Crónica

Se hunde el Cuartel de la Montaña

Pocos metros más abajo del Cuartel de La Montaña hay un desastre en progreso. El cerro cedió, el peso de las viviendas improvisadas fue más fuerte que la ladera. Ocho viviendas se fueron abajo, pero son más las familias afectadas que aún no saben si es seguro permanecer a los pies de la tumba de Chávez

Fotografía de portada: Andrea Hernández | Fotografías dentro del texto: Andrea Hernández y Emily Avendaño
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“¡Boom! Hubo un zumbido, un ruido sordo y se fueron cayendo una tras otra. Se doblaron. Aunque hubo una que se hundió. El muchacho que vivía ahí tuvo suerte, porque esa mañana no había nadie. Se fue a trabajar y cuando regresó no tenía casa”. Neiva Sánchez relata cómo, cual piedras de dominó que se empujan unas a otras, ocho casas de la calle El Martirio en el 23 de Enero se fueron abajo. No hubo aviso previo, ni una grieta que advirtiera. En la mañana había viviendas y ya en la tarde no.

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Las escaleras que conducen a la calle El Martirio están a menos de 100 metros de la entrada del Cuartel de la Montaña, el mausoleo que contiene los restos mortales de Hugo Chávez, antiguo Museo Histórico Militar o Cuartel Cipriano Castro. La Alcaldía de Libertador, el Gobierno del Distrito Capital, la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis), el Instituto Municipal de Gestión de Riego y Administración de Desastres de Libertador (Imgrad), los Bomberos de Distrito Capital; todos han participado en el levantamiento del informe para determinar las causas de lo que sucedió, pero todavía las familias afectadas desconocen el motivo por el que perdieron su vivienda o, en los casos más afortunados, por qué los desalojaron preventivamente. Quizás fue el peso del legado del comandante supremo, tal vez hubo un sismo, o a lo mejor fue la filtración de una tubería de agua. Lo cierto es que el cerro se vino abajo.

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Chávez no solo está por encima de las ruinas. Su estampa pintada en el emblemático tanque de agua de La Piedrita las mira a lo lejos. “Hoy tenemos patria, que nadie se equivoque”, se lee bajo el retrato. La imagen observa las paredes desnudas de lo que alguna vez fueron cuartos, baños o cocinas. Son piezas incompletas del rompecabezas. Cabillas sin bloques, cemento quebrado, muros cuarteados y tierra. Esa es la patria que le quedó a una comunidad con más de 70 años haciendo vida en esa ladera.

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“Una se cayó detrás de la otra. Las vimos irse en el transcurso del día. Al final solo hubo un polvero”, relata Neiva. “Mira, tu balcón se está desprendiendo”, le tocó decirle a una de sus vecinas mientras veía el desastre. Primero se derrumbó la casa amarilla. Luego se fue la roja rojita de tres pisos.

Vecinos de toda la vida fueron trasladados a la Misión Vivienda de Fuerte Tiuna. Los primeros reportes del Ministerio de Vivienda y Hábitat dan cuenta del desalojo preventivo de 19 familias ese 20 de mayo de 2016. “Todavía no nos han entregado un informe. Un certificado en el que conste que no corremos peligro”, dice Eva, quien oculta su apellido pero no su nombre: “Si me van a joder, que me jodan”.

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La mujer, asomada a la ventana de su casa aún en pie, revela otra teoría sobre las razones de lo ocurrido. “Hace unos meses estaban haciendo por aquí unas excavaciones. Algo como para meter unas columnas (pilotes). A raíz de eso fue que se empezaron a cuartear las casas”.

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Movimiento de años

Unos metros más arriba de los escombros, de la tierra y de las ruinas, Lucía Guerrero, cabo primero de la Milicia asignada al mausoleo chavista, sentencia: “Si se hubiese hecho lo que mi comandante en ese tiempo quiso no estuviéramos pasando por lo que estamos pasando”. Se refiere a la aplicación de medidas económicas que reactiven el aparato productivo, aunque sus palabras también aplican para el desastre que tiene a sus pies.

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“El gran proyecto a escala metropolitana para hacer un mapa de riesgo de la ciudad de Caracas se hizo a comienzos del siglo XXI. Se trabajó gracias a un convenio que existía entre Venezuela y Japón llamado Jayca. Esa fue una iniciativa importante que concluyó en 2003, donde se identificaban todas las zonas que se encontraban en situación de vulnerabilidad, no solo por sismos sino también por fenómenos meteorológicos; pero quedó en el olvido. Más nadie nunca habló de eso”, recuerda el arquitecto Leopoldo Provenzali, experto en planificación urbana.

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Aplicar lo dicho en ese plan en algo habría ayudado. Los especialistas en riesgo coinciden en que se trata de una falla que se activa de vez en cuando desde hace ya varios años. Jorge Molina, coronel de los extintos Bomberos Metropolitanos y arquitecto, lo atestigua y enumera los años 1985, 1991, 2005 y 2010, como premonitorios del desastre de 2016. La vulnerabilidad no es exclusiva de esa zona de Monte Piedad. El Calvario también estaría corriendo peligro, advierte el bombero. Por allí solo el Cuartel de la Montaña se salva de las amenazas de la vulnerabilidad… por ahora.

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Amenazas pre cumpleañeras

Apareció entonces la figura del refugio. Dos escuelas, la Oly Clemente y la Luis Troconis; y unos campamentos improvisados en los bloques cercanos, uno con 25 familias y otro con 18, se convirtieron en viviendas provisionales. El martirio se materializó en angustias. “Un domingo a las 5:00 de la tarde llegaron a decirnos que teníamos que desalojar a más tardar en la mañana siguiente porque todo esto se iba a caer. Nos dieron ocho o diez horas, para empacar toda una vida”, cuenta un afectado, bajo anonimato. Saldrían preventivamente por 72 horas, pero ese tiempo se prolongó por dos meses. “Era como vivir en un campo de concentración en el que solo había colchones y cada quien tenía que buscarse su espacio”, asevera.

Así estuvieron hasta que de nuevo los efluvios chavistas hicieron de las suyas. El 28 de julio estaba cada vez más cerca y no era conveniente tener a 40 familias hacinadas, sin respuesta, y amenazando con protestar en el cuartel en la fecha del natalicio de Hugo Chávez.

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“Nos sacaron del refugio un día antes del cumpleaños porque, según ellos, todo estaba bien”, dice un afectado. Aunque, de acuerdo con la autoridad municipal, nada está bien todavía. “Es un proceso de tiempo que se ha hecho más intenso por la percolación de aguas servidas o rupturas de tuberías. Ese movimiento aún no se ha estabilizado. Cualquier uso de maquinaria pudiera precipitar otro deslizamiento”, explica Iván Darío Martínez, presidente del Imgrad.

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“Todos tienen criterios distintos. No se ponen de acuerdo, y nosotros no queríamos convertirnos en sus conejillos de indias. Tienen que ponerse de acuerdo, porque hasta ahora lo que hay es pura burocracia”, recalca el afectado. Él y otros volvieron a la calle El Martirio, retomaron la ocupación de sus casas, su exposición al riesgo. Algunos sin nevera o cocina. A lo mucho un televisor y un colchón. Los corotos permanecen recogidos a la espera de una respuesta definitiva sobre el desplazamiento.

“Las zonas de mediano y alto riesgo no han sido atendidas. Esas poblaciones viven en situación de amenaza. El barrio está abandonado de una gestión urbana y ambiental. Priva, en cambio, la anarquía, la desidia, la ingobernabilidad y la inercia”, opina Provenzali.

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Los vecinos también esperan por la construcción de un muro prometido, una pantalla que sostenga el cerro. Pero sobre eso tampoco saben nada. Mientras tanto, algunos de los que volvieron a El Martirio, como Neiva, continúan pasando las noches fuera de su hogar. Temen que la tierra siga con hambre y se vuelva a tragar las casas. Y eso que la lluvia no ha llegado todavía. En el 23 de Enero, solo Hugo Chávez descansa en paz.

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