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El breve paseo por La Guaira de los senadores brasileros

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A-1-2Primera parada: Ramo Verde. La sonrisa de María Corina Machado desapareció poco después de que arrancara la van. Un grupo de manifestantes del chavismo esperaban por la camioneta apenas al salir del aeropuerto. “Este es un comité de bienvenida”, intentó suavizar con sarcasmo. Los primeros golpes la devolvieron a la realidad. Algunas caras intentaban asomarse entre las cortinas para ver a las personas que entre “¡Malditos!” y “¡Fuera!” lanzaban botellas y cuanta cosa tenían a la mano. Las expresiones felices se tornaron serias.

Adentro iba además Patricia de Ceballos, Lilian Tintori, la madre de Leopoldo López, el senador brasilero Aécio Neves y otros cinco parlamentarios de ese país, más el equipo técnico. Apenas había espacio para las piernas, que desde hace muchas horas los invitados no habían podido estirar. Del avión habían pasado directamente al vehículo, que pretendía llevarlos durante su apretada agenda de visitas a los presos políticos venezolanos.

Tintori, que intentaba esconderse agachando la cabeza, pedía que le taparan su melena delatora y corría buscando en Ceballos un poco de calma, que conseguía con algunas caricias. “¡Cierren las cortinas!”, ordenaba una mujer que pasaba por los puestos en un intento de que los senadores no se asomaran. Para algunos, la curiosidad podía más. El chofer logró pasar el tumulto, pero el ataque puso alerta a la esposa de López, que ordenó buscar los 5 carros blindados que tenía a disposición. Ceballos se mantenía a su lado. Machado recordaba que eso es vivir en un régimen autoritario. Los brasileros se hacían preguntas en portugués. Siguiente parada: una esquina cualquiera de La Guaira.

“Esto ya no es seguro, tenemos que sacarlos de aquí”, pedía Tintori. Después de unas breves declaraciones a la prensa, las pocas motos de la PNB que custodiaban a la comitiva sugirieron la única ruta disponible. Siguiente parada: el aeropuerto (de nuevo).A-3

Las puertas de una sala del aeropuerto donde pretendían descansar los invitados fueron cerradas y tuvieron que quedarse al aire libre, en el estacionamiento. Ellos negaban con la cabeza. Veían por la ventana. Hacían llamadas. Salían de la van. Daban declaraciones. Entraban de nuevo. Volvían a llamar. Machado repetía lo insólito de la jornada. “En menos de 3 horas ya saben lo que es vivir en dictadura”, escribía en su Twitter. El trajín en las afueras del aeropuerto duró otro par de horas antes de que decidieran retomar la ruta inicial: Ramo Verde.

El segundo paseo fue más corto. Tan pronto salió la van Tintori pidió a Dios que la ayudara para que todo saliera bien. Los senadores seguían sentados, negando, llamando. Machado propuso llevar a los invitados a que probaran “unas empanaditas”, con la sonrisa ya más desgastada. Pero su oferta fue ignorada. La van dio una vuelta. Siguiente parada: el aeropuerto.A-4

Por un momento los extranjeros pudieron estirarse e ir al baño. Dejaron definitivamente la van. Estaban por sentarse de nuevo, esta vez en un avión de vuelta a casa. Las mujeres que les sirvieron de guía se despidieron a su manera, unas horrorizadas y otras con un “fuerza y fe” para dar ánimo. Los senadores fueron pasando cada uno el detector de metales, dejando atrás los intentos de sus anfitriones de llevarlos a cualquier sitio que no fuese el aeropuerto. Siguiente parada: Brasil.A-5

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