Para este último trimestre que corre esperamos una expansión del gasto público, no solo por motivos estacionales (el último trimestre aumenta la ejecución del gasto por el cierre del ejercicio fiscal) sino también por razones políticas. Esta inyección de gasto tendrá impacto en la liquidez que ya ha comenzado a subir y generará presiones adicionales en la inflación y el tipo de cambio paralelo. También representará una bocanada de oxígeno para el sistema financiero que ha tenido un año difícil producto de la agresiva restricción de liquidez que operó en los primeros ocho meses del año.
En materia de divisas e importaciones, el sector público continuará manteniendo el control. Este año 2016 las importaciones públicas se ubicarán en torno al 60% del total, y del restante 40% que realiza el sector privado, cerca de la mitad se realizarán con dólares propios o a través de mecanismos diferentes a los oficiales (Cencoex y Simadi / Dicom). Esta distribución de las importaciones tendrá impacto directo en los mecanismos de distribución en tres sectores claves: alimentos, medicinas y cuidado personal.
El Ejecutivo está dispuesto a un mayor control en los mecanismos de distribución asociados a estos tres sectores, principalmente a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) para los sectores más pobres mientras que las importaciones a “tasa libre” probablemente sea la respuesta del Ejecutivo para que la clase media pueda acceder a los productos con precios liberados que en muchos casos son superiores a los internacionales.
Para lo que queda de año y, en vista de la salida de Miguel Pérez Abad de la vicepresidencia económica y de que los actores moderados y pragmáticos han perdido influencia, quedan descartados los planes de unificación cambiaria. Una tarea que quedará pendiente hasta nuevo aviso. Es un tema de economía política: tocar el subsidio cambiario es demasiado arriesgado para el gobierno de Maduro que necesita mantener sus aliados claves.
En cuanto a la cotización del tipo de cambio en el mercado no oficial existen razones para pensar que la estabilidad está llegando a su fin. La subida del gasto público y de la liquidez son dos factores claves y tendrán un impacto sobre su cotización, que estimamos cierre el año en torno a VEF 1.400,0/USD y VEF 1.500,0/USD.
Respecto al crecimiento de la economía, el segundo semestre del año tendrá una caída más moderada que el primero, que según las estimaciones de Ecoanalítica tuvo una contracción de 15,0 % comparado con el primer semestre del año pasado. En base interanual, esperemos que la contracción del tercer trimestre sea de 13,4 % y la caída en el cuarto trimestre sería de 1,4 %. De esta forma, el momento más crítico de la crisis ya habría pasado. Según nuestras estimaciones las contracciones más fuertes estarán concentradas en tres sectores: actividad comercial, sistema financiero y seguros y actividad manufacturera.
En materia de inflación, somos de la opinión que el peor momento ya pasó. Es decir, hasta agosto la inflación promedio mensual que recogemos en nuestro indicador en Ecoanalítica estaba en torno a 20,0%; ya en septiembre observamos una caída significativa por lo que el promedio mensual de la inflación para el último trimestre podría estar en torno a 10% e incluso menos. Por supuesto, estos números no son para alegrarse y tampoco sugieren que el problema inflacionario se esté resolviendo. Pero hacen pensar que la inflación por encima de 500% y peor aún el umbral de 1.000% están lejos de alcanzarse.
Es muy probable que en noviembre el Ejecutivo decrete un nuevo incremento de salario mínimo, con mayor énfasis en el bono de alimentación. Esto tendrá un impacto en el consumo, pero generará una presión adicional en los costos de las empresas, especialmente en el segmento de las pymes y emprendimiento.
En resumen, el último trimestre sugiere una situación económica menos dura de lo que fue el inicio del año pero lejos de ser una fase de recuperación de la economía. Seguimos en crisis, pero en otro nivel. La economía venezolana está lejos de alcanzar un equilibrio estable: la inflación sigue alta, se mantiene el déficit, no hay acceso a liquidez internacional, no hay cambio de expectativas en los agentes (ni locales ni extranjeros), el sector privado no tiene capacidad para incrementar la producción en el corto plazo y lo más alarmante: las consecuencias sociales que este cóctel está provocando, en términos de contracción de poder adquisitivo, incremento del empleo precario y la pobreza son críticas.
Las miradas están puestas en 2017 en un contexto donde la situación política luce estancada. La posibilidad de un referendo revocatorio este año luce más baja que hace algunas semanas. Sin embargo, seguimos pensando que el presidente Maduro no terminará su mandato. El detalle es que su salida puede darse más hacia 2017 con un acuerdo político dentro del chavismo, lo que hace difícil visualizar quién pudiera ser el sucesor y la orientación de política económica que tenga. Además, en este escenario el capital político de ese nuevo Gobierno sería débil, pues no tendría el mandato de las urnas.
Termino este artículo como lo hacemos en los múltiples foros a los que hemos sido invitados: Venezuela vive un proceso de transición. Pero este no será rápido ni libre de obstáculos y/o costos. Así que es clave para la gente y el sector privado el diseño de una estrategia de resistencia de largo aliento porque el desenlace de este ciclo no parece estar cerca todavía. ¡Aunque en Venezuela nunca se sabe!