Ambiente

Tala de árboles: del solícito al solicito amor

Mientras el mundo se monta en la ola de las ciudades sustentables y ecológicas, en Caracas cada vez más se perpetran crímenes ambientales, como si de crímenes no supiera su gente. Centenares de árboles han sido talados, derribados, tasajeados con la mirada cómplice de vecinos y autoridades. Este un llamado y súplica: el país también tiene memoria natural

Fotografías Fabiola Ferrero | Composición fotográfica: Mercedes Rojas
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Caídos, desamparados, irreconocibles, las hojas oscurecidas, apiladas, no bailan con la brisa, se han ido los pájaros. Una desquiciada aversión a la vida, que se evidencia en las espeluznantes estadísticas de la violencia nacional, ejecuta con balas y ahora también, de manera compulsiva, con sierras y hachas. En nombre de un falaz progreso que privilegia el monóxido y descarta el oxígeno, una cofradía de insensatos se da a la tarea de aniquilar los árboles en esta ciudad de verde terco y en la mira. Rebanados, troceados, amputados, de un día para otro son reducidos a pedazos a lo largo de la autopista, en una curva estrecha donde la fronda del mango rebelde es vista como incomodidad, en aquella esquina de sombra y besos. Acto de masoquismo, absolutamente desaconsejable, acaso intenta derribar la esperanza que siempre se ha pintado de verde; ya se sabe, la esperanza es subversiva. Lo cierto es que a troche y moche contra la institucionalidad, la ciudadanía y la democracia, los árboles son también víctimas del arrebato pugnaz, de la ignorancia, de la fatalidad.

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Que para qué un parque tan grande en La Carlota, si urgen viviendas. Que para qué canchas de golf en el Country Club si urgen viviendas —“¿y por qué no convertir en parque las canchas de golf?”, hace una contraoferta el activista urbano Cheo Carvajal a favor de la opción verde. Que hay que aumentar el ancho de las vías para que los carros quepan y se acaben las colas —¿cuánto tiempo? Mientras la ciudad dividida y parchada transpira a mares por el calor agotador e inhala un aire enrarecido —no solo por lo político; los incendios duelen alrededor del ahumado valle, por el Ávila, por el Solar de El Hatillo, por Los Pomelos—, los leñadores parece que no hacen la asociación. Mientras modernidad es ahora mismo sinónimo de sustentabilidad en todo el mundo, y lo sustentable es sinónimo de verde, verde hasta en los techos, en la ciudad de los árboles frondosos que dan nombres a encantadoras avenidas —Los Mangos, Los Jabillos de la “Flor Ida”, como acota la arquitecto Hannia Gómez de Fundamemoria, “Carlos Raúl Villanueva entendía que lo verde es parte del urbanismo”— especies centenarias son sacrificadas de manera suicida, sin respeto a la memoria, al paisaje, a la identidad. “Desgajan ejemplares de gran valor paisajístico para levantar un puente o hacer un nuevo viaducto, como ocurrió con el mare mare maravilloso de la avenida Río de Janeiro, que era una explosión de color cada Semana Santa, o la reciente tala de una ceiba centenaria a la salida de la urbanización Los Ruices”, se conduele Hannia.

Los ciudadanos más organizados, sin embargo, toman medidas, subraya Gómez. En Santa Mónica introdujeron recursos contra estas talas y podas arbitrarias —hasta ahora sin éxito— consternados al ver el ataque a los árboles en el cauce del río Valle, junto a la autopista Valle-Coche, “que incluso estaban amparados por la protección al Patrimonio Forestal de la Parroquia San Pedro por medio de una decisión judicial del 3 de marzo de 2010, emanada del Tribunal 16° de Primera Instancia en Funciones de Control del área metropolitana de Caracas”. Los vecinos de Baruta tienen en Cheo Carvajal a un adalid quien los convocó para una pacífica protesta, pintaron caras tristes sobre carteles reciclados y los guindaron en los árboles cercenados. Autor de la columna Caracas a pie y quien piensa que la ciudad no será tal hasta tanto no la sintamos propia en su totalidad, sin cantones acuartelados, sin garitas ni murallas, y sea una posibilidad real ir a Mesuca sin miedos ni prejuicios, asegura que los ciudadanos tenemos que conocer mejor no solo cada rescoldo sino cada árbol, y responsabilizarnos por ellos. Cuidarlos a todos y cada uno. Nombrarlos. Adoptarlos.

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Los de Chacao exhiben más logros. Dolidos en Bello Campo por la tala de una docena de árboles, y por el desguace de un ejemplar icónico en Los Palos Grandes —temen que el nombre de la urbanización deje de tener algún sentido—, también por los más de 20 que se tasajearon cuando se derribó la casa de la familia Beracasa para construir el hotel y centro comercial Altamira Village, y por los otros tantos que circundaban el demolido restaurante Medellín, en cerrada fila, con un rimero de firmas para pedir el cese a la tala, el estudio fitosanitario de las especies, la restitución de los árboles derribados y la reforestación, luego de reuniones y denuncias del crimen ambiental y urbano recibieron esta respuesta: fue destituida la persona a cargo de las ejecuciones —Celia Moreno— y en su nombre está quien ha trabajado por recuperar el verdor en la Universidad Simón Bolívar. Alivio. Aunque tienen claro que no solo las autoridades tienen responsabilidad en este ecocidio o en la protección de lo verde, “sabemos de vecinos que echan kerosén a las raíces de los árboles que les molestan para poder montar sus vehículos con más comodidad en las aceras”, desliza la arquitecto Melín Nava, vecina sensible y comprometida.

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“Mientras en otras ciudades del mundo lo que se está buscando es el reverdecimiento y la disminución del tránsito automotor y de las superficies de cemento, aquí ocurre lo contrario, pero Caracas, como toda ciudad, tiene memoria vegetal y los árboles también son patrimonio: ambiental, escénico, urbano, visual, histórico en muchos casos”, coinciden Nava y Gómez. Esperanzador que en contrapartida aumentan las oenegés a favor, como el Grupo Ecológico San Pedro, Las Niñas que Siembran, Caracas en Flor, Caracas a Pie, el Frente en Defensa del Norte de Caracas, Ser Urbano, Samplablera por Caracas, la Fundación de la Memoria Urbana, y los vecinos se suman a campañas admirables como #EstosArbolesTienenDolientes. “En este mes de mayo, proverbial mes de la flores en Venezuela, estamos orgullosos de haberle propuesto la categoría árbol centenario al Instituto del Patrimonio Cultural en 2005, eso está en el blog Caracas Moderna”, añade, Gómez que no se ha discutido nunca el tema de la flora urbana. “¿Quién piensa la ciudad? ¿Por qué nuestras aceras tienen que estar sembradas de álamos o chopos como si fuera Madrid? Las aceras se deben adecuar a nuestra flora, y no al revés; démosle gracias a Dios por habernos bendecido con este paraíso vegetal lujuriosamente verde”, conjura apasionada. Mientras Caricuao, parroquia ecológica —única así considerada en Suramérica— se lamenta por el desguace del parque Vicente Emilio Sojo a favor de un túnel que la conectará con El Valle, Hannia Gómez ha propuesto una convocatoria con expertos este 23 de julio en la sala TAC del Paseo Las Mercedes para pensar en aceras dúctiles que reverencien a los reventones jabillos, en podas asertivas, en verde.

Hay gente que no cree que hubo algo llamado el Holocausto; también hay quien cree en la guerra económica; y hay quienes piensan, abanicándose, que el recalentamiento global son pamplinas.

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