Crónica

Puerto La Cruz unido por una quimio

Los testimonios de familiares o pacientes con cáncer hacen diagnóstico de una realidad consabida del país: el sistema público de salud es más enfermedad que remedio. Sin embargo, quienes adolecen de terribles males se agarran de un mínimo hilo de esperanza mientras comunidades enteras, barrios y vecinos cantan los bingos y tómbolas de solidaridad y vida

Fotografías: Cortesía Enza García
Publicidad

Vivir y morir en Venezuela se han convertido en dos transacciones de alto riesgo. El ciudadano común se ve obligado a ejecutar maniobras tanto monetarias como emocionales para conciliar permanentes actos de supervivencia, bajo la desprotección de un Estado que no asume sus responsabilidades de cara al bienestar de la nación. Y si el diagnóstico de una enfermedad como el cáncer significa para el individuo un tumulto de incertidumbres y desasosiegos, el panorama resulta aún más árido en el reinado de una escasez polifacética que arropa a todo el territorio. Queda entonces apelar a la inventiva individual para sortear los obstáculos de una enfermedad como esta.

Cancerenpto1

Doctor, ¿hay escasez de medicinas contra el cáncer?

La respuesta empezó con una carcajada en uno de los pasillos del Hospital Dr. César Rodríguez del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, en la ciudad de Puerto la Cruz. “Si no hay medicinas de bajo costo, mucho menos las de alto. En este hospital nos cierran la farmacia a las 7 de la noche y nos toca hacer la guardia con lo que consigamos. Aquí funciona la farmacia que distribuye estos medicamentos de alto costo, y a veces llegan y a veces no. Pero fíjate, acá nunca ha funcionado la consulta oncológica”, explica el doctor Mario Sandino, residente de verbo inquieto que respondió lo solicitado mientras sorteaba pacientes ansiosos. “Nadie quiere trabajar aquí, porque el trabajo se triplica cuando no se cuenta con las condiciones mínimas para llevar a cabo tu labor, y a eso hay que agregarle que las camareras —con el respeto que merecen por su trabajo— tienen un sueldo más alto que el de un médico. Durante años se ha normalizado el sacrificio desmedido por parte de los profesionales de la salud. Uno quiere trabajar, no ser considerado un santo. Entonces si a la escasez de medicinas y demás implementos le sumas las fallas de infraestructura y la migración de personal calificado, ¿qué nos queda? Un país abandonado, un sistema de salud moribundo. Y quienes sufren más son las personas de bajos recursos, no como otros que pueden viajar al exterior a tratarse este tipo de afecciones como el cáncer. Y yo creo que todo sistema de salud tiene sus fallas, pero en Venezuela es particularmente ingrato. Al final uno también se convierte en una víctima del maltrato de los pacientes y sus familiares porque, como es lógico, se encuentran en una situación desesperante.”

cita4

***

En el barrio Sierra Maestra la llamaban Rosa “La Tetona”. Desde que recuerda. Pero ahora no las tiene y dice que no le puede tener miedo a la muerte, no todavía. También perdió el cabello y se le oscurecieron las uñas. Rosa Elena López forma tarde de las infelices estadísticas de enfermos de cáncer en Venezuela, que, contra todo pronóstico, intentan ganar tiempo, a merced de la escasez y la indiferencia de quienes podrían solventar esta ineficacia hospitalaria. En el Universitario Luis Razzetti de Barcelona, el tomógrafo está fuera de servicio, de modo que se vio impelida a realizar el examen en un clínica privada, cancelando el valor de 8.500 Bs. ¿Cuánto es el sueldo mínimo?

El tiempo es muy importante, dice. A mediados de 2013 empezó a sentir una incomodidad en el seno izquierdo. Pero se hizo la loca, según sus propias palabras. Meses después apareció una lesión en la que se generó un sangrado considerable y ella misma lavaba los trapitos que se ponía en el sostén para contener la secreción.

―Y yo callaíta… Ni mis hijas ni mis hermanas sabían nada.

Pero una fractura en el brazo producto de una caída en la escalera la llevó de emergencia a una clínica local. Allí la doctora que la atendió exclamó la orden:

―El brazo es lo menos importantes. Te tienes que ver con un oncólogo ya.

En el Hospital Universitario Luis Razzetti le ofrecieron una consulta oncológica para dos meses después. Eso la llevó a la Unidad de Mastología y Atención Integral a la Mujer, en Barcelona, donde de inmediato le diagnosticaron un cáncer de glándula mamaria tipo 5.

cita3

—Me mandaron un ciclo de ocho sesiones de quimioterapia —relata Rosa, mientras respira con cierta dificultad pero sin perder el buen ánimo—, cada una costaba 6 mil bolívares, cada veintiún días. Para costear eso toda mi familia puso de su sueldo y mis hermanas se dedicaron a rifar ollas y comida. Para el segundo ciclo cada una costaba ya 7 mil, y después de un descanso de tres semanas me tuvieron lista para operarme y removerme los dos senos. Tuvimos que pagar 70 mil bolívares ahí en la Unidad de Mastología, que logramos reunir gracias a dos tómbolas que se llevaron a cabo en el barrio El asfalto de Barcelona y aquí en Sierra Maestra. Los vecinos pusieron comida, cerveza, ropa y artículos usados, e invitaron a gente de otras comunidades. Hasta hicimos un bingo cantado. Mucha gente simplemente puso plata de su bolsillo. Ese día cerramos la calle y hubo un ambiente de celebración, nada de peleas ni de atracos en la vía, y yo estaba contentísima. Porque sabes, uno no hace nada deprimiéndose. Yo sé que no es fácil, si te lo digo yo. ¿Pero qué vas a hacer? Al final nos faltaban solo 13 mil bolívares que fue justamente lo que recogió la iglesia.

cancerenpto2

Daniel Soto, vecino de la comunidad de Sierra Maestra, aclara:

—Yo ayudé a Rosa porque no sé si Dios existe, pero a mí me parece un pecado no ayudar a alguien en una situación como esa, y menos en lo que estamos viviendo ahorita como país. Yo espero que tanto sufrimiento, mínimo, nos enseñe a sacar lo poquito de buena gente que nos queda.

—En el hospital ayudamos a otros enfermos organizando tómbolas de ese tipo, y créeme, así la gente se ayuda, porque si te pones a esperar por la gobernación o por el hospital, te mueres. La gente dice que el venezolano es malo o se ha vuelto malo, quizás es verdad, pero a la hora de la chiquita, cuando se trata de la muerte, la gente te saca la mano y te ayuda. Doy fe de eso —continúa Rosa.

cita2

La muerte sigue siendo, después de unos cuántos milenios, un evento aterrador que constriñe el espíritu y revuelve las convicciones. Si bien la violencia y las dificultades para enfrentar una enfermedad con amenaza terminal se vuelven moneda común en la cotidianidad del venezolano, los indicios reseñan que la mayoría quiere seguir vivo y que la muerte continúa ofreciéndonos visiones reveladoras sobre la naturaleza de la gente: mientras algunos se asustan, otros apuestan a la versión “echada p’alante” de estas latitudes. “La escasez es una realidad. Aquí no te dejan dar declaraciones y casi que te prohíben venir con celulares al hospital para que uno no le tome fotos a las barbaridades que se ven. La escasez es masiva, no solo en lo correspondiente al tratamiento contra el cáncer”, atinó a responder una enfermera mientras velozmente atravesaba un pabellón, cuidándose de no revelar su nombre y apellido.

Así empieza el relato de Miraida Arreaza, que le dio cristiana sepultura a su hermana mayor, Noris Arreaza, hace tres años

—A mi hermana le diagnosticaron cáncer de seno. Todos nos asustamos y ella más por supuesto. Pero una de las cosas más impresionantes para mí, que me hice cargo de buscarle sus medicinas, fue la primera vez que asistí al Hospital del Seguro Social de Guaraguao, a la cola para los medicamentos; ahí había toda clase de gente, pobres y ricos, niños y viejos, algunos muy enfermos que estaban solos haciendo la cola: aquello me asustó, y yo sé que es solo una parte pero me tocó darme cuenta de cuánta gente hay enferma de cáncer. Nosotros tuvimos mucha suerte, conseguimos los medicamentos de la quimio con el Seguro Social y mi hermana se trató en una clínica privada, porque obtuvimos el patrocinio de la Alcaldía de Sotillo. Y eso porque teníamos una cuñada que trabajaba ahí que movió el asunto. Si uno tiene una palanca tiene que aprovechar, si no ¿cómo hace uno? Nosotros somos pobres. Otra que nos ayudó mucho fue una doctora de ahí mismo del Seguro que pagó de su bolsillo una pastilla que nos faltaba, el Abraxane, que ahorita está en casi 10 mil bolívares. Eso también hay que decirlo; hay médicos que te ayudan de su bolsillo, porque si te pones a esperar que todo llegue a los hospitales pues te irás a morir. Yo sé que hay gente que sin contacto nunca logran que les paren en la Alcaldía, lo lamento mucho.

cita1

—Mi marido tuvo linfoma de Hodgkin y falleció hace un año, pero gracias a Dios con el seguro de la empresa resolvimos todo. Pero lo que te puedo decir que sí fue una tortura es el asunto de la escasez de sangre, de la noche a la mañana nos ponían a parir entre ocho y diez donantes porque en el banco no había ni una gota. ¿Qué pasa? ¿No hay donantes voluntarios? ¿No hay campañas para concientizar a la gente sobre la importancia de esto? ¿O es que la sangre también la importan? Esa fue la gran ironía: mi marido toda la vida fue donante y cuando más lo necesitó, pues bueno, nada. Y aquí estoy porque mi hermana tiene cáncer de seno, yo pensé que iba a descansar un poquito —confiesa Elena María Sosa, que pacientemente esperaba para retirar unos exámenes de sangre. Continúa:

—Pero aquí estamos. Mi hermana no tiene a nadie y yo voy a dar la cara. Tengo fe de que se va a salvar porque menos mal que a ella se lo detectaron en tipo 2. Mis hijos están colaborando mucho y los muchachos del barrio están montándose en los autobuses para recoger plata. Yo sé que mucha gente pide real con excusas falsas, pero los potes han llegado llenos y con eso hemos completado para el Abraxane y el Neupron. Una vecina me colaboró ayer con un paquete de pañales y dos kilos de leche en polvo para que los rifara. Imagínate eso, yo a esa señora ni le hablaba, y mira. Quien menos tú crees te tiende la mano.

¿Son tiempos oscuros para el país? Los números lo afirman. Pero el venezolano de a pie secretamente urde ese vicio misterioso de la esperanza. Todavía la soledad y la muerte no han vencido a la patria en su era madurista.

Publicidad
Publicidad