Opinión

Tambores de guerra en el cine venezolano

Mientras los realizadores reivindican los buenos resultados de la modificación realizada en 2005, simultáneamente empujan una reforma para continuar la protección del cine nacional y extenderla al cine "de interés artístico y cultural". Unos satanizan "al oligopolio de Hollywood y las exhibidoras" mientras otros piden, conscientemente "no matar a la gallina de los huevos de oro".

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Los impulsores de la modificación del intrumento son los cineastas Carlos Azpúrua y John Petrizelli, y el presidente del circuito Gran Cine, Bernardo Rotundo. Los tres coinciden en el éxito alcanzado por producciones venezolanas (171 películas con 17 millones de espectadores, incluyendo la segunda más vista en la historia de la exhibición de cine en Venezuela –Papita, Maní, tostón-) y ahora piden la misma «protección especial» para las películas «de interés artístico y cultural, es decir, las que distribuye -en su mayoría Gran Cine.

Pero, ¿qué es una película de interés artístico y cultural? Según Rotundo, esa calificación pasa por un comité de certificación de películas. Con todo, no deja de ser un término subjetivo: ¿quién me dice a mí (fanático de la saga) que Rápido y Furioso no es una película de mi interés artístico y cultural? ¿Quién puede negar la belleza de Wall-E o la densidad de Interstellar?

Lo que queda clara en la discusión de esta reforma son dos cosas: La primera, que se excluyó de plano a dos de los sectores que conforman la industria: Los exhibidores (Cinex, Cines Unidos) y las major (distribuidoras de Hollywood representadas en Blancica, The Walt Disney Pictures Venezuela y, otra vez, Cines Unidos). Marianela Saleta, de Cines Unidos, fue enfática al decir que Cines Unidos «no sabía nada ni había visto el borrador» de la Ley. El punto del cine «artístico» puede ser la razón de esa exclusión: La parte «Rotundo» de la reforma los afecta directamente al reservar una sala por complejo para su cine, mientras las contribuciones al Fonprocine activan los mecanismos de instalación de sus salas.

La segunda es que «el bloque» propulsor de la Ley tiene profundas diferencias: Carlos Azpúrua (Disparen a Matar, Amaneció de Golpe) busca «quebrar los oligopolios» de exhibición y distribución en nombre de la diversidad cultural y la Revolución, mientras que Bernardo Rotundo no quiere tocar a la «gallina de los huevos de oro». Azpúrua dice que no son los grandes estudios los que aportan a Fonprocine, pero sin esos blockbusters no se hubiesen hecho producciones de la talla de  Pelo Malo. Todo estos tras bastidores, con el 60% de las salas de Cinex sin digitalizar y con una denuncia de incumplimiento de las cuotas de proyección de cine nacional. Tras bastidores, el mantenimiento y la modernización se hace más cuesta arriba. Sin salas no habrá proyección de ningún cine, ni de Hollywood ni de Carlos Azpúrua.

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