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Tomatina sin tomate o de como Google sintetiza la historia

No es lo mismo ver a gente comiendo tomates en hamburguesas y ensaladas, que ver a miles de personas corriendo eufóricos bañados y lanzando el preciado vegetal.

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La fiesta de la tomatina es un ritual relativamente moderno. No se trata de una celebración ancestral sucedida durante los más solemnes episodios de la magna historia española, tampoco hablamos de una tradición fundida en el bronce del grandioso imperio de Isabel “La Católica”. No. La fiesta de la tomatina es quizás, junto a los toros de Pamplona y el Euro Disney, de las atracciones más superficiales y absurdas de la milenaria cultura europea. Terruño del génesis de la civilización humana, de las profundidades ocultas del pensamiento filosófico, del origen de la América Toda, del entendimiento racional de los confines del universo y cuna fundamental del arte universal. Sin embargo, lo que nos gusta es ver a gente desnuda lanzándose comida. Está bien. No hay nada malo con eso.

A ciencia cierta, sabemos sobre la tomatina desde la irrupción de los noticieros internacionales televisados, durante la década de los setenta. La noticia de ver a personas lanzándose tomates – frescos y en perfecto estado- garantiza rating, asegura el share, simplemente por lo desconcertante de la situación. Dichos contenidos, por supuesto, se adaptan a la premisa básica del periodismo eficaz: no es noticia que un perro muerda a un hombre, pero si que un hombre muerda a un perro. O lo que es lo mismo: no es lo mismo ver a gente comiendo tomates en hamburguesas y ensaladas, que ver a miles de personas corriendo eufóricos bañados y lanzando el preciado vegetal.

En la Venezuela de la escasez. La Venezuela de hoy. La noticia sigue siendo una nota simpática pero al ver el precio de un kilo de tomates – a 80 bolívares el kilo, para el que lo consiga- observamos ya no risueños, sino presos de cierta angustia como “se pierden esas cosechas” sin que ni siquiera esté cerca un funcionario de “Pudreval”. Estas suertes de “eco-locos” gubernamentales que exterminan el derecho a la alimentación de todos los venezolanos. Y que pululan en los pasillos ministeriales, para ponerle ingredientes solamente a sus “guisos” personales. Pero ese otro tema.

El asunto aquí es la fiesta de la tomatina y la relevancia que ha adquirido en las última décadas, gracias a la jerarquización informativa de los medios de comunicación audiovisuales. Y hay que subrayar siempre que “audiovisuales”, porque vaya que debe ser aburrido un reporte de la fiesta de la tomatina por radio. La cuestión es que Google nuevamente lo vuelve a hacer.

El Doodle de hoy es un elaborado .gif que refleja con una hermosa ilustración parte de lo que es el famoso evento. Y así, día tras día, van a apareciendo ahí, en el home del motor de búsqueda por internet más importante del mundo, sucesos, hitos, personalidades y efemérides de cualquier tipo. Y no tienen un denominador común, ni se clasifican por ciertas condiciones y cualidades. Simplemente se colocan ahí luego de que uno o un grupo de programadores, ingenieros, ¿comunicadores?, Lo deciden en alguna oficina de Silicon Valley en California. La decisión sin duda es arbitraria y repercute directamente en el curso de la civilización humana. En la conciencia histórica universal. ¿O es que alguien duda del poder descomunal de la plataforma Google en todo el planeta?

Y sí. Lo ponen porque a ellos, seguramente veinteañeros desenfadados, les parecen cool, los lentes de abuelita de Nicolás Copérnico o les afectó en sus cortas historias de vida personales los fastidiosísimos personajes de Star Trek. Es arbitrario y el que diga que no, también es arbitrario.
Google sintetiza la historia y un Doodle es el peor enemigo de una biblioteca. Es así.

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