destrucción chavista, lo que produce es lástima. Habría que empezar a reconstruirla toda y en el escenario actual –donde el fracking (o fracturación hidráulica) ha puesto un tope a los precios del petróleo- no pareciera ser una inversión con un retorno interesante, al menos en el corto plazo.

Es verdad que aquí hay oro, hierro, bauxita, coltán… ¡Dios nos salve de una invasión depredadora de estos minerales! El Congo tiene el 80% de las reservas mundiales de coltán y las condiciones de las minas son de esclavitud pura y dura. El turismo es una buena inversión también, pero nadie va a invadir otro país sólo para invertir en turismo.

En el siglo XXI la diplomacia coercitiva –sanciones, inhabilitaciones, multas- pareciera tener más fuerza que las invasiones de buenas a primeras. Así las cosas, habría que ponerse a buscar otra razón distinta.

Podría ser que nos invadieran por considerarnos un narcoestado. Pero hay otros narcoestados que no han sido invadidos, como Guinea-Bissau y Kosovo. Más bien, Kosovo –que se proclamó independiente en 2008- en 2013 ya había sido reconocida como nación por más de cien países. También están cerca de esa clasificación México, Colombia y Honduras. Y nadie los ha invadido. Así que la barajita del narcoestado también queda descartada.

Podrían invadirnos por considerar que podríamos convertirnos en un aliviadero de los extremistas islámicos. Pero ahí están impertérritos Arabia Saudita, Qatar y Turquía, estados de donde se dice que proviene el grueso del financiamiento del ISIS. Entonces desechemos también esa posibilidad.

Luis Almagro ha hecho denuncias muy ciertas y muy graves. Los venezolanos no tendremos cómo agradecerle su interés y su cruzada a favor de nuestro país. Almagro ha hablado de que Venezuela sola no podrá salir del atolladero en el que está metida e implora por el auxilio de una coalición internacional. Pero Almagro en la OEA no dispone de una fuerza armada como los cascos azules de la ONU. Y aún si dispusiera de ella, necesitaría la mayoría de los votos con los que al día de hoy no cuenta.

Los venezolanos tenemos que seguir buscando formas de acabar con esta pesadilla. Pero no formas irreales o irrealizables, porque la depresión de que éstas no sucedan será aún mayor. Y la depresión es una forma de desesperanza y la desesperanza inmoviliza. Todo eso lo sabe el régimen. Yo estoy segura de que saldremos de esto, pero apostaría que no por una invasión extranjera. Termino con una alentadora frase de Martin Luther King Jr: “Debemos aceptar la decepción finita, pero nunca perder la esperanza infinita”.

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