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La "doctrina Rubio": ¿y si Venezuela no es el objetivo central de Trump?

Aunque nunca antes se habló tanto de Venezuela en los pasillos de la Casa Blanca como en estos días, también parece cobrar fuerza la tesis de que asistimos a un movimiento geopolítico mayor, que va más allá de nuestro país y Marco Rubio puede ser la clave

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La frase «América para los americanos», que nunca fue escrita por James Monroe -presidente estadounidense entre 1817-1825-, en verdad simboliza el espíritu de su doctrina de 1823. Esta tesis parece ser el signo distintivo de la administración de Donald Trump, cuya señal de identidad también ha sido la presencia -por primera vez- de una persona de origen latino al frente de la política exterior de EEUU, como es el caso de Marco Rubio.

Bajo la presidencia de Trump, en los últimos tres meses Estados Unidos ha desplegado un arsenal naval y aéreo sin precedentes en el Caribe, bajo el discurso de que se atacará al narcotráfico. Y aunque el gobierno de Nicolás Maduro denuncie que todo esto lo que busca es su derrocamiento, tal vez el escenario de un cambio de régimen en Venezuela no sea necesariamente el punto de llegada, sino el momento de partida de una nueva política hemisférica.

Empero, Venezuela ha estado en el centro en las primeras de cambio. La escalada comenzó en agosto de 2025, cuando Trump firmó una directiva presidencial designando a varios carteles latinoamericanos como organizaciones terroristas transnacionales, incluyendo a la banda delictiva venezolana Tren de Aragua y vinculando presuntamente al «Cartel de los Soles» con el gobierno de Maduro.

En las semanas que siguieron a esa decisión, hemos asistido a una movilización militar que ha transformado las aguas caribeñas en un tablero de ajedrez geopolítico. Según reportes de la agencia Reuters, el Pentágono ha desplegado al menos 13 buques de guerra, cinco naves de apoyo y un submarino nuclear en la región, con más de 10.000 efectivos bajo el mando del Southern Command, el Comando Sur.

A todo esto, se suma la llegada inminente del grupo de portaaviones USS Gerald R. Ford, el buque más avanzado de la Armada estadounidense, con capacidad para más de 75 aeronaves, incluyendo cazas F/A-18 Super Hornet y aviones de alerta temprana E-2 Hawkeye. El Ford, que partió de Europa a finales de octubre, se posicionará en el sur del Mar Caribe en los próximos días, según fuentes del Departamento de Defensa citadas por la agencia Associated Press.

En su patio

En este contexto, de un despliegue inédito y de envergadura, se suma la reactivación de antiguas infraestructuras militares. La agencia Reuters reveló el 3 de noviembre imágenes satelitales que muestran obras intensas en la Base Naval de Roosevelt Roads, en Puerto Rico, clausurada en 2004 tras décadas de uso durante la Guerra Fría. Es llamativo que después de veinte años en desuso se hayan enfocado recursos en su recuperación.

Equipos de construcción han repavimentado pistas de despegue para aviones de combate y carga, erigido una «ciudad de tiendas» para tropas y desplegado 10 cazas F-35 en el Aeropuerto José Aponte de la Torre, adyacente a la base. «Esto no es solo reparar baches; es para preparar operaciones sostenidas en el hemisferio occidental», aseveró Christopher Hernandez-Roy, del Center for Strategic and International Studies (CSIS), con sede en Washington, al ser consultado por la agencia de noticias británica.

La base, a solo 800 kilómetros de Caracas, podría servir como centro de mando para inteligencia y logística, facilitando no solo intercepciones marítimas, sino potenciales operaciones terrestres, anunciadas de forma velada por Trump desde inicios de octubre cuando deslizó que vendría una fase dos tras la ola de ataques contra embarcaciones, presuntamente cargadas de drogas, en aguas internacionales.

Aunque han sido escasos los días en los que Trump o algún alto vocero de su administración no hayan hablado de Venezuela o del gobierno de Maduro, cabe preguntarse si todo esto acaso no irá más allá de nuestro país.

La semana pasada, en un reportaje citando fuentes en Washington, el diario español ABC apunta a lo que el Pentágono definieron como un «reenfoque hemisférico» para contrarrestar la influencia china y rusa en la región. Expertos consultados por La Nación de Buenos Aires, en tanto, evocan la figura posicionada en el discurso de la izquierda antimperialista, que sostiene que EEUU ve a América Latina y el Caribe como “el patio trasero”.

Para el diario porteño, la Casa Blanca quiere desplazar o contener a rivales globales como sucedió con la presión de Trump sobre el canal de Panamá, y en el caso venezolano es muy claro el rol que tienen las reservas petroleras, un asunto clave tanto para China (como lo es ahora con el chavismo) como para EEUU.

¿La doctrina Rubio?

En el centro de esta reconfiguración geopolítica que coloca a Venezuela en el ojo del huracán está Marco Rubio, hijo de exiliados cubanos y arquitecto de la política dura contra el eje Caracas-La Habana. Nombrado secretario de Estado en enero de 2025 y asumiendo interinamente como asesor de Seguridad Nacional en mayo –un rol dual no visto desde Henry Kissinger en 1973–, Rubio acumula un poder en política exterior que supera a todos sus predecesores en el último medio siglo de EEUU.

En el Council on Foreign Relations (CFR) creen que toda la movida iniciada en agosto va más allá de Venezuela, aunque obviamente nuestro país es parte esencial en esta primera etapa de movimientos geopolíticos.

Shannon O’Neil, experta en América Latina del CFR sostiene que el despliegue estadounidense en el Caribe «va más allá de Venezuela; busca reconfigurar prioridades para ejercer dominio, usando el narco como catalizador para alianzas regionales que aíslen a adversarios globales».

Aunque esta experta no lo dice explícitamente, otros comentaristas sí señalan un parentesco entre la añeja doctrina Monroe con lo que podría conocerse en el futuro como la doctrina Rubio.

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