Petare cumple 401 años y su historia la sigue escribiendo su gente
Petare, una de las barriadas más grandes de Latinoamérica, celebra sus 401 años. Detrás de su historia está la gente que caminó y sigue viviendo sus rincones, sus olores y colores. El fotógrafo Daniel Hernández es uno de ellos y en este ensayo resalta los espacios que fueron su escuela de vida
De Petare se puede decir mucho si se trata de lo negativo y asombroso. Todos saben que en su barrio más grande opera Wilexis, un delincuente que azota a la comunidad según su conveniencia. También que la buhonería acrecienta, en cierto modo, una anarquía galopante desde hace muchos años. Sin embargo, yo creo que es mucho más que eso.
Cuando yo era niño, Petare era toda una metrópolis si venías de Caucagüita. Todo cambió cuando pasé a ser un estudiante de liceo. Ya no estaban las manos protectoras de una madre que cuidaba a su hijo mientras se alejaban de su hogar, era obligatorio conocer y experimentar.
Más allá de estudiar, el bachillerato se volvió una oportunidad para conocer chicos de otros lugares, quienes en su mayoría vivían en barrios de Petare: el 5 de julio, el 12 de octubre, el 19 de abril, la Agricultura y el famosísimo “La Bombilla”, donde me perdí buscando a mi primera novia porque no existía el celular ni WhatsApp para ubicarla con facilidad y por supuesto, el sector más grande, José Félix Ribas.
Hacer tareas en casa de mis compañeros fue un reto. Siempre llegué más allá de los lugares céntricos. De adolescente a adulto, comprendí que Petare no solo cambiaba de dimensiones por el tamaño y las características de cada barrio, sino con los años y el cambio de perspectiva de su gente.
En mi adolescencia, estando incluso en el liceo, trabajé los fines de semana y durante las vacaciones en la mueblería diagonal a la redoma de Petare. Yendo y viniendo a ese lugar terminé de conocer y reconocer lo que significaba el barrio.
Mientras subía muebles por esas calles y callejones angostos, no faltaban las propinas y las advertencias de los vecinos: “Mosca por esa escalera”. Y es que si bien es cierto que Petare va más allá de la muerte y la delincuencia, de esos días recuerdo el asesinato de jóvenes de mi edad por un par de zapatos Nike modelos Jordan, Bo Jackson y los de puntos negros. Eran zapatos que conocieron calle con muchos de ellos, pues cualquier pendejito podía comprarlos originales, pero siempre obligaban a andar alerta.
Aun así, Petare y su casco colonial han sido para mí un lugar tranquilo. Viéndolo y caminándolo de adulto, me siento igual de cómodo y seguro. Allí el paso del tiempo no ha sido brusco.
Al patear sus aceras, recuerdo que incontables veces le di vueltas a la zona colonial desde el gran muro, donde me comí quizá el mejor pollo a la brasa de la época de los 80 y 90. También que si quería cortarme el cabello, el mejor lugar para tener “estilo” era la barbería “La Gitana”.
En ese lugar los mejores barberos se ponían al día. El mejor corte de pelo se hacía allí y me atrevo a decir que no hay petareño que no conozca a Bárbara, a Wiliany y sus compañeros. Todos se esforzaron para destacar el glamour de mujeres y hombres durante esos años prósperos y todavía trabajan por mantener la calidad.
¿Por qué el casco es tan especial para los petareños veteranos? No lo sé. Pero sí reconozco que es un tanto improfanable. La mayoría de los buhoneros no hacen su comercio anárquico allí. Sus portones y ventanales lo demuestran, le dicen al transeúnte que esa zona de Petare es espléndida y que seguirá allí para un día recibir a aquellos que aún no la aprecian en su totalidad.
En Petare no importan los alcaldes que estén o estarán, el ritmo no cambia, ya es la rutina de más de 448.000 habitantes.
A Petare lo celebro hoy porque, lleno de alegrías y tristeza, ya cumple 401 años. Ese barrio que intimida, sorprende, alegra y saca algunas lágrimas fue fundado por Pedro Gutiérrez de Lugo y el padre Gabriel de Mendoza en 1621.
Estos datos a casi nadie le importan, pero ese pueblo pequeño se extendió y ahora tiene un alcance que parece expandirse cada vez más y es el hogar de miles que aprendieron a bailar pegao’, sabiendo que a pesar del color y la música, hay espacios donde se debe tener cuidado.
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