Crónica

Casona López Contreras, patrimonio de Caracas en ruinas

En La Quebradita hay añoranza de esplendores pasados, recordados en el natalicio de su dueño, el ex presidente Eleazar López Contreras. Escondida entre los bloques de la urbanización, la quinta en ruinas espera que se concrete un proyecto de restauración que la comunidad exige desde la década de los noventa. El Estado es el dueño del inmueble que, pese a su avanzado deterioro, fue nombrado Bien de Interés Cultural en 2006 Hay estructuras que se empeñan en sobrevivir pese a la desidia y el abandono. La casona que perteneció al presidente Eleazar López Contreras es una de ellas, aunque haya grietas ahuecando sus paredes, la humedad descubra los ladrillos y sus ornamentos luzcan desgastados. Más que a los rigores del clima su ruina obedece a la irresponsabilidad del Estado, que olvidó preservar el inmueble que le pertenece desde el año 1965. La otrora mansión se encuentra en La Quebradita —parroquia El Paraíso, de Caracas— y forma parte del patrimonio construido del municipio Libertador, es además, un Bien de Interés Cultural declarado por el Instituto de Patrimonio Cultural (IPC) en 2006; pero el reconocimiento de su valor arquitectónico e histórico no ha sido suficiente para que se asignen los recursos que amerita su restauración.

Fotografías: Fabiola Ferrero
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La casa no solo batalla contra el tiempo. La soledad hizo de sus 1.181,53 metros cuadrados sede del vandalismo. Los vecinos de La Quebradita denuncian que el lugar ha sido dormitorio de indigentes y prostitutas. “Todo lo maligno imaginable ha ocurrido en la casona: tráfico de armas, de drogas, ha sido baño público, los estudiantes de los liceos cercanos la utilizaban para tener relaciones sexuales”, enumera Alfredo Linares, miembro de la Fundación de Integración Familiar, formada por integrantes de la comunidad que entre 1995 y 2006 intentaron recuperar la vivienda.

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Integrantes del Movimiento Tupamaro sacaron a la fundación y se apoderaron de la quinta Las Mercedes, nombre con el que fue bautizada la casona por el expresidente de la República. El inmueble permaneció tomado durante años a la espera de un proyecto de restauración que nunca llegó. Poco a poco los Tupamaros se retiraron y la quinta volvió a quedar a merced de la soledad, hasta que hace cuatro años un grupo de carpinteros tomó una de sus áreas y ahora la utilizan como taller, a la espera de un plan que permita recuperar la vivienda y que también les dé empleo.

Recuerdos de un golpe de Estado

Eleazar López Contreras contrató al arquitecto puertorriqueño y amigo de la familia, Hernando Hernández Batista cuando finalizó su período presidencial en 1941. La quinta María Teresa, también ubicada en La Quebradita y en la que vivió cuando era Presidente, se la alquiló a su sucesor Isaías Medina Angarita —por cinco mil bolívares al mes. A Hernández Batista se le encargó entonces la construcción de una vivienda inspirada en la arquitectura hispánica de regiones como Sevilla, Andalucía y Granada.

El arquitecto, con 165.000 bolívares, edificó entre mayo de 1941 y febrero de 1942 una quinta desarrollada en torno a un patio central, fabricada con ladrillos mampuestos y techos a dos aguas cubiertos de tejas criollas. De la estructura destaca y aún persiste una torre de dos pisos adornada con detalles ornamentales en terracota.

Mercedes López de Blanco, hija del Presidente que creó la Guardia Nacional y el Banco Central de Venezuela, recuerda que en esa torre ella y su hermana recibían clases particulares. “Abajo estaba el despacho de mi papá y para llegar arriba se subía por una escalera tipo caracol”, cuenta.

Mercedes se mudó a la quinta cuando tenía seis años de edad. “Mis padres participaron en el diseño desde dibujarlo”, recuerda. “Mientras construían la casa nosotros estábamos en Estados Unidos. Mi papá nos llevó allá porque tenía que entrevistarse con el presidente Franklin Roosevelt. Recuerdo que cuando regresábamos ocurrió el ataque a Pearl Harbor y las últimas dos o tres noches tuvimos que navegar a oscuras porque el Caribe estaba lleno de submarinos alemanes”.

Ya instalados en la quinta, los lugares favoritos de Mercedes eran el patio central baldosado que en el centro conserva un árbol de mango y el jardín que había en la parte de atrás de la casona. “La distracción de mi mamá era jugar croquet y ahí teníamos una cancha. No de grama, sino de piedritas chiquiticas. Ahí me paseaba yo con la bicicleta”.

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Ha pasado más de un lustro desde la última vez que pisó la residencia. Fue con su hijo y sus dos nietos a grabar un documental que transmitió History Channel sobre los Barcos de la Esperanza, dos naves que llegaron a las costas venezolanas en 1939 cargados de judíos que buscaban asilo. Haciendo un ejercicio de imaginación, en medio de la destrucción, pudo mostrarles las habitaciones, la sala, el comedor y el despacho del expresidente.

“Mis recuerdos más importantes en la casa son los que sucedieron después del golpe del 18 de octubre de 1945. A mi papá se lo llevaron preso, y la casa de repente estaba llena de gente, amigos. Parecía una fiesta, pero en realidad estaban muy preocupados por la situación. Terminamos en el exilio. A mi papá lo expulsaron del país junto con Medina Angarita y Uslar Pietri. Nosotros nos fuimos como a los 15 días. Recuerdo que llegamos a Estados Unidos pocos días antes de Navidad”. Mercedes tenía 10 años de edad y fue la última vez que vivió en la quinta nombrada en su honor.

Tomada por la violencia

La maleza en el jardín alcanza la altura de las rodillas. En uno de los laterales de la casa hay una cerca de alambre tumbada en el piso. Otra cerca protege los matorrales. Una pancarta invita a votar por Jacqueline Faría y Juan Carlos Alemán como diputados por el circuito 5 de Distrito Capital. A un lado hay otra pancarta descolorida que hace propaganda a Nicolás Maduro.

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Lo que era la sala principal de la casona ahora está ocupado por los bancos de la “iglesia provisional” Dulce Corazón de María y arrumados de cualquier manera hay tarantines de comida rápida. Al otro extremo de la iglesia funciona el taller de carpintería y cerca de la entrada de la casa hay apiladas cientos de tejas que la fundación utilizaría para recomponer el techo antes de que los sacaran los Tupamaros.

En principio los carpinteros tenían su taller en la torre que servía de escuela a las hijas de López Contreras, pero el temor a que la estructura cediera y el agua que se acumula allí cuando llueve los hizo mudarse a la planta baja. Después del exilio de la familia, la Junta Revolucionaria de Gobierno decide la expropiación de todos sus bienes. En 1946 la quinta Las Mercedes comenzó a utilizarse como sede del Liceo Luis Razetti. A su regreso a Venezuela, en 1948, López Contreras recupera sus propiedades, pero permite que la casa se siga utilizando como escuela. El liceo Razetti la ocupó hasta 1967, y desde ese año hasta 1985 funcionó allí el Liceo Pablo Acosta Ortiz.

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En 1965 la familia vende las quintas María Teresa —que fue demolida— y Las Mercedes a la Procuraduría General de la República, que en 1997 la traspasa al Instituto Nacional de la Vivienda.

El desmoronamiento comenzó cuando se mudó el liceo —la nueva sede la hicieron al lado en los terrenos de la casona. “Cuando nosotros llegamos la casa tenía 10 años abandonada. Todo lo de valor se lo habían robado. Comenzamos limpiando y haciendo algunos arreglos, a sabiendas de que estábamos en un patrimonio que no se podía modificar, y constituimos la fundación porque nos dimos cuenta de que así era más fácil conseguir ayudas”, dice Linares. Para él, de lo que se trató fue de “enamorar” a la comunidad y a las instituciones de la estructura. Compraron caballos e invitaron a Fundapatrimonio y a Antonio Ledezma, cuando era alcalde de Libertador, a visitarla. Fue este quien otorgó 60 millones de bolívares para la restauración del techo. “Fundapatrimonio nos asesoró. Conseguimos el machihembrado y fuimos hasta Barquisimeto a comprar las tejas hechas a mano. Logramos hacer el techo de cuatro salones, pero después de todo lo bonito, no se metió la política sino la politiquería”.

De la casona salieron amenazados. “Puse la denuncia en la Fiscalía y la citación para declarar me llegó dos años después. Se metieron armados y no continuaron lo que estábamos haciendo. La tomaron para el mal vivir. Abandonaron la casa y terminaron entregándosela a los indigentes”.

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En ese período en los terrenos de la quinta construyeron un Centro de Diagnóstico Integral (CDI) y una Sala de Rehabilitación Integral (SRI) que nada tienen que ver con la arquitectura neohispánica de Las Mercedes. “Comenzamos afuera. El colectivo ya no viene, nosotros estamos trabajando que era lo que ellos no hacían. Hace rato la comunidad lucha por la restauración, pero no nos ha tocado ayuda”, dice Alexander Flores, trabajador de la carpintería.

Batalla legal por la restauración

Luis Eduardo Rangel se tomó para sí la batalla por la restauración de la Casona de López Contreras. Está empeñado en acabar con la desidia que la rodea y en lograr que el Ministerio de Vivienda, como propietario del inmueble, Fundapatrimonio y el IPC asuman la responsabilidad en la recuperación y puesta en uso de Las Mercedes.

Desde 2014 ha presentado denuncias sobre la situación de abandono en la que encuentra el bien al Ministerio de Hábitat y Vivienda, la Contraloría General de la República, la Superintendencia de Bienes Públicos, la Defensoría del Pueblo, el Consejo Moral Republicano, Fundapatrimonio y el IPC. En total llevó la denuncia a 18 instituciones. “Esta situación la causan el Ministerio de Educación y la Dirección de Desarrollo Urbano de la época, que hicieron la nueva sede del liceo sin seguir los procedimientos adecuados para definir qué hacer con la casona”, opina Rangel.

El vecino de La Quebradita con maestría en Gerencia Pública y cursante de un doctorado en Gestión del Patrimonio Cultural indica que además Fundapatrimonio violó sus estatutos al no haberle dado protección al inmueble. “Si no tienen presupuesto para restaurar, siguen estando en la obligación de preservar. Cercar, ponerle electricidad y un vigilante, como mínimo. Han sido cómplices por omisión; y el IPC, que tampoco cuenta con presupuesto, está en la obligación de abrir un procedimiento administrativo a quien infrinja la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural”.

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Rangel asegura que el Ministerio de Vivienda viola además la Ley Orgánica de la Contraloría General de la República al no haberse hecho cargo de la casa. “La propiedad es un bien público, existe la obligación de preservarlo, porque de lo contrario causan un daño patrimonial al Estado”, declara.  La Dirección de Documentación e Información de la Alcaldía de Libertador concluyó en un estudio valorativo de la quinta Las Mercedes, realizado en 2007, que el valor del terreno y de la construcción asciende a 863.123.360,22 millones de bolívares.

En julio de 2013 el Consejo Federal de Gobierno y el consejo comunal Los Vencedores firmaron un convenio de financiamiento por 2.152 millones de bolívares, el objetivo era la creación del centro de participación y desarrollo integral del poder popular de la parroquia El Paraíso. “El proyecto se abortó por la mala redacción del certificado, pues se confundió la creación del centro con la restauración de la casona”, explica Rangel en un oficio que remitió el año pasado al fiscal municipal segundo del área metropolitana de Caracas.

Somos buenos reconociendo, pero pésimos, yo diría que criminales, gestionando el patrimonio cultural. El abandono de esa casa representa una pérdida económica para la nación, y pérdidas en nuestra memoria histórica”, asegura. Rangel logró que la Superintendencia de Bienes Públicos se pronunciara y se comunicara directamente con el Ministerio de Vivienda, y que el IPC realizara una inspección en diciembre de 2015.

Omar Vielma, presidente del IPC, aseguró que pronto habrá una reunión entre esa institución, el Centro Nacional de la Historia y el despacho de Vivienda. “Se están revisando los costos que tendría la restauración, a partir de la actualización de un proyecto del arquitecto Francisco Pérez Gallego. En esa mesa de trabajo se va a definir si las obras estarían a cargo del ministerio aprovechando que ellos tienen Barrio Nuevo, Barrio Tricolor o de nosotros. Tenemos que sentarnos en una mesa para ver de dónde salen los recursos”, afirma Vielma.

Qué hacer con Las Mercedes

Los habitantes de La Quebradita están a favor de la restauración del inmueble que la mayoría solo recuerda en ruinas. “Estoy de acuerdo en que sea restaurada, que se rescate el patrimonio y que se le saque provecho. Ahora es un espacio perdido”, opina José Espinoza, vecino de La Quebradita desde hace 40 años. Pedro Mijares, con 35 años en el sector, sugiere que sus jardines se conviertan en un parque, que tenga salones para aprender música y que sea un área para convivir en familia. “Tiene que tener un uso acorde a su condición de patrimonio cultural. Nosotros sugerimos que puede ser una biblioteca, radio comunitaria, con aulas para enseñar música, sala de exposiciones, Café Venezuela, sede del parlamento comunal y que pudiese estar integrada a una ruta turística de Caracas”, enumera Rangel.

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Para la hija de López Contreras, la quinta Las Mercedes debería convertirse en una gran biblioteca para el oeste de la ciudad. Hannia Gómez, directora de la Fundación de la Memoria Urbana, indica que no se puede forzar un uso en la estructura que la haga perder su valor histórico y arquitectónico: “El uso lo decide un experto en patrimonio, con los planos enfrente y que evalúe las distintas propuestas”. Agrega que lo mejor sería que este proyecto caiga en manos del IPC y no del Ministerio de Vivienda.

“Restaurarla ahora va a ser 10 veces más difícil que cuando nosotros estábamos, porque han abierto boquetes en las paredes, tumbaron las cornisas y se robaron las rejas de hierro forjado”, señala Linares. Por su lado, Vielma asegura que la casona recibirá el uso que la comunidad ha solicitado y por el cual ha luchado; pero mientras llega el momento de restaurar y usar, la Casona de López Contreras se continúa deteriorando.

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