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La Guaira – Zamora: Una final dignificante

Las noticias negativas que han rodeado el entorno futbolístico venezolano los últimos días, han influido en la desazón que a veces genera pensar en el auténtico progreso de nuestro querido deporte. Sin querer describir uno a uno todos los aspectos críticos, la evidencia en el estancamiento o retroceso de lo que creíamos que crecía, hace que por momentos se vea insensato darle importancia a lo que para los mismos protagonistas parece no tenerla.

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En ese campo aparentemente infértil y lleno de maleza, florecen dos pequeñas plantas que por sus finas características nos invitan a seguir esforzándonos en recuperar ese terreno. Se llaman Deportivo La Guaira y Zamora, dos equipos que con su desempeño a lo largo del semestre han impedido que la fe en nuestro fútbol decaiga.

Dos equipos, dos propuestas visuales diferentes, pero con varios elementos comunes: solidez, trabajo y seriedad. Dos modelos de gestión profundamente disímiles, pero con resultados similares. Guaireños y barineses confirmaron durante este aparatoso camino llamado Torneo de Adecuación, que están preparados para afrontar el nuevo formato del campeonato de fútbol profesional. Con mucha autoridad, demostraron a lo largo de seis meses que son los mejores cuadros del país y por primera vez en una final de campeonato, buscarán demostrar su prestigio por encima de la necesidad de un título.

La Guaira en cancha es la revelación de la capacidad de administrar un plantel altamente competitivo. Con muchos nombres importantes, saber alternarlos y mantenerlos comprometidos a todos en el bien colectivo es una marca estampada por su técnico Leo González, un maestro en el manejo de grupo.

Balón rodando, el equipo anaranjado es altamente solvente. La única faceta en la que deslumbra es en la capacidad de aniquilar al rival en el justo momento, suficiente para vivir de esa renta y superar cada eliminatoria con facilidad. Su superioridad no se evidencia por el ataque que genera en la puerta rival sino por la sensación que ofrece de ser un equipo que no da ventajas en ningún aspecto, que no da muestras por ningún lado de debilidad, que es prácticamente infalible.

González es un maestro en manejar partidos de ida y vuelta. Bicampeón de Copa Venezuela y progresando de fase en la Sudamericana, durante la instancia decisiva del Adecuación decidió alternar un equipo teóricamente titular con uno también, teóricamente, suplente. Los primeros resolvían la serie en la ida y los segundos rubricaban lo alcanzado en la vuelta. Hace tiempo que en Venezuela no se veía un equipo tan superior al resto.

En frente estará Zamora, una hermosa máquina Chevy 350 de ocho cilindros que se entona con el pasar de cada partido. Con nombres que no rayan en la alcurnia futbolera nacional, el legado de Sanvicente ahora alcanza picos más elevados de prestación, en el que el protagonismo lo acumula un grupo liderado por dos humildes llaneros: el genio Yeferson Soteldo y el tractor Arles Flores.

Este equipo ya no espera al rival para contragolpearlo como hacía aquel campeón con el ahora seleccionador nacional al mando.

Asumiendo muchos más riesgos, los de Francesco Stifano se han convertido en un animal hambriento que va en búsqueda de su presa desde que lo sueltan de la jaula. De local o visitante, Zamora fue evolucionando a lo largo del torneo hasta llegar a la final como una tromba que no distingue del linaje del rival para aplastarlo. A diferencia de La Guaira, tiene un once plenamente definido en el que las pocas variantes afinan más el juego del equipo.

Es precisamente Stifano quien tiene un mérito enorme en que los blanquinegros hoy no sufran el rol de víctima en este hermoso choque ante La Guaira. El DT no enarboló nuevas proclamas a su llegada sino dejó todo tan bien como estaba y con uno que otro pequeño retoque, armó una locomotora que hoy parece tener como máximo reto demostrar fuera del país que su evolución no es ficticia. Lo podrá hacer en la Copa Sudamericana 2016.

Un par de partidos para olvidarse de la realidad. Dos choques para disfrutarlos como unas pequeñas vacaciones. Dos rivales que dignifican nuestro fútbol.

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