Venezuela

Un refugio de 200 perros callejeros ladra por ayuda y comida | #FOTOS

El refugio canino Famproa, en los Altos Mirandinos, se ha convertido hoy en un depósito de animales abandonados. La escasez y los altos precios del alimento concentrado, la falta de espacio y la insensibilidad de  algunas personas agravan la situación y desafían el ánimo de  un grupo de tenaces voluntarios.

Publicidad
Texto: Anna Carolina Maier y Andrea Hernández | Fotografía: Andrea Hernández

“Mori llegó acá moribundo, por eso el nombre. La señora que rescató en la Panamericana a Polita se llama Pola. Guarimba, Barricada y Miguelito llegaron al albergue durante las protestas de 2012, y a Nazareth nos la trajeron un miércoles Santo. Van Gogh trajo una gusanera en la orejita y la perdió, por eso le llamamos así –por la oreja de Van Gogh-”, cuenta risueña María de los Ángeles Arteaga, presidenta de la Fundación Amigos Protectores de los Animales (Famproa), quien no pierde el buen humor y la esperanza ante la complicada situación que viven más de 200 perros del refugio.

A metros de las rejas oxidadas del recinto un olor mezclado de perro mojado, excrementos y hacinamiento pega como bofetada.

Los canes reciben con ladridos a los visitantes media cuadra antes. Sus pequeñas casas improvisadas flanquean la calle junto con un cartel colgado a la entrada de Famproa, que advierte como para que no quepa duda de su estado: “(¿) Estás ciego (?). No caben. Traerlos aquí no es la solución”.

Parecen gatos. Se encaraman en jaulas sobre jaulas, cestas sobre cestas y cajas sobre cajas porque no siempre consiguen un pedazo de suelo en el que pueden andar sin pisar la cola de otro. Sin embargo, cuando se caen, a diferencia de los felinos de nueve vidas, no lo hacen de pie. A veces conviven de a dos en sus rascacielos de dos metros.

perros6

Arteaga dice que en total, 200 animales ocupan los 100 metros cuadrados del albergue (provisional) ubicado en Colinas del Municipio Carrizal. Eso es dos perros por metro cuadrado. Las cuidadoras han tenido que llevarse algunos a casa. Este es el caso de María Bernabé que tiene 30 perros en la suya y el de Marietta Domínguez, vicepresidente de Famproa, que cuida a 27.

Un pequeño campo minado de charcos de agua y una gruesa capa de heces, cartón y poncheras de colores cubren el suelo del refugio. Es difícil pisar con acierto.

Arteaga se sabe los nombres de cada uno de los canes que viven en lo que es la antigua cantina del Acuario Agustín Codazzi, y asegura: “Antes me muero yo de hambre que ellos”. Aun así no ignora, que a pesar de su esfuerzo y del de su equipo, que su labor no basta para mantener a los cientos de perros.

Además de Arteaga, mejor conocida como La Negra, cinco cuidadoras trabajan allí los 365 días del año “Navidad y Año Nuevo incluidos”, aclara. Licenciada en educación preescolar pero actualmente jubilada, dice que su sueldo “completico” lo invierte en la fundación, aunque lo que ella puede aportar no alcanza ni para un cuarto de lo necesario.

A diferencia del resto del personal, La Negra no se cubre la cabeza con un gorro ni se resguarda las manos con guantes. Eso sí, las botas son obligatorias para entrar en el espacio. Un zapato normal y silvestre no sobrevive esa visita.

Necesidades caninas insatisfechas

La organización fue creada en el año 2000, pero lleva 13 años atendiendo a perros en los espacios de la antigua cantina. Todavía hay personas, que a pesar del visible colapso, abandonan a sus mascotas a las afueras del albergue. “Esta semana dejaron un poodle amarrado a la reja con un cable”, lamenta La Negra. Y los siguen abandonando.

Ellos y sus custodias, todas mujeres, esperan en el refugio a que alguien se los lleve a sus casas y los cuiden como ellas los cuidan, pero en mejores condiciones. “Los cachorritos tienen más chance que los grandes de que se los lleven. Hoy adoptaron a uno”, comenta la presidenta de la fundación. El proceso de adopción es simple: una corta entrevista.

Cada can que se llevan es un hocico menos que alimentar. La cuidadora asegura que se necesitan 60 kilogramos diarios de alimento para perros. Sin embargo, a pesar de las donaciones, difícilmente llegan a 40 kilos (un aproximado de 1,2 toneladas al mes). La bolsa de 20 kilogramos se puede comprar a “precio justo” por 3.450 bolívares, “cuando se consigue”, acota, lo que significaría 207.000 bolívares al mes por la baja, pues a precio no regulado el alimento puede costar mucho más del doble.

La Negra comenta que cuando el presidente Nicolás Maduro impulsó Misión Nevado en diciembre del año pasado -que tiene como principales objetivos rescatar y proteger a los animales en situación de calle- recibieron algunas donaciones de comida por parte de la causa. No obstante, “la escasez” parece afectar hasta al Gobierno. “Ya no nos dan nada”, comenta y añade que hay particulares que les ayudan pero no es suficiente. “Pegué hace unos días un ‘gritico’ por Facebook para que nos colaboraran porque lo que estamos viviendo es desesperante”, dice.

La Alcaldía de Carrizal aseguró a El Estímulo que los concejales ya aprobaron el comodato por 15 años para la fundación en un lugar ubicado en la zona industrial del municipio que cuenta con 1.400 metros cuadrados. “Falta notariar el documento, pero vamos a intentar acelerar el procedimiento”.

Las autoridades del Municipio Carrizal insisten en que los animales ya podrían mudarse al nuevo sitio pero la directiva de Famproa asegura, escéptica, que ya tienen varios años esperando el papel y que contar con el espacio no es suficiente.

“Además de la comida, necesitamos infraestructura: jaulas y espacios acomodados para que los animales puedan desarrollarse. No solo a nosotros se nos cae cada día más el rancho, sino a nuestros perritos”, concluyó la vicepresidente de la fundación.

Como no caben en el refugio, aproximadamente 15, los mejor portados, quedan fuera, en la calle. Hoy atropellaron a uno y este año van tres.

Publicidad
Publicidad