Opinión

¿Cómo salir de abajo?

Es fácil arrepentirse cuando ya todo ha fracasado, cuando el país entero se ha hundido y sólo quedan ruinas. Ya pueden los de Aporrea decirle adiós al chavismo acusando a Nicolás Maduro y a su fichaje gansteril de haberle puesto fin a los sueños, de haber tornado el sueño en pesadilla.

Publicidad

Si no hay una toma de consciencia de que el germen infeccioso y el despliegue de la enfermedad venían con el sueño socialista no hay posibilidades de reconstrucción de Venezuela. Chávez abrió la puerta de la decadencia, no Maduro, pero fue tan sólo el síntoma purulento del proceso de involución que ya estábamos transitando. También podemos responsabilizar a la coyuntura mundial, a la ralentización de la economía china y a la moderación de la demanda de crudo, del viento huracanado que ha arrasado con las formas de la vida venezolana pero si no miramos hacia adentro no podremos salir del marasmo.

La revolución bolivariana ha sido, sin duda, una gran estafa, la peor de todas en nuestra vida republicana, pero la malicia del estafador no surtiría efecto sin la estupidez y deslumbramiento del estafado. Así que basta ya de acusar a los dirigentes y a las elites gobernantes para exculpar al pueblo de su desgracia. Quien montó y mantuvo a Hugo Chávez y la revolución bolivariana en el poder fue y ha sido el pueblo, por acción u omisión.

Para salir de abajo es preciso transformar la mentalidad colectiva, prelación para que los cambios institucionales se sostengan y funcionen. Menciono solo diez elementos de indispensable mutación.

Un arquetipo dominante: el pícaro. Una actitud personificada: el alzao. Un modo de atribución: el locus externo de control. Una estructura valorativa: el particularismo. Una motivación social: el poder. Un marco temporal: la inmediatez. Una disposición vital: la provisionalidad. Un valor social: el ingenio verbal. Una fractura: la distancia entre la palabra y los hechos. Una frontera: la delimitación de lo público y lo privado. Sólo si el liderazgo de oposición se demarca claramente por una opción transformadora, y no por una actitud conciliadora que busca complacer los rasgos dominantes del estatus quo en la población, podremos volver a ver un país con un potencial humano capaz de salir de los infiernos en que caímos y de los cuales la revolución bolivariana no fue más que su manifestación. Es tiempo de revertir el proceso infeccioso de deterioro y maldad que hoy nos afecta. Ello, ciertamente, comienza con la elecciones parlamentarias pero dista mucho de quedarse en ella. Necesitamos nuevas ideas.

Publicidad
Publicidad