Opinión

Todos somos culpables de la clandestinidad

La semana anterior hablábamos de la ocultación en la que se desarrolla el fútbol de primera división en nuestro país, y rápidamente apareció una respuesta del poder señalando a los medios, al imperio y a las iguanas como responsables de este anonimato.

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A la Federación Venezolana de Fútbol no le hace gracia que uno le recuerde al público – al fin y al cabo es sólo un recordatorio; quien escribe no cree haber descubierto el agua tibia – que el fútbol venezolano vive del rumor antes que de las imágenes. Sin embargo, lo que más molestia causa en las oficinas de Sabana Grande es que algunos atrevidos comparen su modelo de mercadeo con el del béisbol profesional venezolano y lo califiquen de anacrónico e ineficaz. Ahí aparecen los directivos y sus amigotes para recordarnos que «el fútbol y el beisbol son distintos», como si ninguno de nosotros estuviese en capacidad de advertir semejante tontería.

Ante la ausencia de argumentos o pruebas que desmientan su propia incapacidad, estos señores nos quieren convencer de que su fracaso no es tal y que el éxito de sus colegas de la pelota no los obliga a ellos a evolucionar. Que apenas dos partidos semanales sean transmitidos a nivel nacional no es culpa de ellos, y es más, este fútbol es tan generoso que uno puede hasta “encontrarse con comunicadores que prácticamente son expertos en hablar solo de lo negativo de la actividad”.

Ya que la columna anterior generó cierto interés en el seno del poder, me permito invocar dos casos que viví de primera mano: a) en el año 2010, la FVF recibió varias ofertas para transmitir el fútbol venezolano por TV, una de ellas, la que salió perdedora, expresaba su voluntad de dejar de lado cualquier cláusula de exclusividad; y b) en el 2.013, un canal de señal abierta se «pegó» a la transmisión de un canal regional, lo que llevó a la FVF a prohibirle seguir haciendo eso, cuando lo que ha debido hacer era negociar su participación en el pool de televisoras.

Yo, que de amigos voy con los justos y necesarios, le quiero responder al poder y a sus amigos que a mi me interesa poquito y nada si el fútbol y el beisbol son distintos; lo que deberían hacer, antes que leer mis quejas, es advertir y discutir las fórmulas utilizadas por otros para conseguir la excelencia y adaptarlas al contexto del fútbol. Lo contrario es mediocridad y confort, sin más ni menos. Cuando Étienne de La Boétie escribió aquello de que “los tiranos sólo son grandes porque nosotros estamos de rodillas” nos recordó a los que no estamos ni cerca de quienes toman decisiones que somos tan culpables como ellos. Por eso me quejo, aunque en Sabana Grande se disgusten.

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